Recuento del horror
Una exhaustiva investigaci¨®n revela detalles de c¨®mo Hitler y Stalin decidieron exterminar a catorce millones de personas
En septiembre de 1939, los ministros de Exteriores de la Alemania de Hitler y la Uni¨®n Sovi¨¦tica de Stalin firmaron un pacto que establec¨ªa unas fronteras que marcaban los l¨ªmites de su reparto de una fracci¨®n de Europa: esa l¨ªnea se conoci¨® por los nombres de sus firmantes: M¨®lotov-Ribbentrop.
Alrededor de esa l¨ªnea artificial, de car¨¢cter pol¨ªtico, se cometi¨®, entre 1932 y 1945, el mayor de los cr¨ªmenes de la historia de la humanidad: el exterminio intencionado, fruto de un c¨¢lculo pol¨ªtico, de catorce millones de personas. Una cifra que resulta casi inconcebible por su magnitud, y que ha pasado desapercibida porque no ten¨ªa nombre propio. No coincide con el Holocausto de los jud¨ªos, ni con el genocidio de los armenios. Los asesinatos masivos decididos por Hitler y Stalin en esa amplia zona, que incluye una parte de Polonia, Ucrania, Bielorrusia y las Rep¨²blicas B¨¢lticas, tuvieron unas ra¨ªces fuertemente pol¨ªticas, por encima (o simult¨¢neamente) de las motivaciones ideol¨®gicas raciales o nacionalistas que se utilizaran, o bien se ocultaran, en cada caso.
Timothy Snyder es uno de esos historiadores que cambian la perspectiva. No en vano ha sido colaborador de Tony Judt, a quien debemos una historia de Europa que ha removido viejos conceptos y nos ha permitido alcanzar un mejor conocimiento de los fundamentos de lo que ahora conocemos por un continente democr¨¢tico y relativamente consolidado. En esa misma l¨ªnea, Snyder trabaja ahora en solitario en la preparaci¨®n de una historia de la Europa oriental.
Snyder se ha tomado el trabajo de romper algunos muros que nos imped¨ªan valorar una buena parte del pasado reciente, y comprender, por tanto, importantes fen¨®menos del presente que nos perturban
Snyder se ha tomado el trabajo de romper algunos muros que nos imped¨ªan valorar una buena parte del pasado reciente, y comprender, por tanto, importantes fen¨®menos del presente que nos perturban. Antes de su investigaci¨®n sobre lo que llama "tierras de sangre", predominaban algunas explicaciones dominantes que imped¨ªan acceder a fen¨®menos tan dr¨¢sticos como las grandes matanzas. Una de ellas era el Holocausto, que hizo que la atenci¨®n de casi todo el mundo se fijara en el mayor genocidio de todos los tiempos y obviara otros asuntos de gran importancia. Otra, la propaganda de posguerra realizada por el eficiente aparato estalinista, que arrojaba sobre los nazis toda la responsabilidad de las atrocidades, dejando en un lugar menor las acciones masivas de los sovi¨¦ticos. A esa inteligente propaganda se sum¨® el eurocentrismo de las potencias aliadas. La URSS hab¨ªa formado parte esencial de la entente que acab¨® con el nazismo. Al acabar la guerra no parec¨ªa prudente para las potencias como Inglaterra y Estados Unidos sacar a la luz las criminales acciones de Stalin. La intelectualidad de izquierda de Francia y otros pa¨ªses se encarg¨® del resto. Y se aliger¨® el peso de la responsabilidad sovi¨¦tica.
No es s¨®lo el caso de las matanzas de Katyn, quiz¨¢s el m¨¢s c¨¦lebre de los enga?os de la direcci¨®n comunista. Hay muchos otros acontecimientos de una enorme atrocidad que cometieron Hitler y Stalin en esas tierras de sangre.
El primero de ellos, sustancial para la tesis de Snyder sobre el car¨¢cter pol¨ªtico de las matanzas, fue la gran hambruna provocada por Stalin en Ucrania, con un resultado de m¨¢s de tres millones de muertos. Pero hay m¨¢s, bastantes m¨¢s, como las matanzas ¨¦tnicas provocadas por los nacionalistas ucranios contra civiles polacos; o las matanzas posteriores de civiles ucranios por polacos. El caso de Bielorrusia, atrapada entre las fuerzas nazis y las del Ej¨¦rcito de Stalin, es escandalosamente desconocido. El diezmado de la poblaci¨®n, jud¨ªa y no jud¨ªa, fue de proporciones descomunales. Y para qu¨¦ hablar de los m¨¢s de tres millones de prisioneros rusos que los ej¨¦rcitos alemanes (o sea, la Wehrmacht, no s¨®lo las SS) dejaron morir de hambre y fr¨ªo, a prop¨®sito, en campos rodeados de alambradas y ametralladoras.
Hitler y Stalin, apoyados por un aparato pol¨ªtico que implicaba la colaboraci¨®n de muchos miles de sus conciudadanos, perge?aron esas matanzas en funci¨®n de sus intereses econ¨®micos
La lista es interminable, los n¨²meros imposibles de concebir. Y el diagn¨®stico aterrador: Hitler y Stalin, apoyados por un aparato pol¨ªtico que implicaba la colaboraci¨®n de muchos miles de sus conciudadanos, perge?aron esas matanzas en funci¨®n de sus intereses econ¨®micos (por tanto, pol¨ªticos). Hitler quer¨ªa hacer desaparecer a la mayor¨ªa de los eslavos para convertir el Este de Europa en un gigantesco productor de alimentos para Alemania. Stalin quer¨ªa hacer desaparecer el campesinado para convertir grandes territorios, como Ucrania, en productores de alimentos para los obreros sovi¨¦ticos, y tambi¨¦n le sobraban los campesinos. Las grandes matanzas no fueron perge?adas por odiosos demonios malignos, sino por modernos estadistas. Fueron obra de bur¨®cratas antes que de s¨¢dicos. Y concitaron una enorme complicidad tanto en Rusia (m¨¢s que en la URSS) como en Alemania.
Posiblemente el Holocausto fue el ¨²nico de esos gigantescos cr¨ªmenes que tuvo una base ideol¨®gica, aunque no fue en principio concebido como un exterminio, sino como el desplazamiento (con sus muertes necesarias incluidas) de todos los jud¨ªos a Madagascar o al Este de la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Una de las mayores monstruosidades de esa incre¨ªble etapa europea fue la c¨®mplice liquidaci¨®n de Polonia entre Stalin y Hitler. Ambos coincid¨ªan en liquidar a los polacos como pueblo. Para ello invadieron al un¨ªsono el pa¨ªs. Y su primer empe?o fue el de acabar con todos aquellos ciudadanos que tuvieran un m¨ªnimo nivel de formaci¨®n.
Las pol¨ªticas de memoria suelen ser selectivas, porque son, sobre todo, pol¨ªticas. De eso hay numerosos ejemplos vigentes hoy. Y Espa?a es un buen caso para ilustrar el asunto. La Historia rigurosa y contrastada de los acontecimientos es el ¨²nico ant¨ªdoto para librarse de ese mal de la memoria selectiva. El problema es que suele tardar mucho en producirse.
Snyder nos brinda uno de los mejores libros que se han producido en mucho tiempo para que la Historia desplace a la memoria interesada (normalmente nacionalista). No tiene la elegancia y la brillantez de Judt en su prosa, pero es m¨¢s que un digno ep¨ªgono.
Tierras de sangre. Europa entre Hitler y Stalin
Timothy Snyder
Traducci¨®n de Jes¨²s de Cos
Galaxia Gutenberg / C¨ªrculo de Lectores
Barcelona, 2011. 620 p¨¢ginas. 25 euros
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