Ian Gibson mete acci¨®n literaria a la Gloriosa en ¡®La berlina de Prim¡¯
El hispanista juega al ¡®thriller¡¯ pol¨ªtico en su nueva novela ambientada en la Primera Rep¨²blica El libro obtuvo el premio Fernando Lara
Hay paralelismos inconscientes que son recurrentes entre los hispanistas que se admiran entre s¨ª. Ian Gibson lleg¨® un d¨ªa a Espa?a tras los pasos que Gerald Brenan marc¨® buscando el lugar donde podr¨ªa reposar dif¨ªcilmente en paz Federico Garc¨ªa Lorca. Eso dio lugar a una exhaustiva investigaci¨®n sobre aquella verg¨¹enza a¨²n hoy con sombras. Tambi¨¦n Brenan comenz¨® a explicar las causas de la Guerra Civil desde la restauraci¨®n en esa obra maestra que es El laberinto espa?ol. Hoy Gibson ha escrito La berlina de Prim, una novela sobre lo que dio lugar a aquello, el fracaso de la revoluci¨®n Gloriosa, con la que ha conseguido el Premio Fernando Lara.
Lo que Gibson no quisiera para s¨ª para seguir con los paralelismos es que le conservaran a?os en formol. Es lo que hicieron con Brenan en la universidad despu¨¦s de que ¨¦l decidiera donar su cad¨¢ver a la ciencia. ¡°Lo ten¨ªan ah¨ª, entero. ¡®Est¨¢ mejor que nunca¡¯, me dijeron una vez que fui a ver su cuerpo. No se atrev¨ªan a hacer nada con ¨¦l. ?Era Gerald Brenan!¡±. Hasta que lo enterraron en el cementerio de M¨¢laga.
All¨ª tambi¨¦n muri¨® fusilado Robert Boyd, un irland¨¦s pelirrojo y liberal que se comprometi¨® con Torrijos contra la mugre de Fernando VII. Gibson le atribuye un hijo ileg¨ªtimo nacido en Gibraltar, Patrick Boyd, que 40 a?os despu¨¦s regresar¨¢ a Espa?a como curtido periodista londinense a investigar la muerte de su admirado Prim.
Fueron muchas las razones y sinrazones que llevaron al asesinato de Juan Prim, aquel general altivo a quien no le dol¨ªan prendas en decir: ¡°Todav¨ªa no se ha inventado la bala capaz de matarme a m¨ª¡±. Una no, pero ocho, que fueron las que se le trabaron en el cuerpo hasta llevarle a la muerte tras una emboscada en la calle del turco ¨Choy Marqu¨¦s de Cubas-, resultaron suficientes. El hecho fue uno de los enigmas m¨¢s recurrentes en la historia de Espa?a, algo que intrig¨® a historiadores, pol¨ªticos, ej¨¦rcito, intelectuales y ciudadanos en toda Europa.
El pa¨ªs en la ¨¦poca de la Gloriosa era un nido de arp¨ªas y conspiradores. ¡°Prim hab¨ªa promovido una revoluci¨®n para derrocar a Isabel II, pero quer¨ªa instaurar una monarqu¨ªa¡±. El elegido fue Amadeo de Saboya. Eso desat¨® todas las conspiraciones por parte de quienes quedaban sin opciones. ¡°Esto era un polvor¨ªn de inestabilidad como describe John Hay, el diplom¨¢tico de Lincoln en Espa?a, en su libro ¡®Castillian days¡±. Para Gibson es una pena que no est¨¦ traducido. ¡°Su an¨¢lisis es fascinante. Entonces, como en cierto sentido pas¨® tambi¨¦n con Alfonso XIII en los d¨ªas previos a la II Rep¨²blica, cuenta Hay que los Borbones actuaban de manera fr¨ªvola¡±.
El pa¨ªs en la ¨¦poca de la Gloriosa era un nido de arp¨ªas y conspiradores
Pero entre conspiradores y nost¨¢lgicos tambi¨¦n hab¨ªa espacio para gentes nobles, como el joven Benito P¨¦rez Gald¨®s, que aparece en el libro tratando de dar pistas a Boyd. ¡°Est¨¢ claro que Gald¨®s no lo ve¨ªa claro en aquella etapa¡¡±, comenta Gibson. O el se?or Machado Nu?ez, gran defensor de Darwin, representante de una Espa?a moderna y anticasposa que fue, entre otras cosas, abuelo de don Antonio Machado, el poeta eterno a quien Gibson dedic¨® una exhausta biograf¨ªa.
Pesa un poco el rigor del historiador frente al novelista. No ha podido dejar volar su imaginaci¨®n Gibson sin antes encerrarse a husmear una pila de documentos. ¡°La pr¨®xima vez me desmelenar¨¦ m¨¢s¡±, promete. Pero ha descubierto cosas fascinantes. ¡°El sumario fue una verg¨¹enza, est¨¢ en el despacho del decano de los juzgados de Plaza de Castilla, sin digitalizar¡±.
S¨®lo espera Gibson levantar algo m¨¢s la liebre sobre un asunto del que quedan inc¨®gnitas. ¡°Fue un episodio crucial que explica muchas cosas de nuestro presente y a¨²n se desconoce. Solo quiero llamar algo la atenci¨®n sobre el tema¡±.
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Babelia
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