C¨¢diz, capital de Espa?a
Hubo tres a?os en los que C¨¢diz fue capital de Espa?a, cuando Espa?a llegaba desde San Francisco a Manila, de Buenos Aires a Barcelona, de Tejas a la Isla de Pascua. Fue de 1810 a 1813, cuando la Administraci¨®n y el Gobierno ¡°de los espa?oles de ambos hemisferios¡± (como rezar¨ªa luego el texto de la Constituci¨®n que se iba a redactar en C¨¢diz) se refugi¨® en el principal puerto de la Pen¨ªnsula. Gran Breta?a era la due?a de los mares desde Trafalgar y Espa?a estaba en guerra contra Napole¨®n. En esas condiciones, por primera vez en la historia se eligieron diputados para Cortes. Esos diputados fueron llegando poco a poco a la sitiada ciudad. La armada brit¨¢nica, la marisma de San Fernando, los bastiones que fortificaban la ciudad, las tropas del ej¨¦rcito regular del duque de Alburquerque y de los Voluntarios Distinguidos supieron mantener a las tropas del general Soult al otro lado de la Bah¨ªa.
C¨¢diz pas¨® de 40.000 a 100.000 habitantes y vio florecer el comercio, el pensamiento y los debates pol¨ªticos. Como escribi¨® Benito P¨¦rez Gald¨®s en su Episodio Nacional C¨¢diz, por la calle Ancha lat¨ªa el coraz¨®n de las Espa?as. Varios teatros en diferentes idiomas amenizaban a los sitiados, mejor abastecidos y con mayor confort que los sitiadores. Hasta 30 peri¨®dicos llegaron a publicarse de manera simult¨¢nea, desde el Semanario Patri¨®tico que el diputado Quintana se trajo de Madrid, hasta El Robespierre Espa?ol, El duende de los caf¨¦s y, sobre todo, El Conciso de Ogirando, el antecedente del periodismo moderno como han estudiado los profesores ?lvarez Junco y Gregorio de la Fuente en El nacimiento del periodismo pol¨ªtico moderno. Lleg¨® a distribuir 2.000 ejemplares. En los caf¨¦s Apolo y del Correo, en las tertulias de Frasquita Larrea y Margarita de Morla se debat¨ªa lo que luego llegaba a las Cortes reunidas en el Oratorio de San Felipe Neri. Las mujeres no pod¨ªan ni presenciar los debates de las Cortes como era costumbre en la ciudad, porque as¨ª lo decidieron los diputados, as¨ª que se desquitaban en las tertulias.
Por el mar llegaban provisiones de Portugal, de Marruecos y de los huertos vecinos, y por el mar iban llegando diputados, noticias y riquezas de Am¨¦rica. Mientras arribaban los diputados americanos, otros vecinos de la ciudad los sustitu¨ªan, seg¨²n estipularon las Cortes. El ¨²ltimo en llegar fue Ventura de los Reyes, desde Filipinas, que a sus 70 a?os no tuvo reparo en afrontar un viaje tan largo y penoso. C¨¢diz era la capital de un vasto imperio y como tal se comportaba, mientras los diputados elaboraban una Constituci¨®n inspirada en las ideas de la Ilustraci¨®n. Marx dijo que los sitiados adoptaron las ideas de los sitiadores. Les a?adieron unas gotas de catolicismo rancio y all¨ª qued¨® plasmada la soberan¨ªa nacional, la divisi¨®n de poderes, la extensi¨®n de la ense?anza y la libertad de prensa. Cuando se fueron las Cortes ya nada fue igual. La decadencia de la ciudad comenz¨® inexorable, aunque ayer se revivi¨®, por momentos, el esplendor de esa capitalidad pasada.
Babelia
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