Artificio y verdad
Los momentos m¨¢s poderosos son aquellos en los que el cineasta logra manifiestar lo sobrenatural o lo intangible sin recurrir a ning¨²n lugar com¨²n estil¨ªstico
Lo que para un cineasta como William Castle era el gimmick ¡ªes decir, el golpe de efecto publicitario que acompa?aba a cada una de sus pel¨ªculas¡ª, para Jaime Rosales es el dispositivo: es decir, la argucia formal, el particular gesto de violencia contra las inercias de recepci¨®n del espectador que sirve de punto de partida a cada una de sus propuestas. Tras la polivisi¨®n que redefin¨ªa el espacio (y el tiempo) del realismo en La soledad (2007) y el sostenido uso del teleobjetivo en Tiro en la cabeza (2012), Sue?o y silencio crea una singular paradoja: disponer un artificio para perder, aparentemente, el control, para capturar una espontaneidad que el cineasta sent¨ªa el peligro de malograr tras darle tantas vueltas a la forma.
SUE?O Y SILENCIO
Direcci¨®n: Jaime Rosales.
Int¨¦rpretes: Yolanda Galocha, Oriol Rosell¨®, Jaime Terradas, Laura Latorre, Celia Correas, Alba Ros.
G¨¦nero: drama. Espa?a, 2012.
Duraci¨®n: 120 minutos.
La pel¨ªcula se abre y se cierra con Miquel Barcel¨® ejecutando ante la c¨¢mara dos pinturas que se transforman ante los ojos del espectador y desvelan sentidos que los primeros trazos no permit¨ªan intuir. Rosales parece buscar algo de esa duplicidad cuando afirma que en Sue?o y silencio la puesta en escena y la puesta en cuadro discurren por v¨ªas distintas. El director ha rodado con actores no profesionales, recogiendo sus interpretaciones improvisadas en una sola toma: los planos y los movimientos de c¨¢mara no parecen someterse a la dramaturgia. La operaci¨®n no se resuelve en un conjunto homog¨¦neo: en esta historia de un matrimonio que gestiona de maneras divergentes la p¨¦rdida de una hija, la interpretaci¨®n viva y libre de afectaci¨®n de la madre encarnada por Yolanda Galocha contrasta con la opacidad del padre encarnado por Oriol Rossell¨®, cuya interpretaci¨®n genera un efecto de distanciamiento a ratos extenuante. Este desequilibrio no es un obst¨¢culo peque?o: la figura de ese padre incapaz de recordar a su hija y, por tanto, imposibilitado para sentir su muerte es el elemento m¨¢s problem¨¢tico de Sue?o y silencio y se hubiesen agradecido mejores v¨ªas de acceso a su conflicto y a su desconcertante enigma.
Sue?o y silencio naci¨® como proyecto sobre la espiritualidad y se ha convertido en otra cosa: sus momentos m¨¢s poderosos son aquellos en los que el cineasta logra que se manifieste lo sobrenatural o lo intangible sin recurrir a ning¨²n lugar com¨²n estil¨ªstico. La conversaci¨®n en el parque de la madre con esa hija en fuera de campo contiene el mayor desaf¨ªo que la pel¨ªcula de Rosales propone a sus espectadores. Destaca, asimismo, el cauto tratamiento del dolor en las secuencias del velatorio y el entierro: en una curiosa sincron¨ªa de cartelera, Sue?o y silencio y Stopped on track, de Andreas Dressen, coinciden en problematizar la representaci¨®n de la muerte y el duelo. Quedan, eso s¨ª, por el camino algunas decisiones formales ¡ªel s¨²bito paso del blanco y negro al color en un momento del metraje¡ª que acaban pareciendo arbitrarios deslices en una pel¨ªcula que se arriesga a ser imperfecta para obtener instantes perdurables.
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