Esa magia inconfesable
El director del Museo Reina Sof¨ªa dirigi¨® la Fundaci¨®n T¨¤pies de Barcelona desde su fundaci¨®n en 1990 y hasta 1998
Antoni T¨¤pies es, sin duda, la figura m¨¢s prominente del arte espa?ol de la segunda mitad de siglo XX. Heredero de la genialidad de una primera vanguardia que contaba entre sus mejores representantes a Picasso, Mir¨® o Dal¨ª, fue una presencia constante en nuestro pa¨ªs durante los ¨²ltimos sesenta a?os, tanto por su pintura como por sus numerosas actividades e iniciativas (no podemos olvidar que uno de los centros de arte m¨¢s activos en Barcelona es la fundaci¨®n que lleva su nombre). Esto ha ocasionado que a menudo la persona enmascarase al arte y que la discusi¨®n sobre este ¨²ltimo se viera reducida a la par¨¢frasis de lugares comunes. M¨¢s interesado en responder a problemas de orden general que relativos a su propio trabajo, T¨¤pies fue parco respecto a este y, salvo excepciones como Comunicaci¨®n sobre el muro, Nada es mezquino o El arte contra la est¨¦tica, no ha ofrecido las claves adecuadas para entender su pr¨¢ctica art¨ªstica.
?Qu¨¦ tiene de singular la obra de T¨¤pies? ?Por qu¨¦ no ha cesado de atraernos? En primer lugar, porque sus pinturas no responden a ning¨²n canon. Calificarlas de abstractas, expresionistas o informalistas constituye una imprecisi¨®n, un vano intento de acceder a la obra de este artista a trav¨¦s de conceptos que ya le eran extra?os cuando hab¨ªa llevado a cabo su trabajo de madurez (las denominadas pinturas mat¨¦ricas).
Por mucho que sus referentes reconocidos fueran Mir¨® o Picasso y que sus afinidades electivas se situasen en el entorno de Kline o Motherwell, T¨¤pies pertenec¨ªa por edad y actitud vital a una generaci¨®n distinta, en la que la impronta de lo ef¨ªmero y la escritura es fundamental. Aunque en algunos de sus textos ¨¦l expresara opiniones un tanto contrarias, fruto seguramente de una situaci¨®n hist¨®rica particular como fue la Espa?a del r¨¦gimen de Franco, su obra se conforma a partir de las limitaciones del proyecto moderno. Si la pintura modernista hab¨ªa de ser antinarrativa, antirret¨®rica, plana y fundamentalmente pict¨®rica, el arte de T¨¤pies era narrativo y gustaba de recrearse en los recursos de la ret¨®rica. No respetaba la planice del lienzo, sino que se plegaba sobre ¨¦l. T¨¤pies aprehendi¨® de un modo excepcional la naturaleza material del lenguaje.
Sus pinturas reflejaban a la vez la materia de la forma y la forma de la materia, sin que ello signifique la anulaci¨®n de su diferencia como pretend¨ªa la modernidad. Su obra manten¨ªa una ambig¨¹edad estructural que dificulta su absorci¨®n por un sistema que necesita de lo normativo y comodificable. A caballo entre lo objetual, lo pict¨®rico y la escritura, sus lienzos tienen algo de escult¨®rico o t¨¢ctil y hacen evidentes las reglas de la pintura huyendo de cualquier tipo de idealismo. Por mucho que fuera evidente cierta inclinaci¨®n hacia el esteticismo, tambi¨¦n lo es que nunca cay¨® en el decorativismo o el fetichismo. Al contrario, su virtuosismo quedaba incorporado como ret¨®rica ¡ªy, por consiguiente, cancelado¡ª en la materialidad misma de su escritura.
Para T¨¤pies el arte estaba intr¨ªnsicamente ligado a la magia. Pero esta se relaciona m¨¢s con los juegos de manos de sobremesa que con los ritos cham¨¢nicos de un Joseph Beuys, por poner un ejemplo. T¨¤pies era consciente del cinismo de una ¨¦poca en la que el sistema lo devora todo y en la que el trabajo creativo se sit¨²a en el centro de nuestro sistema econ¨®mico. En este contexto la idea rom¨¢ntica del artista como demiurgo poseedor de verdades universales y trascendentes no tiene, como sabemos, cabida. Su capacidad de transformaci¨®n pol¨ªtica fue rebatida una y otra vez. Como el mago de feria, T¨¤pies sab¨ªa que todo es un truco y que lo importante no es el resultado final, sino el juego mismo, la relaci¨®n afectiva que se establece entre el artista y el espectador a trav¨¦s de un objeto. Este es el enigma del hecho art¨ªstico y tambi¨¦n su dificultad, ya que el arte, como el amor loco de Breton, es ese secreto inconfesable que nos permite estar juntos, o simplemente estar, m¨¢s all¨¢ de cualquier raz¨®n utilitaria o identidad impuesta.
Manuel Borja-Villel es director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sof¨ªa. Desde su fundaci¨®n en 1990 y hasta 1998 dirigi¨® la Fundaci¨®n T¨¤pies de Barcelona.
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