Que el invierno le bendiga, se?or Auster
El escritor se lanza a tumba abierta y utiliza un lenguaje muy hermoso en su 'Diario de invierno' En el libro libro se muestra complejo, hipersensible y torturado aunque tambi¨¦n reconoce que ha sido bendecido por la suerte
![Paul Auster (Newark, Nueva Jersey, 1947), fotografiado con su hija en su casa de Nueva York, en 2002.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/6ONCDN5NBIHYAOX6AEBS6LG5YM.jpg?auth=e9ef66efad0d4e50f29d55e4d287849e7a952891319a39f0703c1e96b37db061&width=414)
La perversa an¨¦cdota la cuenta Christopher Hitchens en la impagable antolog¨ªa de sus ensayos, reportajes, perfiles y art¨ªculos titulada Amor, pobreza y guerra. Asegura que en Par¨ªs se acerc¨® a James Joyce una dama de gesto embelesado y le suplic¨® que le permitiera besar la mano que hab¨ªa escrito Ulises. ?l le contest¨®: ¡°Perm¨ªtame recordarle, se?ora, que esta mano ha hecho otras muchas cosas¡±. Vuelvo a encontrarme con esa aclaraci¨®n sugerente, realista y cruel de Joyce en Diario de invierno, de Paul Auster, aunque este lo describe de forma m¨¢s p¨²dica. Seg¨²n ¨¦l, la se?ora no pretend¨ªa besar la mano del creador de Leopold Bloom sino algo m¨¢s convencional como estrecharla.
Auster cita la frase de Joyce para hablar de la relaci¨®n que ¨¦l ha tenido a lo largo de la existencia con sus manos, sus pies, su boca, sus piernas, sus sue?os, su tos, sus resacas, sus ronquidos, ante la inminencia de que va a entrar en el invierno de su vida, de que como en la novela de Martin Amis ya sabe en qu¨¦ consiste La informaci¨®n, en despertar a cierta edad en medio de la noche y que te asalte la inapelable revelaci¨®n de que vas a morir, que eso puede ocurrir en cualquier momento, que lo que quieres se est¨¢ yendo.
Que nadie se alarme pensando que la b¨²squeda del tiempo perdido (y ganado) es un ejercicio narcisista
Que nadie se alarme pensando que la b¨²squeda del tiempo perdido (y ganado) que ha emprendido ese escritor con pinta de estrella de cine, tan le¨ªdo y admirado, tan cool, que comprensiblemente siempre ha estado de moda y llamado Paul Auster, es el ejercicio narcisista de alguien encantado consigo mismo cada vez que se mira en el espejo. Adem¨¢s de hablar de los ¨®rganos de su anatom¨ªa y las trascendentes cosas que le han ocurrido a estos, de trombos en sus piernas, cicatrices de los accidentes de infancia y adolescencia, lacerante sequedad de ojos y persistentes roturas de c¨®rnea, Auster describe con un lenguaje muy hermoso y la sensaci¨®n de lanzarse a tumba abierta y no permitirse en ning¨²n momento el lujo del autoenga?o su recuerdo de todas las casas permanentes y lugares que ha recorrido en su vida, de su penosa convivencia con los ataques de p¨¢nico (¡°el p¨¢nico es la expresi¨®n de una huida mental, la fuerza que surge espont¨¢neamente en tu interior cuando te sientes atrapado, cuando no puede soportarse la verdad, cuando resulta imposible afrontar la injusticia de esa verdad ineludible, y por lo tanto la ¨²nica respuesta es la fuga, desconectar la mente transform¨¢ndote en un cuerpo jadeante, crispado, delirante¡±, asegura Auster), de la mosqueante insistencia de toda su familia en morir de un repentino ataque al coraz¨®n (aunque en alg¨²n bendito caso, como el de su padre, este le enviara al otro barrio mientras estaba fornicando), de la desconexi¨®n con tu verdadera identidad (est¨¢ convencido de que ¡°todos somos extra?os para nosotros mismos y si tenemos alguna sensaci¨®n de qui¨¦nes somos, es solo porque vivimos dentro de la mirada de los dem¨¢s¡±), de lacerantes enigmas familiares, de la paternidad, de amantes de las que deseaba enamorarse y no pudo y al rev¨¦s, del infame descubrimiento de la gonorrea y del milagro de encontrarse con una puta que adem¨¢s de follar maravillosamente le recitaba a Baudelaire, de amores por los que luch¨® sin poder evitar su amarga extinci¨®n, de su gen¨¦tica capacidad para equivocarse de direcci¨®n al tomar cualquier camino, de la angustiosa imposibilidad de llorar ante las verdaderas tragedias y las p¨¦rdidas que sufres en la vida en un hombre cuyos ojos se humedecen frecuentemente con el cine, los libros, su tristeza o su soledad, de esa eterna m¨¢quina de escribir de segunda mano en la que ha intentado plasmar todo lo que le dictaba su imaginaci¨®n, su cabeza y sus sentimientos.
Comparte la reflexi¨®n de Joubert de que el fin de la vida es amargo pero hay que morir inspirando amor (si se puede)
Pero este hombre tan complejo, hipersensible y torturado, tambi¨¦n confiesa haber sido bendecido por la suerte (?o habr¨ªa que denominarlo como la m¨²sica del azar?, recordando parad¨®jicamente el t¨ªtulo de una de las novelas m¨¢s inquietantes y desoladoras que ha escrito) de llevar treinta a?os amando y siendo amado por una mujer, sin tormentas ni bajones, bendiciendo cada momento en su compa?¨ªa. Y comparte la reflexi¨®n de Joubert de que el fin de la vida es amargo pero hay que morir inspirando amor (si se puede).
El cansancio que sent¨ªa ante la escritura de Auster en los ¨²ltimos tiempos ha desaparecido con este veraz y emocionante Diario de invierno. Me apena que llegue el final de un libro que he devorado de un tir¨®n. Y me despido de ¨¦l con un nudo en la garganta cuando Auster escribe: ¡°Abrazando a tus hijos peque?os. Abrazando a tu mujer. Tus pies descalzos cuando te levantas de la cama y vas a la ventana. Tienes sesenta y cuatro a?os. Afuera, la atm¨®sfera es gris, casi blanca, no se ve el sol. Te preguntas: ?cu¨¢ntas ma?anas quedan? Se ha cerrado una puerta. Otra se ha abierto. Has entrado en el invierno de tu vida¡±.
Diario de invierno / Diari d¡¯hivern. Paul Auster. Traducci¨®n de Benito G¨®mez Ib¨¢?ez / Albert Nolla. Anagrama / Edi?ions 62. Barcelona, 2012. 248 / 192 p¨¢ginas. 18,90 euros (electr¨®nico: 14,99).
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