Los estragos del amor
¡°Yo me detuve a su lado, bajo el cielo sereno. Y siguiendo con sus ojos el vuelo de las lib¨¦lulas entre las plantas silvestres y las camp¨¢nulas, y escuchando el rumor de la suave brisa entre el c¨¦sped, me admir¨® que alguien pudiera atribuir inquietos sue?os a los que dorm¨ªan en tan quietas tumbas¡±. El ¨²ltimo p¨¢rrafo de Cumbres borrascosas envuelve casi como ning¨²n otro el esp¨ªritu de la inmensa novela de Emily Bront?, publicada en 1847: la influencia del paisaje en la existencia de sus protagonistas, la desbocada pasi¨®n inherente en cada uno de sus comportamientos, la presencia casi fantasmal de las almas m¨¢s all¨¢ de la muerte, el desesperado dramatismo de los acontecimientos y el impagable valor de lo f¨ªsico, del arraigo de la tierra frente a la marea de las almas. Bront? conjuga todo ello en su prosa, pero, ?c¨®mo trasladar a lenguaje cinematogr¨¢fico ese c¨²mulo de ¨¦xtasis y resentimientos, de naturaleza casi demon¨ªaca?
'CUMBRES BORRASCOSAS'
Direcci¨®n: Andrea Arnold.
Int¨¦rpretes: James Howson, Kaya Scodelario, Solomon Glave, Shannon Beer. Nichola Burley. G¨¦nero: drama. Reino Unido, 2011.
Duraci¨®n: 129 minutos.
Huyendo del clasicismo de la m¨¢s excelsa adaptaci¨®n de la novela, la de William Wyler, de 1939, Andrea Arnold apuesta en Cumbres borrascosas, versi¨®n de 2011, por un radical hiperrealismo exacerbado con el que pretende aunar dos vertientes en principio poco conciliables: un salvajismo interior, una cercan¨ªa casi dolorosa, como de cine social, en el retrato de la pasi¨®n de estos dos esp¨ªritus de clases distantes; y un exquisito cuidado en el tratamiento de los elementos m¨¢s sensoriales, para tratar de llevar a la piel del espectador lo que hay en la piel de estas criaturas embravecidas. Y lo consigue. C¨¢mara en mano y a trav¨¦s de iluminaciones naturales (tambi¨¦n en las escenas de interior, a la luz de las velas, bell¨ªsimas), Arnold compone una pel¨ªcula que se huele, donde se puede sentir el viento y el barro, el f¨ªsico y tambi¨¦n el mental, provocado por la intemporal lucha de clases. Un tanto a la manera de Terrence Malick en El ¨¢rbol de la vida, como una pel¨ªcula que, por principio, debe provocar sensaciones, pero a?adiendo mecanismos formales que pueden resultar poco amables, caso de la ausencia de banda sonora (solo una canci¨®n de Mumford & Sons, grupo de folk-rock, casi en los cr¨¦ditos finales, un maravilloso contraste), de los planos desenfocados, de los sorprendentes insertos y de la brusquedad de las elipsis, que pueden provocar cierta incomodidad en parte de la platea.
La directora, hasta ahora centrada en un cine social rotundo y perturbador (as¨ª eran Red road y Fish tank), escapa adem¨¢s de sus se?as de identidad con la aportaci¨®n de elementos muy novedosos, como ese estrechamiento de la horizontalidad de la pantalla (la llamada relaci¨®n de aspecto) para componer aparentes cuadros que, por estilo, colorido y protagonismo, remiten al romanticismo pict¨®rico de Caspar David Friedrich. As¨ª, su Cumbres borrascosas es puro Bront?, aunque de nuevas tonalidades. Donde el aire fantasmal de las sucesivas adaptaciones se revuelve para, bas¨¢ndose en la letra de la propia novela, girar hacia un ¨¦xtasis directamente necr¨®filo.
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