El espect¨¢culo de la civilizaci¨®n
La civilizaci¨®n del espect¨¢culo, titula Vargas Llosa su ¨²ltimo libro, palinodia de la contemporaneidad. Pero, ciertamente, estos tiempos y las circunstancias que ¨¦l lancea son hechos que se han quedado obvios y mostrencos varias d¨¦cadas atr¨¢s. Lo pertinente hoy no ser¨ªa tanto referirse a la civilizaci¨®n del espect¨¢culo y su filosof¨ªa revenida como al espect¨¢culo de la civilizaci¨®n. O, lo que es lo mismo, a la civilizaci¨®n transformada en el mayor espect¨¢culo.
En 1843 public¨® Joseph Proudhon su Filosof¨ªa de la miseria para que Carlos Marx, iracundo y sarc¨¢stico le respondiera cuatro a?os m¨¢s tarde con su volumen La miseria de la filosof¨ªa. Se trataba, en suma, de que mientras Proudhon, apoyado en los trabajos de Ricardo, no ve¨ªa otra cosa en los miserables que un destino excrementicio y sin salvaci¨®n, Marx se empe?aba en distinguir entre ese abono la potencia y la esperanza de la revoluci¨®n. Los pobres no lo ser¨ªan para siempre y cada vez m¨¢s sino que el mismo fermento de su masa dar¨ªa en un movimiento mef¨ªtico que enfermar¨ªa al poderoso e invertir¨ªa saludablemente el orden social.
No hace falta decir que las condiciones hist¨®ricas del proletariado antes o del "precariado" hoy han cambiado mucho los supuestos, pero no necesariamente para mal.
El "precariado" se compone cada vez m¨¢s de clase media y culta. No culta a la manera que agradar¨ªa a un conspicuo premio Nobel pero s¨ª informada (aunque sin libros) respecto a todo lo que hay. Bueno, malo y regular.
Este nuevo ciudadano, educado en la cultura de consumo, no es un pat¨¢n sino un tipo cr¨ªtico, esc¨¦ptico, escamado y con muchas ganas de reaccionar. No hay l¨ªderes al modo de Marx o Lenin para organizar la revoluci¨®n pero hay redes que hacen las veces de una levadura creciendo para la cooperaci¨®n. En met¨¢fora ecol¨®gica, no se tratar¨ªa aqu¨ª de que estas gentes fueran parte de una suma de residuos sin otro destino que el vertedero sino componentes de una materia prima lista para el reciclaje en un mundo mejor.
?Qu¨¦ mundo? La actual miseria de la filosof¨ªa no ha logrado todav¨ªa esbozar una alternativa cabal. Los protagonistas del 15-M saben lo que no quieren pero a¨²n les falta saber c¨®mo acceder a lo que a retazos desean.
El Estado se ha hecho de una parte tan invisible y escurridizo que no es se sabe c¨®mo dar con su coraz¨®n. Camuflado en la beneficencia hospitalaria a veces o encamado en el mismo lecho del Capital su entidad se deshace como en un caleidoscopio gigante donde se esconde mejor.
La civilizaci¨®n del espect¨¢culo ha sido una pel¨ªcula que llevamos viendo repetida desde hace lustros. Lo novedoso es comprobar como el espect¨¢culo es la misma civilizaci¨®n. Los medios siempre han rebuscado en argumentos sensacionalistas y la descomunal miseria con sus injustas desigualdades ser¨ªa hoy el m¨¢ximo foco de atenci¨®n.
En esta coyuntura, La filosof¨ªa de la miseria explotar¨ªa su deplorable contenido mientras La miseria de la filosof¨ªa conllevar¨ªa, en paralelo al texto de Marx, una denuncia de la civilizaci¨®n hecha espect¨¢culo.
Porque, en efecto, si la crisis ha adquirido esta magnitud y virulencia asesina, no es solo producto de su naturaleza ¨ªntima sino resultado de haber conquistado el principal papel como personaje del espect¨¢culo radiado, grabado o televisado. De la llamada "civilizaci¨®n del espect¨¢culo" estamos de vuelta. La idea hacia el futuro es la funci¨®n que desempe?an los medios de comunicaci¨®n para calentar, como en un Bar?a-Madrid, la transmisi¨®n de los avatares de la Gran Crisis y su habilidad para convertirla en un serial que d¨ªa tras d¨ªa nos lleva al borde del abismo, al borde de la quiebra y al infierno de una hoguera que, el d¨ªa menos pensado, puede convertir en cenizas a las piras de moribundos desprovistos de toda asistencia, de las m¨ªnimas prestaciones y hasta de una "miserable" fe en el porvenir.
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