Adaptaci¨®n sin alma de ¡®En el camino¡¯
Ignoro si la gente joven sigue leyendo la novela de Jack Kerouac Si as¨ª fuera, ignoro si les provoca la hipnosis y la enso?aci¨®n que sintieron otras generaciones
![Carlos Boyero](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F3dbb619b-3e3c-40b8-b9f1-db0410f3ec12.png?auth=cb6b6c4b48d12bc46bff47bd4e1d1795580ddd0269e078960755d4ae1f2e95cb&width=100&height=100&smart=true)
![Viggo Mortensen, ejerciendo de torero 'amateur'](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/AEADARYGB6QSQN3CGFOJVPIIHE.jpg?auth=cead18c5a4fc177f176b64368e458d90bcf458ca85b55bb5fe602b80384b0367&width=414)
Ignoro si la gente joven sigue leyendo la novela de Jack Kerouac En el camino, y si as¨ª fuera, ignoro si les provoca la hipnosis y la enso?aci¨®n que sintieron otras generaciones. Yo recuerdo mi encuentro con ella a comienzos de los a?os setenta como una revelaci¨®n conmovedora, una sensaci¨®n parecida a la que me otorg¨® la maravillosa vitalidad de la obra de Henry Miller, que estaba prohibida en Espa?a y la consegu¨ªas clandestinamente en ediciones argentinas. Y por supuesto, al leer a Kerouac en aquellos a?os de excesiva incertidumbre y l¨®gico desasosiego te entraban irresistibles ganas de lanzarte a la carretera. El autoestop era una forma accesible de viajar. En mi caso no llegu¨¦ muy lejos. Solo di algunas vueltas por Espa?a y cruc¨¦ la frontera con Francia un par de veces. No encontr¨¦ mi camino definitivo en esos viajes pero sirvieron para oxigenarme y hacerme so?ar. Tambi¨¦n me acompa?aba permanentemente en la mochila esa novela elegiaca. No he vuelto a leerla. Por precauci¨®n o miedo, temiendo el desencanto o la comprobaci¨®n de que eras otra persona en aquellos momentos, pero guardar¨¢ eternamente un lugar privilegiado en mi memoria.
A lo largo del tiempo o¨ªas hablar insistentemente de proyectos que pretend¨ªan adaptar al cine las aventuras itinerantes, internas y externas, del sensible y observador Sal Paradise y el muy golfo y entra?able buscavidas Dean Moriarty, su imperiosa necesidad de encontrar sentido a la vida mediante el movimiento continuo, su convicci¨®n de que todav¨ªa quedaba pureza en la carretera recorriendo las ciudades y los pueblos de Estados Unidos, su amor al jazz, sus continuos pasotes de alcohol, hierba y anfetas, el ansia saciada de sexo, el pavor al compromiso sentimental y familiar, la certeza de que se iban a cruzar con otros esp¨ªritus como los suyos y de que en cualquier lugar habr¨ªa amigos esper¨¢ndoles y ofreci¨¦ndoles provisional cobijo. Esos otros pod¨ªan ser el yonqui William Burroughs (en la pel¨ªcula, Viggo Mortensen), viviendo en el campo y disparando a las botellas entre chute y chute, o el poeta Allen Ginsberg, que estaba acumulando experiencias vitales para que tanta gente se estremeciera y se identificara existencialmente con su alucinado y emocionante poema Aullido.
Walter Salles, que ya hab¨ªa descrito en Diarios de motocicleta los viajes a trav¨¦s de Sudam¨¦rica del joven Ernesto Guevara, ese vagabundeo inici¨¢tico que le convencer¨¢ de la necesidad de actuar e intentar cambiar las cosas, se ha empe?ado en retratar en im¨¢genes el universo de En el camino. Y ha fallado en la apuesta. No ha sabido trasladar el esp¨ªritu, el latido, la poes¨ªa, el v¨¦rtigo que contiene esa novela excepcional. Que la ambientaci¨®n, la atm¨®sfera, la multitud de localizaciones, la ¨¦poca y la m¨²sica est¨¦n muy cuidadas no sirve para atrapar el alma de esa compleja gente, para que te impliques en sus complicadas relaciones afectivas, en su hambre de vida. Est¨¢ bien ilustrada pero le falta lo principal. Tampoco me sugieren nada especial los actores principales, esos juveniles Garrett Hedlund y Sam Riley que componen a Moriarty y a Paradise desde fuera, sin lograr que al espectador le interese demasiado lo que les pasa por dentro. Walter Salles ha realizado una pel¨ªcula fr¨ªa y rutinaria con un material que estaba en carne viva. Otra vez ser¨¢. El cine sigue en deuda con esos vagabundos de las estrellas que invent¨® Jack Kerouac.
![EL INVITADO DE HONOR. A sus 73 a?os, el director italiano Bernardo Bertolucci se convirti¨® ayer en el invitado especial de Cannes. Bertolucci present¨® su nueva pel¨ªcula, 'Io e te'.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/QUC37DDDLQRJAR6IZFG2S6YWIU.jpg?auth=001d9681524416a8308825d52147d0b3dfe6940c69190081b9d89522e4420e8a&width=414)
Se o¨ªan muchas risas y hab¨ªa sensaci¨®n de alborozo y complicidad en la sala ante el ¨²ltimo disparate del director franc¨¦s Leos Carax, se?or al que se profesa culto en Francia aunque jam¨¢s haya podido comprender las razones. Nada de lo que ocurre en la espantosa Holy motors es comprensible para un espectador que no haya perdido las neuronas, aunque tambi¨¦n dudo que su autor entienda de que est¨¢ hablando. Pero alguien nos explicar¨¢ que se trata de poes¨ªa, corrosi¨®n y delirio, cositas tan prestigiosas que no precisan la m¨ªnima coherencia. A lo largo de un d¨ªa y una noche un multimillonario al que trasladan en una limusina por Par¨ªs adopta disfraces de mendiga anciana, de chino loco que zampa flores en los cementerios y secuestra a una modelo, de ninja psicod¨¦lico, de viejo moribundo, de asesino, de acordeonista popular. Imagino que con la supuesta intenci¨®n de transgredir y provocar, de exaltar la belleza del gesto y de la impostura. Es una sucesi¨®n de tonter¨ªas sin gracia, los caprichos vacuamente surrealistas de un ni?o consentido e irritante.
Se ha proyectado en la Quincena de Realizadores la pel¨ªcula del espa?ol Jaime Rosales Sue?o y silencio. La he visto y o¨ªdo con pasmo ingrato, sabiendo que me est¨¢ contando algo tan terror¨ªfico como la muerte de un hijo en un accidente y los intentos de los devastados padres y hermana por sobrevivir a esa experiencia atroz y encontrar alg¨²n asidero vital. Ese tema lo trat¨® de forma conmocionante Nanni Moretti en La habitaci¨®n del hijo. El lenguaje visual que utiliza Rosales para hablar de la tragedia de esa familia, las elipsis, los di¨¢logos improvisados, esos actores que parecen no actuar, el af¨¢n por no subrayar los sentimientos, me alejan permanentemente de un argumento que tendr¨ªa que impresionarme.
Jaime Rosales me inquiet¨® con la malsana Las horas del d¨ªa y percib¨ª un original talento expresivo en La soledad. No entend¨ª nada y me puso de los nervios el estilo para retratar la cotidianeidad de un asesino etarra en Tiro en la cabeza. En Sue?o y silencio, mi deserci¨®n de su mundo ya es acelerada. Como dicen los cr¨ªticos con esp¨ªritu reflexivo y rigor anal¨ªtico, ya habr¨¢ tiempo cuando se estrene en Espa?a para hablar en profundidad de pel¨ªcula tan rara. Pero yo renuncio a esa tarea tan ¨¢rida como imposible. Que se la expliquen a ustedes aquellos que saben valorarla.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.