Rodrigo Cort¨¦s, m¨¢s brillante bajo tierra
Cuentan que el arriesgado y espl¨¦ndido guion de Buried llevaba dando agotadoras e in¨²tiles vueltas por las productoras estadounidenses hasta que un director espa?ol llamado Rodrigo Cort¨¦s se empe?¨® en que la tragedia angustiosa de un hombre encerrado en un ata¨²d y con la ¨²nica compa?¨ªa de un tel¨¦fono m¨®vil y un encendedor pod¨ªa dar lugar a una pel¨ªcula de primera clase. Y lo consigui¨®. Una haza?a para la que muy pocos directores, malabaristas de las im¨¢genes, los sonidos y el suspense (cualquier cin¨¦filo pensar¨¢ inevitablemente en Hitchcock), est¨¢n capacitados. Durante cien minutos el espectador se empapaba del terror, la claustrofobia, la esperanza, los recuerdos, los gritos implorando ayuda a trav¨¦s de un tel¨¦fono, los s¨®rdidos intereses de la guerra de Irak, el kafkiano imperio de la burocracia, la desolaci¨®n final de ese pobre tipo sometido a la peor de las torturas.
Consecuentemente, todos los espectadores con paladar educado esperaban con notable ilusi¨®n el siguiente proyecto de un autor tan inquietante. El ¨¦xito de la ins¨®lita Buried, avalado no ya por la cr¨ªtica sino por la recomendaci¨®n que hac¨ªa de ella el estremecido p¨²blico, le ha servido a Rodrigo Cort¨¦s para poder rodar un guion propio, con estrellas del cine internacional como Sigourney Weaver y Robert De Niro, cuya personalidad y arte poseen un incuestionable e ilimitado prestigio, con un presupuesto de lujo en el cine espa?ol, e imagino que absoluta libertad creativa. El resultado es Luces rojas, dotada de un argumento inicialmente atractivo. Una doctora especializada en parapsicolog¨ªa y su joven ayudante investigan todos los posibles fraudes que se cometen apelando a lo sobrenatural, la corporizaci¨®n de los esp¨ªritus,las consoladoras o temibles, pero presuntamente reveladoras ouijas, quiromantes infalibles, mentalistas que doblan cucharas, adivinan los secretos m¨¢s ¨ªntimos de gente a la que desconocen y hacen que todo flote con la ¨²nica ayuda de su poderoso y retorcido cerebro.
De entrada, resulta poco cre¨ªble que la universidad disponga de una secci¨®n abarrotada de medios y de alumnado para la ciencia que estudia los fenomenos paranormales. Tambi¨¦n que los palcos de los teatros en los que realizan falsos o verdaderos milagros los gur¨²s m¨¢s publicitados de lo extrasensorial est¨¦n ocupados por c¨®mplices de los farsantes utilizando a rostro descubierto la compleja maquinaria que precisa el fraude y por sus perseguidores manejando los sofisticados instrumentos que demostrar¨¢n la falsedad de los hacedores de prodigios.
Este universo est¨¢ concebido con solidez visual, con la impecable factura del cine norteamericano pretendidamente serio. Lo que ves y escuchas, a pesar del misterio, no te altera ni poco ni mucho, pero la presencia de Sigourney Weaver y su facilidad para otorgar credibilidad y fuerza expresiva a cualquier personaje que interprete, hace que se mantenga cierto inter¨¦s cuando ella domina el plano. Lamentas su desaparicion, aunque entonce entra en escena Robert De Niro, al que no le cuesta esfuerzo inspirar desasosiego dando vida a un ciego que supuestamentepuede sanar o matar al pr¨®jimo con el poder de su mente. Son complementos de primera clase para el insulso protagonista, un Cillian Murphy que no comunica nada, a pesar de su permanente tormento y una novia que le han buscado pero que nunca puedes adivinar qu¨¦ demonios pinta en esta intriga.
Este universo de imposturas peligrosas ofrece al final un giro sorprendente sobre la verdadera personalidad del acosador de farsantes, pero hasta ese momento existe demasiada confusi¨®n, una narrativa muy pulcra pero que no posee nervio, sucesos presuntamente angustiosos que te dejan indiferente. La decepci¨®n es dolorosa. Esta discreta pel¨ªcula lleva la firma de un director del que esperabas lo mejor.
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