La nieta del guerrillero y el hijo del guardia civil
Almudena Grandes viaja a Madrid con los protagonistas de 'El lector de Julio Verne'
A ella se le hace raro vivir al lado de los protagonistas de su ficci¨®n, pero as¨ª es la vida y as¨ª es su literatura. Almudena Grandes inici¨® con In¨¦s y la alegr¨ªa su ciclo novel¨ªstico Episodios de una Guerra Interminable, sobre las consecuencias dram¨¢ticas de la contienda civil espa?ola, y de pronto la historia viva sali¨® a su encuentro. De ah¨ª naci¨® El lector de Julio Verne, que anoche desembarc¨® en Madrid, donde autora, protagonistas y editores (Tusquets) celebraron el ¨¦xito de la nueva novela de la serie.
Un profesor, hijo de guardia civil, Cristino P¨¦rez Mel¨¦ndez, ley¨® que el segundo episodio de la saga tendr¨ªa que ver con la Sierra Sur de Ja¨¦n, de donde era su familia, busc¨® a la novelista madrile?a y le cont¨® la historia que oy¨® de chico, sobre la persecuci¨®n y muerte de Tom¨¢s Vill¨¦n, a quien llamaban Cencerro, un guerrillero que fue perseguido por la guardia civil, precisamente, y que se suicid¨® antes de que lo agarraran aquellas fuerzas del orden franquista.
Esa historia es, desde marzo, cuando el libro lleg¨® a las librer¨ªas, el trasunto de El lector de Julio Verne, que Tusquets (donde publica Almudena desde Las edades de Lul¨²) trajo a Madrid anoche, en un acto que llen¨® el C¨ªrculo de Bellas Artes de lectores de ese libro y de toda la obra de la autora de Malena es un hombre de tango.
Cristino es Nino en el libro, y lee a Julio Verne, compulsivamente; la delicada raya entre la ficci¨®n y la realidad persigue a la serie, adrede; Almudena Grandes se ha valido de lo que ocurri¨®, que fue en lo dram¨¢tico simb¨®lico de la parte m¨¢s dura del siglo XX en Espa?a, como ella dijo, y que se instal¨® desde entonces en la f¨¢bula popular que hablaba de ello en cuchicheos.
La historia de Cencerro, que Cristino le cont¨® a Almudena, ten¨ªa nombre y apellidos, y descendientes. Uno de ellos es la nieta del guerrillero, Esther Palomera, que ya en Ja¨¦n (en Fuensanta de Martos, cuando sali¨® el libro) cont¨® muy minuciosamente lo que pas¨® aquel 17 de julio de 1947, cuando se suicid¨® el abuelo. Como cont¨® el periodista Jos¨¦ Mar¨ªa Calleja, que present¨® el acto, aquel fue un momento en el que la posguerra conoci¨® una noticia de dignidad: la mujer de Cencerro, embarazada, le hab¨ªa dicho a la guardia civil que en efecto Vill¨¦n era el padre de la criatura, y hab¨ªa sido torturada y encarcelada, de modo que cuando muri¨® el guerrillero fueron su hija y otros parientes de ¨¦stos quienes tuvieron que amortajarlo.
Esa noticia de dignidad de la que hablaba Calleja fue especialmente escalofriante, pues la guardia civil y los habitantes de Valdepe?as de Ja¨¦n, donde muri¨® Cencerro, organizaron una fiesta macabra en torno al cad¨¢ver, que finalmente fue rescatado por los familiares del guerrillero. La ficci¨®n retrata el instante, pero anoche, cuando fue evocado, la realidad regres¨® al escenario como una met¨¢fora hiriente de la peor etapa de la crudeza de la posguerra. Era el 17 de julio de 1947.
Cristino escuch¨® todo eso y se lo cont¨® a Almudena. Ahora ese relato que vivi¨® en el cuchicheo silencioso de la leyenda es la espina dorsal del libro; la escritora le ha a?adido ficci¨®n, pero incluso la ficci¨®n se acerca a la realidad de lo que hubo. Lo corrobor¨® Esther Estremera, la nieta. La represi¨®n de la posguerra persigui¨® la historia del abuelo como si la presencia de ¨¦ste en la vida tuviera que desaparecer. ¡°?ramos una familia sin abuelo¡±. Que Almudena Grandes se fijara en ese relato y en sus circunstancias reales ha sido para la familia de Cencerro una liberaci¨®n y una alegr¨ªa, hasta el punto, dijo Esther, que para ellos ahora Almudena Grandes ¡°es una bendici¨®n¡±. El abuelo no fue un bandolero, fue un guerrillero, un maquis; el miedo a decirlo ha pasado a ser el orgullo de haberlo tenido tan cerca, y en ese orgullo este libro es como la piedra en la que se asienta el alivio de poder contar la historia sin ser perseguidos por ello. ¡°Antes, para m¨ª¡±, explic¨® Esther Estremera, ¡°Almudena Grandes era una escritora; ahora es tambi¨¦n la mujer que ha hecho posible que una parte de la historia de Espa?a no sea una historia secreta. Y una de las partes de esa historia secreta era mi abuelo¡±.
Cristino, que es Nino en el libro, y cuya peripecia sienta la historia en los par¨¢metros de la novela, escuchaba, en el cuartel de la guardia civil, la parte de all¨¢ de la represi¨®n. La novelista lo ha recreado, ¡°y me ha dado como una segunda infancia; Oscar Wilde dijo que la naturaleza imita al arte. En el caso de mi propia experiencia la valida. De esas dos infancias una es real y otra es ficticia, pero ahora puedo decir que las dos tienen que ver¡±.
En sus conversaciones con el que luego iba a ser trasunto de su personaje, a Almudena Grandes se le qued¨® grabada la imagen de Cristino leyendo en un taburete, moviendo las piernas que no llegaban al suelo. ¡°Esa imagen me puso a escribir el libro¡±. Dijo la novelista: ¡°La verdad y la ficci¨®n se persiguen por las p¨¢ginas de la novela¡±. En la noche del C¨ªrculo, evocando lo que pas¨® en la Sierra Sur de Ja¨¦n, los lectores de Almudena Grandes, que disponen del libro desde marzo, pudieron sentir ese latido doble, la ficci¨®n y la realidad contando el drama desde miradas distintas que confluyen en una sola: hasta que la historia no se puede contar sigue doliendo. Esther Estremera quiso terminar su estancia en la mesa, junto a la novelista y al hijo del guardia civil que oy¨® la historia de su abuelo, con una invocaci¨®n al juez Garz¨®n, que quiso salvar la memoria hist¨®rica y que es de aquellos pagos donde ocurre la represi¨®n que narra El lector de Julio Verne.
Babelia
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