El placer de descubrir la sopa de ajo
Bob Dylan entona sus himnos ante un p¨²blico al que triplicaba la edad y que mayoritariamente acud¨ªa por primera vez a verle en la segunda jornada del FIB
Hubo un d¨ªa en que los festivales, el pop en general, empezaron a hurgar compulsivamente en su propio pasado para encontrar inspiraci¨®n. Revivals, ropas vintage, conciertos tributo, instagrams y dem¨¢s artilugios fotogr¨¢ficos para emular el paso del tiempo en im¨¢genes¡ El problema es que despu¨¦s de poner patas arriba el armario de la abuela, lo ¨²nico que encontraron fue la triste confirmaci¨®n de que faltaba imaginaci¨®n. En esta actitud tan poco ecol¨®gica de arrasar con tus recursos culturales, la m¨²sica popular se ha instalado en un bucle de conmemoraciones y citas en directo con la historia que ha alumbrado situaciones como que Bob Dylan y la leyenda de sus 50 a?os sobre los escenarios sea cabeza de cartel en un festival poblado mayoritariamente por adolescentes y sus aleda?os generacionales.
La m¨²sica popular se ha instalado en un bucle de conmemoraciones
Todo el mundo sab¨ªa este s¨¢bado qui¨¦n era ese se?or que a las 21.51 subi¨® al escenario impecable, con sombrero blanco y que les triplicaba la edad (como m¨ªnimo). Pero la mayor¨ªa era la primera vez que le ve¨ªa o que se somet¨ªa a su cancionero de forma prolongada y voluntaria. ?Es posible? Pues s¨ª. Y todo el fen¨®meno sociol¨®gico, t¨¦cnicamente bautizado como ¡°retroman¨ªa¡±, podr¨ªamos resumirlo tambi¨¦n en aquello tan nuestro de descubrir la sopa de ajo. Pero ellos, al principio, como si nada. Apenas hab¨ªa unos cuantos dylanistas enloquecidos en primera fila, el resto de las quiz¨¢ 20.000 personas asist¨ªan como hipnotizadas al acontecimiento. Como el que se pasea por el Louvre y se para un rato en la Gioconda, por aquello del ¡°yo estuve ah¨ª¡± y de formar parte del gran tiempo.
Y as¨ª, mientras una terror¨ªfica atracci¨®n de feria centrifugaba al personal de fondo, Dylan, que entre otras cosas prohibi¨® los focos que siempre iluminan al p¨²blico y que le hicieran fotos de cerca, arranc¨® con Leopard-Skin Pill-Box Hat, como hizo en Bilbao. Ya hace que se marchit¨® aquel caracter¨ªstico sonido nasal y hoy luce una voz partida en mil pedazos a la que ha ido acomodando sus temas. B¨¢sicamente, convertidos hoy en blues puro y duro y a veces transformados hasta lo irreconocible. Se trajo un piano de cola sobre el que puso su Oscar, el que gan¨® por el tema Things have changed de la pel¨ªcula J¨®venes Prodigios. Pero deb¨ªa quemarle la banqueta. Porque este es un Dylan in¨¦dito, lanzado a explorar la vertiente de crooner, a ratos en pie cogido al micro, contorne¨¢ndose todo lo que le permite su cuerpo, incluso bailando. Debe andar de muy buen humor el genio, que este viernes aparc¨® su versi¨®n de hombre hura?o.
Por su amor a la carretera, Dylan es un monumento en s¨ª mismo
El maravilloso cuarteto que le respalda debe ayudar. No tanto el fallo de sonido que hubo a mitad del concierto, que dur¨® escasos segundos. La fuerza de temas como Highway 61 contrastaba con un escenario suavemente iluminado, casi convertido en un peque?o club de jazz; quiz¨¢ el lugar donde en realidad le hubiera gustado tocar. En Tangled up in blue o Things have changed, por fin calent¨® un poco la sangre a un p¨²blico igual de satisfecho por la v¨ªa contemplativa que perdido a ratos. ?l tampoco puso de su parte con un repertorio mucho menos dado a los hits que el que ofreci¨® en Bilbao (y eso que el tipo de p¨²blico y el evento invitaba a pensar justo lo contrario). Pero ya lo advert¨ªa la organizaci¨®n por la tarde: Dylan hace lo que le da la gana. En todo. Solo al final solo logr¨® esa comuni¨®n generacional, poniendo a todo el recinto a corear con la concesi¨®n en un ¨²nico bis al himno Like a Rolling Stone. Ah¨ª fue cuando el FIB reconoci¨® casi por primera vez este s¨¢bado al gran cabeza de cartel de una jornada en la que Django Django, un fant¨¢stico cuarteto de Edimburgo que ha firmado uno de los mejores discos de este a?o, dieron un concierto espectacular en el escenario de al lado.
En todo caso, era cuesti¨®n de tiempo que Dylan y su Gira interminable se cruzaran con este festival, por el que ya han pasado leyendas como Leonard Cohen, Lou Reed, Ray Davies o Brian Wilson. Aunque cuando viene a Europa se trate de una celebraci¨®n de culto, el cantautor de Minnesota da 100 conciertos al a?o y se le puede ver en los lugares m¨¢s insospechados, incluido un casino de una reserva india (o con el Papa, aunque prefieran no o¨ªrlo sus fans). Y no es que ande escaso de pasta. Pero como le contestaba a Martin Scorsese: ?qu¨¦ demonios hay en casa? Pues poca cosa. Y solo por ese amor incondicional a la carretera, al trabajo y a mirar hacia adelante, Dylan sigue siendo un cuerpo extra?o en este mundo chanchullero y pesadamente melanc¨®lico.
Babelia
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