Retorno al ¡®underground¡¯
Volvemos al underground. Literalmente: la nueva colecci¨®n de letras de Santiago Auser¨®n se presenta en el s¨®tano de la librer¨ªa madrile?a Tipos Infames. El hombre de las gafas negras est¨¢ escoltado en la mesa por Jenaro Talens, poeta y ensayista, el fil¨®sofo Jos¨¦ Luis Pardo y un servidor. Es una met¨¢fora demasiado tentadora: la cultura pop bajo tierra, en la semiclandestinidad.
Ese era uno de los sentidos del underground: clandestinidad, ilegalidad, la resistencia en la Segunda Guerra Mundial. ?Alguien recuerda aquella absurda portada del elep¨¦ Underground (1968), de Thelonius Monk? El pianista tocando en una granja francesa, con un oficial alem¨¢n capturado y una maquisarde como todo p¨²blico. El espacio subterr¨¢neo de Tipos Infames es mucho menos claustrof¨®bico, aunque se llena inmediatamente.
No resulta un evento medi¨¢tico. Solo una c¨¢mara ¡ª?de Canal Sur!¡ª est¨¢ haciendo tomas. Tampoco veo prensa musical, aunque puede que la editorial, Salto de P¨¢gina, haya orientado su mailing hacia el mundillo literario; Canciones de Juan Perro aparece en una colecci¨®n de poes¨ªa. Con todo, imposible no evocar otras presentaciones: por ejemplo, la de Veneno en la piel (1990), con los periodistas abarrotando la sala grande del estudio Cinearte y el acto ocupando su espacio en Cultura al d¨ªa siguiente.
Comparativamente, insisto, hemos retrocedido al underground. Incluso Auser¨®n menciona el achicamiento de su p¨²blico, que le ha llevado de las compa?¨ªas grandes hac¨ªa la autoedici¨®n, aparte de reducir su infraestructura a una oficina que lleva su hermana. Santiago no quiso pagar el impuesto que cobran las discogr¨¢ficas, al exigir un pellizco del cach¨¦ de directo. Y ahora mismo parece pensar solo en canciones sueltas: elaborar un ¨¢lbum es una tarea ingrata, con dudosa recompensa financiera.
Lo que no le quita ambici¨®n creativa: el 21 de julio, estrena en el festival Etnosur un espect¨¢culo de m¨²sica y danza llamado Juan Perro y la Zarabanda, que materializa su ¨²ltima preocupaci¨®n, el territorio cultural delimitado por Cuba, Espa?a y el delta del Misisipi.
Vuelta al acto. Talens, que edit¨® una recopilaci¨®n similar de letras de Radio Futura en Pre-textos, habla de su persistente fascinaci¨®n ante la obra de Santiago. Angl¨®filo en gustos musicales, Jenaro desconfiaba del rock espa?ol (¡°y del de otros pa¨ªses europeos¡±) por su impostaci¨®n, por su simpleza literaria, por su torpeza al acentuar. Hasta que descubri¨® que Auser¨®n aplicaba ¡°el rigor a la variada m¨¦trica espa?ola, en su doble vertiente octosil¨¢bica tradicional castellana y endecasil¨¢bica de signo italianizante¡±. Es decir, que resultaban naturales al o¨ªdo, como si fueran esos romances populares que se han ido puliendo cu¨¢l canto rodado.
Jos¨¦ Luis Pardo nos deslumbra con un recorrido por las referencias caninas en escritos filos¨®ficos griegos, interpolando las propias letras de Juan Perro. Como profesor de la Complutense, aprovecha para re?ir a Santiago por los veinte a?os que lleva preparando su tesis doctoral. Responde el interpelado: ¡°Pero estudio todos los libros que cada a?o me recomiendas¡±. Pardo tambi¨¦n se asombra de los cambios en las aulas espa?olas: pronto tiene que juzgar otra tesis sobre¡Frank Zappa.
A m? me toca enfatizar c¨®mo Auser¨®n ha colonizado nuestro pensamiento. Si eres periodista en activo, constantemente tiendes a titular con fragmentos de sus letras: Escuela de calor, El futuro ya est¨¢ aqu¨ª, Arde la calle, Un africano por la Gran V¨ªa, Enamorado de la moda juvenil, De un pa¨ªs en llamas. Finamente, Santiago me recuerda que ya es hora que dejemos ese cancionero y que pasemos al de Juan Perro.
Pero, ah, el repertorio perruno no tiene esa resonancia. ?La maldici¨®n de la world music? No se debe menospreciar el castigo que el p¨²blico roquero aplica a cualquier figura amada que se desplace hacia lo ¨¦tnico. Aunque alg¨²n d¨ªa se apreciar¨¢ el valor de la propuesta cuban¨®fila de Santiago, lo que ¨¦l llamaba jocosamente rock montuno.
O quiz¨¢s no: todav¨ªa podemos leer que Ry Cooder fue el descubridor de Compay Segundo, olvidando que la esencial Antolog¨ªa, producida por Santiago, se adelant¨® al Buena Vista Social Club del guitarrista californiano. De hecho, Auser¨®n consigui¨® a Compay un contrato con su misma discogr¨¢fica; Cooder debi¨® pedir permiso a DRO East West para contar con los servicios del sonero. Se reitera aqu¨ª por motivos obvios: puede ser una nimiedad pero urge llevar la contra a la mezquindad consuetudinaria del pa¨ªs.
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