Brisa
El caso de Hamza Kashgari, el periodista saud¨ª detenido y deportado por la polic¨ªa de Kuala Lumpur a su pa¨ªs de origen tras haber hecho algo parecido a apostatar del Islam en twitter, tiene ramificaciones geopol¨ªticas. La comunidad de tuiteros no parece darse por aludida ante la posible condena a muerte de quien escribi¨® sus dudas religiosas dirigidas ret¨®ricamente hacia el profeta. La capacidad de movilizarse emocionalmente choca siempre con la prudencia y el miedo. La conmoci¨®n por la muerte de una cantante concita un masivo chorreo de correo r¨¢pido, pero en cambio en este caso se echa de menos una respuesta solidaria global. El sistema al completo deber¨ªa ofrecer refugio y colocar su mirada escrutadora sobre la desmesura de la ley religiosa.
?La figura del ap¨®stata nos retrotrae en el tiempo. Gore Vidal inmortaliz¨® a Juliano, el emperador que trat¨® de recuperar la creencia pagana y el pensamiento plat¨®nico frente a la rutilante potencia del cristianismo, antes de morir atravesado por una jabalina perdida junto al Tigris. Por m¨¢s que los tiempos cambian, nunca cambian del todo. El asunto Kashgari se entrecruza con las inc¨®gnitas sobre las revueltas sirias y la incapacidad de la Liga ?rabe y los pa¨ªses occidentales para frenar las matanzas. Parece complicado dar lecciones de libertad y progreso mientras persiste la persecuci¨®n interna. El mundo es una caldera de contradicciones. Por eso tanta catatonia pol¨ªtica.
Hace a?os en Damasco conoc¨ª a unas universitarias que estudiaban espa?ol y representaron para m¨ª un fragmento teatralizado de Mujeres al borde de un ataque de nervios. La escena del gazpacho escrita por Almod¨®var me pareci¨® entonces un s¨ªmbolo perfecto de que la seducci¨®n cultural es nuestra mejor aportaci¨®n al progreso. En su castellano esforzado sonaba a met¨¢fora liberadora. Esas mismas chicas, que vest¨ªan al modo occidental, me contaron que si quer¨ªan hacer manitas con el novio prefer¨ªan ponerse el velo y as¨ª no despertar tanta sospecha en el barrio, en el caf¨¦, en el autob¨²s. Me hizo gracia empezar a atisbar que debajo de toda represi¨®n late el anhelo de libertad, aunque sea entre las l¨ªneas de un tuit. Pensemos en ellas y en el activista Kashgari frente al miedo de tantos a dejar que corra la brisa.
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