?ltimas amistades de Murillo
El Prado dedica una muestra a la relaci¨®n entre el pintor y su benefactor Justino de Neve que funciona como un viaje al esplendor del barroco sevillano
La Sevilla barroca, altiva y sensual, monumental y esc¨¦ptica, abri¨® ayer sucursal en el Museo del Prado con la muestra Murillo y Justino de Neve. El arte de la amistad.Recuerdos de aquella alianza ¡ªprofesional, primero; afectuosa, despu¨¦s¡ª entre el mecenas y el mejor pintor de la ciudad en la ¨¦poca (segunda mitad del siglo XVII) se exponen en la pinacoteca desde el martes hasta el 30 de septiembre.
El comisario Gabriele Finaldi, director adjunto del Prado, ha cumplido una vieja y personal aspiraci¨®n de administrar justicia al Murillo tard¨ªo; la ocasi¨®n llega, tras una d¨¦cada, justo ahora que en la planta de abajo se hace lo propio con el ¨²ltimo Rafael. Para ello ha reunido 17 muestras del arte, exquisito y terrenal, que Neve permiti¨® crear a Murillo para la catedral de la que era can¨®nigo, la Iglesia de Santa Mar¨ªa la Blanca, para su propia colecci¨®n particular y el Hospital de los Venerables, que fund¨® el benefactor para dar cobijo a ¡°presb¨ªteros enfermos y ancianos¡±. Hoy, el edificio sevillano es sede de la Fundaci¨®n Focus Abengoa, colaboradora en la empresa. All¨ª viajar¨¢ la muestra en oto?o antes de su ¨²ltima parada en la galer¨ªa Dulwich, en Londres.
El di¨¢logo establecido entre los retratos que el pintor hizo de su amigo y empleador en 1665, a?o en torno al que ech¨® a andar la relaci¨®n, y de s¨ª mismo (ese complejo y enigm¨¢tico autorretrato, prestado por la National Gallery y que Finaldi coloca a la altura del que Vel¨¢zquez se regal¨® en Las Meninas) preparan al visitante para la historia de la amistad entre un pintor consagrado y un religioso tan poderoso como amante de las artes.
La secci¨®n central del recorrido la protagonizan los cinco grandes lienzos restaurados por Mar¨ªa ?lvarez-Garcill¨¢n en los talleres del museo. La Inmaculada de los Venerables, una de las dos docenas que Murillo pint¨® despu¨¦s de que el Papa dictase una bula en la que se permit¨ªa la devoci¨®n por la virgen, contempla absorta ¡ªacotada por el marco que perdi¨® a principios del XIX pese a que completaba en relieve la historia¡ª las monumentales alegor¨ªas de la construcci¨®n de la iglesia de Santa Mar¨ªa la Mayor all¨ª donde una nevada sorprendi¨® a los romanos un cinco de agosto.
Las sorpresas se han reservado esta vez para el final. Un cuadro ¡°nunca visto en p¨²blico¡±, un San Pedro penitente desembalado en la madrugada de ayer, es la joya inesperada de la muestra. Finaldi, como el resto de los obsesionados por Murillo, conoc¨ªan de su existencia por el c¨¦lebre cat¨¢logo razonado de Diego Angulo, que dio cuenta del cuadro a trav¨¦s de una fotograf¨ªa. Han sido a?os de pesquisas para dar con el coleccionista brit¨¢nico (la inscripci¨®n ¡°entonces cay¨® en la cuenta y rompi¨® a llorar¡± tallada en ingl¨¦s delataba su procedencia) y convencerle del pr¨¦stamo.
La joya luce al fin en las tres dimensiones acompa?ada de una suerte de gabinetes de curiosidades de Murillo, procedentes de la colecci¨®n particular de Neve, a cuya muerte, seg¨²n delata un inventario de 1685, pose¨ªa 18 piezas de Murillo. Entre ellas, una miniatura recientemente descubierta (toda una rareza que, dice la cartela, pertenece a la galer¨ªa Caylus) y tres pinturas hechas sobre obsidiana, material v¨ªtreo de procedencia mexicana raramente empleado.
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