Propaganda con dos siglos de retraso
Un estudio recoge la vida y obra de los 12 primeros grabadores en Espa?a Llegaron de Pa¨ªses Bajos en el XVII para ilustrar las virtudes de la monarqu¨ªa, la Iglesia y los nobles En el resto de Europa este tipo de retratos se ven¨ªan haciendo desde el Renacimiento
Un hombre mayor, ¡°cargado de mujer e hijos, pobre y necesitado¡±, solicita dos raciones diarias ¡°para poder subsistir¡±. Tambi¨¦n ca¨ªa el fr¨ªo sobre febrero, pero de hace 400 a?os. El grabador flamenco Pedro Perret hab¨ªa llegado a Espa?a desde Roma en busca de prosperidad, a un pa¨ªs en el que no exist¨ªa tradici¨®n en su oficio y le ped¨ªa por escrito al maestro mayor de las obras reales sustento a cambio de su trabajo a favor de la imagen del nuevo rey Felipe IV. Atra¨ªdo por la ausencia de grabadores, la perspectiva laboral era inmejorable en la reciente capital de la monarqu¨ªa cat¨®lica. No debi¨® de tardar demasiado en entender que el pa¨ªs al que llegaba era muy diferente a los que hab¨ªa dejado atr¨¢s.
Perret, como el resto del grupo de 12 artistas grabadores que aterrizaron por estas tierras en pleno siglo XVII, tuvieron que sacar adelante a sus familias compaginando su profesi¨®n con puestos en la Corte, como archeros (la guardia de Corps de su majestad), comerciantes de estampas o maestros de otros artistas. A pesar de que no hab¨ªa en Espa?a una sola persona que conociese el arte del grabado hasta la fecha, y de que hab¨ªa intenci¨®n de apoyar a estos 12 artistas para crear con ellos escuela antes de ir a buscarlos fuera, tuvieron que pasar por notables penalidades en sus relaciones laborales. Sin olvidar la ins¨®lita compatibilidad de sus convicciones religiosas en un entorno social aparentemente adverso.
El d¨¦ficit del grabado espa?ol llegaba a su final con dos siglos de retraso. La reproducci¨®n de obras de arte, la difusi¨®n de las creaciones de los maestros y la divulgaci¨®n de las naciones y sus poderosos, multiplicado en im¨¢genes, era algo propio de la estampa europea desde el Renacimiento.
La necesidad de propaganda
¡°Era una de las primeras f¨®rmulas de la propaganda. Santos, personajes importantes, ¨®rdenes religiosas, reyes, reproducciones de cuadros¡ La imagen empezaba a tener un valor esencial en relaci¨®n con el poder. La ¨¦lite cultural trataba de utilizar la imagen para defender su poder y ensalzarse, para consolidar su dominio¡±, explica Jos¨¦ Manuel Matilla, Jefe del Departamento de Dibujos y Estampas del Museo Nacional del Prado, que junto con los especialistas Javier Blas y Mar¨ªa Cruz de Carlos han realizado, para la Biblioteca Nacional de Espa?a y el Centro de Estudios Europa Hisp¨¢nica, Grabadores extranjeros en la Corte espa?ola del Barroco, el primer corpus documental y visual de los inicios del grabado.
El cat¨¢logo, con 1.060 entradas, recorre vida y obra de los vanguardistas en una Corte atrasada. A Pedro Perret, Diego de Astor, Cornelis Boel, Juan Schorquens, Alardo de Popma, Juan de Courbes, Martin Droeswoode, Juan de Noort, Herman Panneels, Pedro Perete, Roberto Cordier y Mar¨ªa Eugenia de Beer (la primera mujer grabadora de Espa?a) no se les reconoci¨® sus labores de grabadores como un trabajo, sino como algo parecido a un entretenimiento.
El calvinista Cornelis Boel trabajaba sobre planchas de tema cat¨®lico, en un ejercicio in¨¦dito de conciliaci¨®n religiosa
Llegaban a Espa?a huyendo de la competitividad laboral de Amberes, una de las m¨¢s importantes capitales culturales de Europa y el mayor centro productor de libros y estampas del continente. Una vez aqu¨ª tuvieron que olvidarse del car¨¢cter emprendedor de la burgues¨ªa flamenca, impulsada por un incipiente capitalismo, porque Madrid no pod¨ªa competir con el esplendor de las populosas urbes de los Pa¨ªses Bajos. ¡°Tampoco la estructura social en Espa?a, basada en relaciones estamentales de ra¨ªz feudal gravitando sobre una arcaica nobleza hereditaria y un catolicismo militante, era propicia para generar un cambio de mentalidades y modernizar los dispositivos culturales¡±, escriben los autores del libro.
Conciliaci¨®n religiosa
La monarqu¨ªa plurinacional de los Austrias, que no se cimentaba en ¡°una ¨²nica naturaleza espa?ola, ni una ¨²nica naci¨®n legal espa?ola¡±, no parec¨ªa que el credo religioso fuera m¨¢s importante que el rey que se compart¨ªa. Por eso encontramos a Cornelis Boel, fiel a la Iglesia Reformada Nerlandesa (formada por calvinistas huidos de las persecuciones religiosas en los Pa¨ªses Bajos), trabajando sobre planchas de indudable calado cat¨®lico, en un ejercicio in¨¦dito de conciliaci¨®n religiosa.
A pesar de todo, la Iglesia fue uno de los principales clientes de estos grabadores, que abrieron camino sobre una sociedad tan dura como los metales con los que trabajaban. Necesitaba estas im¨¢genes para leer, saturadas de asuntos iconogr¨¢ficos, para estampar en sus libros. A pesar de que la mayor parte de la literatura del Barroco no se ilustraba, las ediciones sobre las virtudes y dotes de monarcas y santos se iluminaban desde la misma portada.
Y era extendido entre los grabadores el h¨¢bito de adaptar, reinterpretar o simplemente copiar estampas de otro. Seg¨²n los historiadores, estos artistas actuaron con una ¡°impl¨ªcita tolerancia¡± ante conductas de ¡°apropiaci¨®n legitimadas por el uso¡±. ¡°La dimensi¨®n de esas conductas es manifiesta pues revela la escasa conciencia de la propiedad intelectual asociada a la creaci¨®n de im¨¢genes, con sus efectos derivados sobre la valoraci¨®n art¨ªstica del grabado y la consideraci¨®n social de sus realizadores. Revela tambi¨¦n la voluntad de rentabilizar la idea y el car¨¢cter instrumental del grabador como mero intermediario entre el inventor y el receptor del mensaje¡±, a?aden.
¡°Que en la primera mitad del siglo XVII alguno de los colegas se apropiara de un retrato o una portada o una imagen religiosa era asunto de escasa importancia y asumido por todos los grabadores¡±, explican. De otra manera hubiera sido imposible la propagaci¨®n de retratos como el de William Shakespeare. El primero de todos ellos, que todav¨ªa hoy sigue reproduci¨¦ndose (pero en nuestras pantallas), hay que firm¨¢rselo a Martin Droeswoode, otro de los 12 avanzados. Droeswoode, castellanizado r¨¢pidamente en mil y una variantes (Droeshaut, Drousaut, Droushout, Droussoit¡) fue otro caso de autor de origen calvinista trabajando en corte de monarqu¨ªa cat¨®lica. Droeswoode disfrut¨® de una Europa de fronteras religiosas m¨¢s flexibles.
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