Huevos revueltos
La leyenda cuenta que Paul McCartney trasteaba con la melod¨ªa de Yesterday pero, sin dar con la letra precisa, en el estribillo encajaba Scrambled Eggs. No se las daba de compositor inmortal, no. Hasta Col¨®n, cuando descubri¨® Am¨¦rica, no andaba seguro de ad¨®nde iba. ?Y qu¨¦ tendr¨ªa esto que ver con la apreciaci¨®n del trabajo de Sara Carbonero como periodista deportivo durante la Eurocopa? Vayamos por partes, porque Espa?a, en este asunto, se comporta de una manera llamativa.
Para empezar resulta infeccioso el modo con que asumimos el trato a las mujeres conocidas. Basta apreciar c¨®mo a una ministra por ser mujer se le juzga el maquillaje, el vestuario o hasta la l¨ªnea, sin caer en la cuenta de lo pat¨¦tico que resulta. Sobre todo cuando no es asunto de inter¨¦s ni la corbata ni el bigote ni la calva de sus compa?eros de oficio. En televisi¨®n, las mujeres periodistas empiezan a padecer exigencias en maquillaje (excesivo) y vestuario (sobredimensi¨®n del canalillo, v¨¦ase RAE) marcada por los directivos, gente que habitualmente considera su zafiedad propia como la general del pa¨ªs, y no suelen equivocarse. Sara Carbonero, entre comentaristas futboleros que nadan a brazadas en testosterona, es la elegida como centro de todas la dianas del ingenio, la chanza y la supuesta exigencia profesional del personal.
Por m¨¢s prevenci¨®n que interponga en su relaci¨®n con Casillas, uno de los indiscutibles h¨¦roes en los triunfos de La Roja, el morbo se dispara hasta el grado de vileza. La respuesta no ha de ser el autocontrol que a ratos llega a la tensi¨®n insostenible y al envaramiento febril. Hay en Sara Carbonero una rigidez que no sirve para combatir la din¨¢mica cutre de nuestra sociedad, sino que acaso la acrecienta y almidona su belleza. Cuanto antes se sacuda esa defensa enrocada, que entorpece su comunicaci¨®n, antes romper¨¢ esa lente de microscopio que se ha posado sobre ella. Sucede tambi¨¦n con Letizia Ortiz, pero la envidia invasiva de los dem¨¢s, la inquisitiva maldad, no se combate con el denodado esfuerzo de aspirar a la perfecci¨®n, sino imponiendo la relajaci¨®n, el disfrute y el libre desapego por lo que piensen los dem¨¢s. No olvidando jam¨¢s que Yesterday un d¨ªa solo fue Huevos revueltos.
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