'El B', una revoluci¨®n arquitect¨®nica
El Palacio de Congresos de Cartagena simboliza una nueva forma de pensar y construir edificios La obra reactualiza los viejos materiales de los sesenta
"Es que Raphael est¨¢ ya muy mayor", dice un obrero reparando un desperfecto en la rampa de acceso a los camerinos del nuevo auditorio y Palacio de Congresos El Batel, El B, en el puerto de Cartagena. El cantante "vio que era una rampa y se meti¨® con el coche", cuenta. Cambiar las costumbres: que los camiones pisen c¨¦sped resistente o que la gente camine por rampas -para que el edificio simplifique sus recorridos- tiene un precio. Exige abrir la mente del usuario. El nuevo auditorio El B de Cartagena (18.500 metros cuadrados y 34 millones de euros de presupuesto) es ya el mayor edificio de la ciudad. Supone la recuperaci¨®n de los antiguos diques militares como paseo ciudadano. Y propone una relaci¨®n m¨¢s humana con la arquitectura. El estudio madrile?o Selgascano lo ha levantado tan rectil¨ªneo como la superficie plana del dique pero, como el mar, esconde un interior fluido y sorprendente.
M¨¢s all¨¢ de Cartagena, el edificio es importante porque conjuga lo mejor, lo m¨¢s real de la arquitectura espa?ola del siglo XX, para cuajar una nueva propuesta de futuro. Se trata de una obra con una marcada idea de lo p¨²blico que, frente a los iconos estelares del pasado, busca m¨¢s acercar que sorprender. La receta es sencilla: la antigua pobreza como futura riqueza. Pl¨¢sticos, plafones de papel prensado y hormig¨®n tratado con texturas -a la manera de Fisac, Sota y Soldevila en los sesenta- son recuperados con nuevas tecnolog¨ªas que les imprimen mayor resistencia.
Alejandro de la Sota, fallecido en 1996, evocaba en sus escritos "los tiempos en los que jug¨¢bamos a la pobreter¨ªa con tablones y uralita". Jos¨¦ Selgas y Luc¨ªa Cano (1965) renuevan esa tradici¨®n. Con poco -hormig¨®n, aluminio y pl¨¢sticos- abren una v¨ªa realista pero imaginativa para la arquitectura en los tiempos que corren. Re¨²nen decisi¨®n para imaginar los espacios, ingenio para repensar el uso de los materiales y horas, horas y horas de planificaci¨®n y control en el dise?o. El resultado es un edificio en el que todo cuadra y, sin embargo, todo parece casual. Nada est¨¢ descuidado y sin embargo -y esa es la novedad- todo respira sin la esclavitud de las simetr¨ªas o de las asimetr¨ªas, es decir: sin el cors¨¦ del orden que todo lo arrasa ni de las modas que tanto pervierten.
Pl¨¢stico, uralita y metacrilato salpican la mole, que mira al Mediterr¨¢neo
Jos¨¦ Selgas recuerda las conversaciones con los operarios de Rafael de la Hoz, otro maestro de la arquitectura moderna espa?ola, cuando, ante una soluci¨®n sencilla pero distinta se topaba sistem¨¢ticamente con tres frases: "No se puede hacer", "Eso va a ser car¨ªsimo" y, finalmente, "Quedar¨¢ muy feo". Cambiar los detalles de los materiales sencillos es trabajar el edificio y exprimir las posibilidades de la arquitectura.
No solo es cuesti¨®n de detalle, una compleja estructura hace que el nuevo auditorio recupere en su interior el descenso de la antigua playa de El Batel, anulada por la construcci¨®n del puerto militar. A las salas se accede por sendas rampas y los pl¨¢sticos "pobres", a los que se refer¨ªa Sota, son el material "aut¨®ctono" que emplea el edificio. No en vano, en Cartagena tiene su sede la empresa Sabic, l¨ªder mundial en la fabricaci¨®n de pl¨¢sticos. Adem¨¢s, Selgas asegura que el metacrilato es "m¨¢s sostenible que el vidrio -100% reciclable frente al 50% del vidrio-, m¨¢s econ¨®mico -160 euros el metro cuadrado frente a 400- y es mucho m¨¢s aislante".
Los arquitectos conocen bien el funcionamiento del metacrilato. Su casa y su Factor¨ªa Joven en M¨¦rida, que el Design Museum de Londres expondr¨¢ el a?o que viene, est¨¢n construidos con ese material. En Cartagena, una ¨²nica pieza colocada en franjas horizontales envuelve el edificio por fuera y organiza la tabiquer¨ªa por dentro. La otra pieza clave es un tubo de aluminio que le sirvi¨® al grafitero Spy para componer la din¨¢mica fachada que anuncia el auditorio cambiando de color: desde el mar es anaranjada; desde la tierra, azulada. Ese frente cambiante y coloreado a mano es solo un ejemplo de las miles de grandes y peque?as decisiones que encierra el auditorio, abierto al p¨²blico tras 10 a?os de trabajo. En ese tiempo, los proyectistas lo han revisado semanalmente y, como hicieron en Badajoz cuando construyeron all¨ª el Palacio de Congresos, han defendido la visita de obra tanto como la obsesiva experimentaci¨®n en el estudio. Se acab¨® la era de los proyectos dictados desde un jet privado y sin pisar la obra.
Con El B, ubicado junto al Museo Arqueol¨®gico que concluy¨® hace dos a?os Guillermo V¨¢zquez Consuegra, el puerto de Cartagena gana un paseo que habla de dos ¨¦pocas en la arquitectura espa?ola. Una m¨¢s p¨¦trea e introvertida. La otra, m¨¢s vibrante y social, se esfuerza por mezclar industria y artesan¨ªa para acercar la arquitectura a la gente. De eso trata este edificio. Cualquiera que lo visite experimentar¨¢ los efectos de un color, una bancada o una ventana bien puestos. La magia que se extrae de tratar con cuidado e imaginaci¨®n las cosas m¨¢s sencillas est¨¢ presente en cada metro de este auditorio.
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