Tony Judt dicta su ep¨ªlogo al siglo XX
Enfermo de ELA, el historiador brit¨¢nico condens¨® su biograf¨ªa y su testamento intelectual en un libro escrito a partir de un di¨¢logo con su colega Timothy Snyder
Entre el invierno y el verano de 2009, cada jueves, el historiador Timothy Snyder ten¨ªa la misma cita. Un tren y un metro le trasladaban hasta la casa neoyorquina de Tony Judt. En el vest¨ªbulo le aguardaba el historiador brit¨¢nico, que en los primeros encuentros todav¨ªa le recib¨ªa de pie aunque era incapaz de abrirle la puerta. La esclerosis lateral amiotr¨®fica (ELA) ya campaba a sus anchas por el organismo del ensayista aunque respetaba un reducto sagrado: la mente. Snyder hab¨ªa concebido una idea genial para burlar la enfermedad y prolongar la vida intelectual de su colega durante un tiempo: escribir un libro hablado. A partir de las conversaciones de los jueves de 2009, en las que ambos colegas dialogaron sobre historia, pensamiento y vivencias personales, se ha tejido Pensar el siglo XX (Taurus), el libro p¨®stumo de Tony Judt, que falleci¨® en agosto de 2010.
En el ep¨ªlogo, Judt confiesa su escepticismo ante la oferta. Hac¨ªa tres meses que le hab¨ªan diagnosticado la enfermedad. Ten¨ªa un libro en mente y tambi¨¦n la certeza de que la investigaci¨®n para culminarlo estaba fuera de su alcance. ¡°Mi enfermedad neuronal no iba a desaparecer y si quer¨ªa seguir trabajando como historiador, necesitaba aprender a hablar mis pensamientos: la ELA no afecta a la mente y en general no es dolorosa, de modo que uno es libre de pensar¡±.
El resultado ha sido un peculiar ensayo que hibrida tres almas: la biograf¨ªa de Judt, la historia del siglo XX y el tratado sobre las ideas
Antes que ¨¦l, Snyder hab¨ªa visto el camino: ¡°El d¨ªa que me di cuenta de que ya no iba a poder usar sus manos le propuse que escribi¨¦ramos un libro juntos¡±. Familiarizado con los ensayos construidos a partir de conversaciones ¡ªde larga tradici¨®n en la historia de Europa del Este en la que est¨¢ especializado el profesor de Yale¡ª, Snyder recuerda con ambivalencia el proceso: la tristeza ante el deterioro f¨ªsico irreversible de su colega y la satisfacci¨®n de construir algo juntos, entre dos de los grandes historiadores contempor¨¢neos. ¡°?l pod¨ªa concentrarse en lo que ten¨ªa, que era una incomparable mente llena de ideas y recuerdos. Pensamos y nos re¨ªmos juntos y a veces nos provocamos, pero lo m¨¢s importante es que este libro destaca el valor de la lectura, la conversaci¨®n y el respeto mutuo¡±, explica Snyder por correo electr¨®nico.
El resultado ha sido un peculiar ensayo que hibrida tres almas: la biograf¨ªa de Judt, la historia del siglo XX y el tratado sobre las ideas. Todas las mentes que, para bien o para mal, condicionaron la vida y el pensamiento de la pasada centuria desfilan por la obra. El duelo econ¨®mico entre Keynes y Hayek, Freud y la efervescente Viena de fin de siglo, los fascismos, la aniquilaci¨®n jud¨ªa y la banalidad del mal de Hannah Arendt, la expansi¨®n del marxismo y la decepci¨®n que se escapaba del tel¨®n de acero hasta que lo tumb¨® en 1989, la mala noche de sexo (y, relacionada o no, su ruptura ideol¨®gica) entre Arthur Koestler y Simone de Beauvoir, el mayo del 68... Tony Judt tambi¨¦n estaba all¨ª y su recuerdo est¨¢ te?ido de desconfianza, aunque nadie mejor que un ingl¨¦s para dar lecciones de revoluciones descafeinadas, a la vista de la deliciosa an¨¦cdota de sus tiempos de Cambridge.Tras correr e increpar al ministro de Defensa, Denis Healey, por la guerra de Vietnam, un polic¨ªa inquiri¨® a Judt:
¡ª?Qu¨¦ tal ha ido la manifestaci¨®n, se?or?
¡°Y yo, sin encontrar nada de extra?o o absurdo en la conversaci¨®n, me volv¨ª y le respond¨ª: Yo creo que ha ido bastante bien, ?no? Y continuamos nuestro camino. Esa no era forma de hacer una revoluci¨®n¡±.
Judt tuvo m¨¢s ¨¦xito con la historia que con las revueltas pol¨ªticas. Las mil p¨¢ginas de Postguerra le auparon entre los grandes. Acaso uno de los secretos de su solidez intelectual radique en su vocaci¨®n pol¨ªtica y su precoz inmersi¨®n en acontecimientos y corrientes que delinearon el mapa ideol¨®gico del pasado reciente. ¡°Nunca hemos perdido del todo la sensaci¨®n de que no se puede entender por completo el siglo XX si en alg¨²n momento no compartiste sus ilusiones, y la ilusi¨®n comunista en particular¡±, defiende en el libro. Y ¨¦l pas¨® por varias de sus fiebres antes de ser definido por Snyder como ¡°un rebelde de la izquierda, pero no un rebelde contra la izquierda¡±.
Judt lleg¨® al marxismo a la edad en la que otros a duras penas traspasan el umbral de la adolescencia ¡ªsu padre le regal¨® los tres tomos de la biograf¨ªa de Trostky a los 13 a?os-, no mucho m¨¢s tarde se convirti¨® en un sionista practicante que coquete¨® con la idea de establecerse en un kibutz socialista en Israel recogiendo pl¨¢tanos. ¡°Me introduje en los c¨ªrculos, aprend¨ª el idioma en ambos sentidos, literal y pol¨ªticamente. Yo era uno de ellos¡ Estar dentro significaba mirar con desd¨¦n a los no creyentes, ignorantes, incultos¡±.
Quiz¨¢s abraz¨® el sionismo porque no le hab¨ªan educado como jud¨ªo: su madre se ergu¨ªa para escuchar los discursos de la reina y asisti¨® horrorizada al sarampi¨®n fan¨¢tico de su hijo, que hab¨ªa crecido sintiendo que su casa era un idioma ¡ªel ingl¨¦s¡ª antes que un pa¨ªs ¡ªInglaterra¡ª. Pasar por el sionismo le dio toda la fuerza moral para decir lo que pensaba a?os despu¨¦s: ¡°En los pr¨®ximos a?os Israel va a devaluar, socavar y destruir el significado y la utilidad del Holocausto, reduci¨¦ndolo a lo que mucha gente ya dice que es: la excusa para su mal comportamiento¡±. A quienes le reprochaban su posici¨®n asertiva, replicaba: ¡°Un historiador sin opiniones no es muy interesante, y ser¨ªa muy extra?o que el autor de un libro sobre su propio tiempo careciera de una visi¨®n intrusiva de la gente y las ideas que lo protagonizaron¡±.
El sionismo fue su manera de rebelarse contra su condici¨®n de ingl¨¦s de segunda fila ¡ªhijo de emigrantes jud¨ªos del Este, de clase media-baja¡ª. Solo la sensatez de sus padres impidi¨® su deserci¨®n acad¨¦mica y posibilit¨® que, en los sesenta, Judt se convirtiese en uno de los advenedizos que acced¨ªa a Cambridge, que por vez primera abr¨ªa las puertas a estudiantes con familias que carec¨ªan de t¨ªtulos universitarios, e incluso de secundaria. En estos tiempos de marcha atr¨¢s es ¨²til recorrer su biograf¨ªa para apreciar la magnitud de su ¨¦xito, para tener presente que antes de ser profesor en las universidades de Cambrigde, Berkeley, Oxford y Nueva York, fue un prototipo de chico de clase baja al que le dieron una oportunidad.
Babelia
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