Cuba a fuego lento
La isla, cada vez m¨¢s isla, ha cocinado bajo el sol un fabuloso guiso cultural A¨²n sorprende al mundo por su creatividad Hemos elegido un pu?ado entre 100 grandes
Hagamos caso a los sabios, y entre los que m¨¢s al etn¨®logo Fernando Ortiz y al poeta Gast¨®n Baquero: la cubanidad o cuban¨ªa no se define por la tierra cubana donde se naci¨®, ni por la ciudadan¨ªa pol¨ªtica que se goza (o se sufre), menos a¨²n por el concepto de raza, ya que no existe una raza cubana. La cuban¨ªa, dice Ortiz, ¡°es principalmente la peculiar calidad de una cultura, la de Cuba¡±, y esta viene determinada por numerosos factores, entre los principales la mezcla. Cuba es liga, reuni¨®n, confluencia de ra¨ªces¡ Y tambi¨¦n desarraigo, provisionalidad, refundaci¨®n constante.
Los primeros en llegar, los indios precolombinos, viajaron en canoa desde tierras continentales del Amazonas y Yucat¨¢n y de?otras islas del Caribe. Mucho despu¨¦s, los espa?oles y otros europeos (ingleses, franceses huidos de la revoluci¨®n haitiana, corsarios holandeses) vinieron cargados de ambiciones y trajeron consigo al Nuevo Mundo negros esclavos de Angola, el Congo, Guinea y hasta de los puertos de Zanz¨ªbar y Mozambique. Hab¨ªa yorubas, mandingas, bant¨²es, carabal¨ªs, tan distintos entre ellos como un austriaco de un andaluz, y cada uno con sus propias costumbres y religiones animistas. A mediados del siglo XIX, algunas cantidades de cul¨ªes chinos procedentes de Cant¨®n, Macao y Taiw¨¢n arribaron con su mundo propio y su pasi¨®n por los juegos de azar.
Las cuatro grandes razas se concentraron en esta peque?a isla del Caribe ablandada por el sol del tr¨®pico y batida por los huracanes, y esta poderosa mixtura se realiz¨® en poco m¨¢s de cuatro siglos, ¡°nada¡± para la historia, recuerda Baquero.
En un ensayo cl¨¢sico (Los factores humanos de la cubanidad), Ortiz compar¨® la cultura cubana y su formaci¨®n con el ajiaco, el guiso criollo m¨¢s genuino, ¡°hecho de varias especies de legumbres¡± y ¡°de trozos de carnes diversas, todo lo cual se cocina con agua en hervor hasta producirse un caldo muy grueso y suculento y se sazona con el cuban¨ªsimo aj¨ª que le da el nombre¡±. A lo largo de medio milenio, Cuba fue una cazuela abierta y en su interior se trab¨® una salsa muy sedimentada y con abundante aderezo.
La capacidad magnificadora del cubano, junto a la mezcla, es la caracter¨ªstica de su cultura
Siboneyes, guanajabibes y sobre todo ta¨ªnos dejaron alimentos y ciertas voces ¨Cincluida la palabra Cuba¨C, adem¨¢s del tabaco y su humo hechicero para comunicarse con los dioses. Espa?a lleg¨® y de golpe impuso 3.000 a?os de civilizaci¨®n, y con la vela, el hierro, la p¨®lvora, la imprenta, las plantaciones, el capital y la moneda aparecieron la primera guitarra y la universidad, adem¨¢s del l¨¢tigo. En los barcos negreros viaj¨® todo el dolor imaginable del destierro, pero tambi¨¦n leyendas y orishas que al ser prohibidos se sincretizaron con los santos cat¨®licos. Chango, divinidad due?a del trueno, se transmut¨® en Santa B¨¢rbara, y la madre de las aguas, Yemaya, se escondi¨® en la Virgen de Regla.
El tambor y la guitarra se acoplaron f¨¢cilmente y enseguida el mestizaje se impuso en todos los ¨®rdenes de la vida, siendo la m¨²sica, el baile y el choteo espacios francos para negros, jabaos, mulatos y blanconazos. Asia aport¨® la charada china, una loter¨ªa que sigue jug¨¢ndose hoy de modo clandestino en toda la isla y en la que cada n¨²mero equivale a una imagen y esta suele asociarse a un sue?o. Uno es caballo. Tres, marinero. Ocho, muerto, y 23, vapor (o escalera), y as¨ª hasta llegar al n¨²mero 100, que es inodoro, pero tambi¨¦n Dios y autom¨®vil.
Dice Baquero que ¡°los encadenamientos de la charada son totalmente po¨¦ticos¡±. Si a una vieja habanera le cuentan un sue?o en el que aparece ¡°una que no es monja, pero vive siempre metida dentro de su casa¡±, a lo mejor le tira al siete, caracol, con el siguiente argumento: ¡°?Ha visto usted nadie que est¨¦ m¨¢s encerrado que un caracol, y sin estar en un convento?¡±. Este tipo de conclusiones, sostiene Baquero, ¡°nos conducen mec¨¢nicamente a un poema de Eliot¡±.
Esa ¡°capacidad magificadora¡± del cubano, junto a la mezcla, es otra caracter¨ªstica principal de la cultura de Cuba. Wifredo Lam era hijo de chino y de negra, y con sus pinceles arrastr¨® al surrealismo toda aquella herencia y un mundo de sue?os y m¨¢scaras poblado de seres sobrenaturales, a la vez humanos, animales y vegetales. El ¨®leo m¨¢s famoso de Carlos Enr¨ªquez no es otro que El rapto de las mulatas, y de Cuba es Jos¨¦ Mart¨ª, uno de los m¨¢s grandes pensadores de Am¨¦rica, muerto en combate contra las tropas espa?olas en 1895. Sin Espa?a y el hervor del mestizaje no puede entenderse a Jos¨¦ Lezama Lima, Alejo Carpentier, Cabrera Infante o Nicol¨¢s Guill¨¦n, songoro cosongo de mamey, songoro la negra baila bien. S¨²mense contradanzas y danzones, Ignacio Cervantes y Lecuona, el mambo, el chachach¨¢, el jazz afrocubano de Frank Emilio y el?son del tr¨ªo Matamoros y de Compay Segundo.
Dec¨ªa Dulce Mar¨ªa Loynaz, premio Cervantes 1992, que en su pa¨ªs la pol¨ªtica pasa y la cultura permanece (bueno, sus palabras textuales eran un poco m¨¢s crudas: ¡°Yo he vivido esta revoluci¨®n como un par¨¦ntesis¡±, declar¨® a este diario tras recibir el galard¨®n, con 90 a?os).
?Pero c¨®mo hacer una radiograf¨ªa de la cultura cubana a d¨ªa de hoy, junio de 2012?
Un intento es el del fot¨®grafo espa?ol H¨¦ctor Garrido Guil con Cuba iluminada, una galer¨ªa de 100 retratos (?100, como en la charada!) realizados a lo largo de un a?o. El ¨¢lbum contiene escritores, actores, pintores, gente de teatro y de cine, m¨²sicos, fot¨®grafos, historiadores y arquitectos, poetas y deportistas, todos residentes en la isla o que viven a caballo entre Cuba y otros pa¨ªses.
Ocho en la charada es muerto, pero tambi¨¦n le¨®n, calabaza y tigre. Natalia Bol¨ªvar (La Habana, 1934) es todas esas cosas. Descendiente del libertador americano Sim¨®n Bol¨ªvar, disc¨ªpula de Lydia Cabrera y de Fernando Ortiz, es la antrop¨®loga que m¨¢s ha estudiado las religiones afrocubanas y lleva escritos una veintena de libros sobre el tema, el m¨¢s famoso Los orishas en Cuba. Natalia fue subdirectora del Museo Nacional de Bellas Artes, pero por oponerse?a la venta de algunos de sus fondos en Sotheby¡¯s fue destituida en los a?os sesenta y sancionada con el castigo ejemplar ¡°de limpiar tumbas en el cementerio¡±, o al menos as¨ª lo recuerda ella. Lo cierto es que en 1967, cuando Cuba organiz¨® el Sal¨®n de Mayo y viajaron de Par¨ªs importantes pintores e intelectuales de las vanguardias europeas, Wifredo Lam y otros artistas fueron a visitarla al camposanto, 64 en la charada, y ¡°el esc¨¢ndalo fue may¨²sculo¡±. La ¨²ltima vez que lo cont¨® fue el pasado 16 de septiembre, d¨ªa de su cumplea?os, fecha en la que por su apartamento de Miramar acostumbran a pasar sus amigos de siempre, el pintor Choco, la investigadora Zoila Lapique, los actores Luis Alberto Garc¨ªa y Jorge Perugorr¨ªa, la actriz Mirtha Ibarra, los m¨²sicos Kelvis Ochoa y Descemer Bueno, que se fueron de Cuba en los noventa y despu¨¦s regresaron, los cineastas Juan Carlos Tab¨ªo y Arturo Soto, o el escritor Leonardo Padura, todos parte de ese ajiaco nacional e incluidos en Cuba iluminada.
Retratar la cultura cubana actual necesariamente implica incluir fotos sepias, como la de la poetisa Carilda Oliver (Matanzas, 1924), autora de aquellos versos transparentes que dicen: Te levanto la noche de la vida / Deshilvano una luz para tus sienes / Te visito en el agua y no me tienes / Cuando llego ya soy la despedida; o la del dramaturgo Abelardo Estorino (Uni¨®n de Reyes, 1925), o la figura de Alicia Alonso, que a sus 91 a?os sigue al frente del Ballet Nacional de Cuba (BNC), de donde han salido estrellas como Carlos Acosta, Jos¨¦ Manuel Carre?o o Viengsay Vald¨¦s, hoy primera bailarina de la compa?¨ªa, que en la ¨¦poca dura del Periodo Especial, cuando no hab¨ªa transporte p¨²blico y los apagones eran de media jornada, hac¨ªa diariamente 20 kil¨®metros en bicicleta desde su casa para ensayar ocho horas en la sede del ballet y convertirse en Giselle.
Hay m¨¢s: los boleros intens¨ªsimos de Omara Portuondo, novia del filin y diva del Buena Vista Social Club; los colores y arlequines del pintor?Alfredo Sosabravo, o la b¨²squeda mat¨¦rica y espiritual de Ernesto Ranca?o; el jazz inteligente y joven de Harold L¨®pez-Nussa; la solvencia y versatilidad de la actriz Laura de la Uz; el ch¨¦quere golpeado por Don Pancho Terry, las naturalezas amarillas y verdi-azules de Flora Fong.
Seg¨²n Ortiz, la olla de Cuba siempre ¡°es un renovado entrar de ra¨ªces, frutos y carnes ex¨®genas, un incesante borbor de heterog¨¦neas sustancias. De ah¨ª que su composici¨®n cambie y la cubanidad tenga sabor y consistencia distintos seg¨²n sea catada en lo profundo o en la panza de la olla o en su boca, donde las viandas a¨²n est¨¢n crudas y burbujea el caldo claro¡±.
En lo profundo, si hablamos de m¨²sica, est¨¢ el piano de Chucho Vald¨¦s y el de su padre, Bebo, creador del ritmo batanga y arreglista en la orquesta de Tropicana con Armando Romeu. Tambi¨¦n?Zenaida Romeu, nieta de Armando y creadora de la primera orquesta de c¨¢mara femenina de cuerdas, y? el cuarteto vocal Sexto Sentido, y Juan Formell y Los Van Van, reyes de la m¨²sica popular bailable, que en Cuba es esencia como tambi¨¦n lo es el b¨¦isbol, pasi¨®n nacional y?muestra de la importante influencia norteamericana.
La loter¨ªa china da para mucho: el 93 es revoluci¨®n y tambi¨¦n sortija de valor. Por la cultura cubana del ¨²ltimo medio siglo no se puede pasar sin mencionar las escuelas de arte creadas despu¨¦s de 1959; de sus aulas salieron buena parte de los artistas que hoy, dentro y fuera de la isla, forman ese sustrato alimenticio y espiritual que da sentido a Cuba y al que se refiere Ortiz. Las sirenas de Fabelo, las mujeres-p¨¢jaro de Zaida del R¨ªo, los esquifes reciclados y muelles de Alexis Leyva (Kcho), el cine de Fernando P¨¦rez que deslumbra por su sensibilidad y poes¨ªa en Suite Habana¡ Hay muchos nombres que no est¨¢n en Cuba iluminada y no viven en la isla, aunque son parte indivisible de la cultura cubana: Tom¨¢s S¨¢nchez, Bedia, Abilio Est¨¦vez, Bebo Vald¨¦s y cientos m¨¢s¡
Pensemos que tambi¨¦n est¨¢n y que ahora desde el gran sof¨¢ del malec¨®n observan la ¨²ltima instalaci¨®n de Los Carpinteros durante la oncena Bienal de La Habana, La conga irreversible, una comparsa de m¨²sicos y bailadores de carnaval vestidos de negro que arrollan furiosamente, pero caminando hacia atr¨¢s. En el solar del Reverbero, cogollo de La Habana Vieja, la negra Tomasa no dudar¨ªa un segundo en apostar todos sus ahorros al 55, cangrejo.
El libro ¡®Cuba iluminada¡¯, de H¨¦ctor Garrido Guil, ser¨¢ publicado en octubre por la editorial Lunwerg.
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