El Prado da vida al ¨²ltimo Rafael
La pinacoteca presenta una hist¨®rica muestra sobre los ¨²ltimos a?os del genio renacentista
¡°Una ocasi¨®n as¨ª solo se presenta una vez en la vida¡±. La frase, cuya mera repetici¨®n acaba por vaciarla de significado, se ha escuchado una y otra vez en la presentaci¨®n en las salas del Museo del Prado de la hist¨®rica exposici¨®n El ¨²ltimo Rafael. El recorrido por las 70 piezas reunidas (entre dibujos, pinturas, cartones, un tapiz y un pie de candelabro de m¨¢rmol) hace justicia a las sentencias superlativas. Nunca se hab¨ªa dedicado una muestra tan ambiciosa al estilo tard¨ªo del genio de Urbino, tanto a su magistral pincel como a esa capacidad para organizar el trabajo de su taller, que lleg¨® a emplear a 50 artistas y funcionaba como una perfecta maquinaria que plasmaba al ¨®leo, al fresco o sobre tapiz las ideas del patr¨®n. Tambi¨¦n es la primera vez que la extraordinaria pintura de altar Santa Cecilia abandona su casa, en la Pinacoteca Nacional de Bolonia. Jam¨¢s se hab¨ªan visto antes tantas v¨ªrgenes con el ni?o y sagradas familias en gran y peque?o formato juntas, ni tampoco una reuni¨®n igual de obras maestras provenientes del Prado y del Louvre, adonde viajar¨¢ en oto?o la muestra. Y no, no parece probable que semejante alineaci¨®n de astros del Renacimiento, financiada por la Fundaci¨®n AXA, vuelva a acontecer en mucho tiempo.
Centrada en la abundante y resbaladiza producci¨®n del final de la vida de Rafael en Roma, un periodo comprendido entre el acceso de Le¨®n X al papado en 1513 y la prematura muerte a los 37 a?os del artista en 1520, v¨ªctima, seg¨²n la leyenda, de su fogosidad sexual, la exposici¨®n bien puede contemplarse como un acto de justicia pict¨®rica con los disc¨ªpulos m¨¢s aventajados de Rafael: Gianfrancesco Penni ¡ªen muchos sentidos e incluso tras la visita a la muestra, todo un enigma¡ª, y, sobre todo, Giulio Romano, gran amigo del pintor y heredero a su muerte de ¡°todas las obras comenzadas, as¨ª como de sus instrumentos de trabajo¡±.
Es uno de los proyectos m¨¢s complejos en t¨¦rminos de conservaci¨®n y restauraci¨®n
El arte de Romano merece un espacio separado en la muestra, como la copia que con Penni realiz¨® de La transfiguraci¨®n, que se acompa?a de decenas de dibujos preparatorios en un aparte, situado en el edificio de Villanueva. Romano protagoniza adem¨¢s, hacia el final del recorrido, Doble autorretrato con Giulio Romano. Era bien conocida la obra, uno de los ¨²ltimos cuadros de Rafael (colocado en segundo plano, el maestro sujeta con su mano el ¨ªmpetu del disc¨ªpulo que parece se?alar un futuro inexistente). No tanto, la identificaci¨®n que en la cartela se hace de la figura de Romano. Sobre ella, el comisario Tom Henry, cuya piel luce un curioso sonrojo rafaelita, no duda, pese a ser la primera vez que as¨ª (con rotundidad y bajo los focos de un gran museo) se presenta.
No es el ¨²nico riesgo asumido por Henry y Paul Joannides, su compa?ero en una aventura art¨ªstico-cient¨ªfica que les ha tomado cinco a?os y ha dado como resultado un espl¨¦ndido cat¨¢logo. El d¨²o, ayudado por los conservadores Miguel Falomir (Prado) y Vincent Delieuvin (Louvre) y los estudios t¨¦cnicos de Ana Gonz¨¢lez Mozo, ha avanzado en asuntos como la cronolog¨ªa de las obras y la autor¨ªa de las pinceladas. Valga como prueba de su arrojo el texto que acompa?a El pasmo de Sicilia: ¡°Los altibajos cualitativos de dise?o y ejecuci¨®n y la falta de armon¨ªa lum¨ªnica sugieren tres manos: Rafael, autor del Cristo, Penni, del paisaje, y Romano, del resto de las figuras¡±.
La majestuosa pintura (tabla transferida a lienzo en tiempos napole¨®nicos, como dictaba la moda francesa) ha visto la luz hoy tras una restauraci¨®n de dos a?os en los talleres del Prado. Se ha colocado en la sala que abre la muestra. Las pinturas de altar de gran tama?o se disponen en un espacio con forma de cruz, en homenaje tanto a la planta del Vaticano dise?ada por Bramante, padrino en Roma de nuestro hombre, como en ¡°recuerdo de la pasi¨®n de Rafael por la arquitectura¡±.
Santa Cecilia atrae en esta estancia todas las miradas, por su belleza, s¨ª, pero tambi¨¦n por las circunstancias que han rodeado su llegada. No es solo que la obra nunca abandone Bolonia, es que viaj¨® en la tregua dada por dos de los terremotos que asolaron recientemente la regi¨®n de Emilia Romagna, en una peripecia que recordaba ayer a la leyenda relatada por Vasari sobre el naufragio del barco que transportaba El pasmo de Sicilia, milagrosamente salvada de las aguas.
El recorrido trata de explicar el modo de funcionamiento del taller del artista
Ante la vista de tanta obra maestra, Henry se ha conformado en aspirar que la muestra explique la forma en la que trabajaba el taller de Rafael. Y para ello propon¨ªa un recorrido alternativo. ¡°Ver antes las obras de sus disc¨ªpulos ayuda a comprender la complejidad de estos trabajos colectivos¡±, explicaba sobre una exposici¨®n que va m¨¢s all¨¢ de la muerte de Rafael al incluir piezas de Romano y Penni hasta 1524.
Para apreciar la intervenci¨®n directa y exclusiva del pincel del maestro hay que fijarse en los revolucionarios retratos que ocupan la ¨²ltima sala (donde aguardan Baldassarre Castiglione, Bindo Altovitti y otros amigos y empleadores). Vistos en conjunto, dejan deslizar, pese al viejo clich¨¦ que sit¨²a a su autor como un artista acad¨¦mico, r¨ªgido maestro del dibujo escasamente interesado en el arrebato del color, rastros tenebrosos de un guante que recoger¨ªa, por ejemplo, Caravaggio.
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