Obras que, a la vista, no se ¡®ven¡¯
Aunque, en puridad, no cabe calificar como ¡°descubrimiento¡± el realizado por el Museo del Prado a prop¨®sito de una copia de La Gioconda de Leonardo atribuida a su disc¨ªpulo F. Melzi, pues es un cuadro inventariado en las colecciones reales desde la segunda mitad del siglo XVII, hay obras de arte que, estando a la vista, no se ven, y, en esta condici¨®n de invisibles, se extrav¨ªan; es decir, se pierden en el mont¨®n y, estando all¨ª, desaparecen. Por todo ello, cuando una mirada avispada recoloca la obra perdida en su antiguo esplendor, lo propio es llamar al hallazgo revelaci¨®n.
El Museo del Prado, que cuenta hoy con un cuerpo de conservadores y de restauradores entre los mejores del mundo ¡ªsi no el mejor, dicho esto sin aspavientos nacionalistas¡ª, est¨¢ siendo ¨²ltimamente pr¨®digo en revelaciones. V¨¦ase el todav¨ªa reciente caso del cuadro El vino de la fiesta de San Mart¨ªn, de Pieter Bruegel el Viejo y ahora el de esta copia sincr¨®nica de, ni m¨¢s ni menos, La Gioconda, atribuida a un destacado disc¨ªpulo del taller de Leonardo. En estos casos citados, se ha acreditado la agudeza visual de Gabriele Finaldi, director adjunto del Museo del Prado y antes conservador de la National Gallery de Londres, como, en otras ocasiones, resplandeci¨® la de Miguel Falomir, Manuela Mena, Javier Port¨²s, etc¨¦tera. Nos congratula un tan alto nivel de competencia cient¨ªfica en nuestro principal museo, pero, sobre todo, porque todas estas vicisitudes recalcan que el pasado es algo que hay que descubrir constantemente y que todos sus tesoros ocultos solo se revelan a quienes le prestan la debida atenci¨®n.
En la necesidad de replantearse el pasado, en el caso particular de obras de arte, no solo interviene la casualidad ayudada por la aplicaci¨®n de un especialista competente y responsable, sino todo un conjunto de muy diversos factores, como entre otros la presi¨®n de las indeclinables modas, no pocas veces atizadas por el siempre voraz mercado. Por esta ¨²ltima raz¨®n hay que andarse siempre con mucho tiento cuando se publicitan descubrimientos o revelaciones al margen de la esfera museal, donde siempre pueden intervenir tambi¨¦n factores esp¨²reos, pero donde al menos se tiene de entrada la garant¨ªa de que no son de car¨¢cter econ¨®mico. En cualquier caso, no cabe duda de lo esencial que es siempre, como antes se ha subrayado, saber que el pasado se reconstruye constantemente desde el presente, lo cual, adem¨¢s de ser ley de vida, explica la excitante aventura que supone revolver el almac¨¦n en busca de tesoros ocultos.
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