Un clasicista pragm¨¢tico
Nacido el a?o 1936, en Malden, una peque?a localidad pr¨®xima a Boston, Frank Stella fue uno de los primeros artistas estadounidenses en educarse dentro de la abstracci¨®n y, por tanto, desarrollarse y progresar en ella de una forma natural, sin ninguna conversi¨®n traum¨¢tica. Esto explica no solo su precocidad, sino el que, con apenas 20 a?os, durante la segunda mitad de la d¨¦cada de 1950, comenzase a alinearse en una corriente anal¨ªtica justo cuando triunfaba internacionalmente el expresionismo abstracto americano. Cuando Stella se afinc¨® en Nueva York el a?o 1958, la presencia y el peso, sobre todo, de Pollock y De Kooning era casi agobiante, pero, como ¨¦l mismo lo ha explicado, sinti¨® pronto la fragilidad de esta grandeza, que calific¨® como ¡°vulnerable¡±, en la medida en que el gesto pict¨®rico de ambos conllevaba, a su juicio, cierto apego al pasado figurativo, que ¨¦l se propuso endurecer, para establecer una barrera infranqueable no solo entre la abstracci¨®n y la figuraci¨®n, sino precisamente entre lo formal y lo simb¨®lico en el arte. En este sentido, aunque Stella fue muy consciente de la envergadura de la aportaci¨®n del expresionismo abstracto en general, sinti¨® la necesidad de hacer otra cosa, algo as¨ª como lo que ya hab¨ªan emprendido Jaspers Johns y Rauschenberg ¡ªla conversi¨®n de la pintura en objeto¡ª, pero de una forma todav¨ªa m¨¢s radical. Quiso, ya a fines de los cincuenta, con su pintura a bandas o franjas, inspirada remotamente en el sentido r¨ªgidamente sim¨¦trico del paisaje, liberar la abstracci¨®n de toda contaminaci¨®n expresiva, aislando todos los elementos materiales de la pintura para reconstruirlos de nuevo, ya sin asomo de ninguna contaminaci¨®n subjetiva. El resultado de este proceso se hizo visible a comienzos de la d¨¦cada de 1960 con la serie de Pinturas negras, que han sido consideradas como una de las primeras manifestaciones del minimalismo, para el que la pintura se vuelve algo puramente bidimensional y con un formato que abandona el convencional cuadrangular para adquirir las formas m¨¢s diversas (Shaped Canvas).
A partir de este riguroso principio, la trayectoria posterior de Stella ha tenido etapas muy contundentemente marcadas, aunque sin abandonar nunca ese hilo conductor anal¨ªtico. De esta manera, su trayectoria se suele dividir en tres periodos: el primero, ya descrito, de la pintura a franjas, que abarca entre 1958 y 1965; un segundo, conocido como ¡°arquitecturas pol¨ªcromas¡±, basado en pol¨ªgonos irregulares y una mucho m¨¢s atrevida experimentaci¨®n con el color, que se emplaza cronol¨®gicamente entre 1966 y 1975, y un tercero, de ¡°construcciones barrocas¡±, que se inicia a partir de 1976, en el que no solo las estructuras constructivas se hacen mucho m¨¢s ricas, complejas, brillantes y espectaculares, dominando en ellas lo curvil¨ªneo, sino que, replicando en cierta manera al pop-art, ¡°objetualiza¡± los estilos, como una cita hist¨®rica entre lo conceptual y lo ir¨®nico. A partir de ese momento, Stella se emancipa de cualquier limitaci¨®n espacial preconcebida, convirtiendo el ¡°dibujo en el espacio¡±, con el que Julio Gonz¨¢lez defini¨® la escultura de hierro de Picasso y la suya propia, en una ¡°pintura en el espacio¡±, que parece una ins¨®lita construcci¨®n sin freno, de una teatralidad rampante.
Trabajando siempre de forma sistem¨¢tica, serial y concienzuda, asombra c¨®mo Stella, sin dimitir de sus puritanos principios, que nos recuerdan a esa est¨¦tica higienizada de la pintura holandesa, de Vermeer a Mondrian, pudo derivar al fant¨¢stico festival ultrabarroco de obras pict¨®ricas, si se pueden llamar de esta manera, de una pirotecnia congelada. En cierta manera, a m¨ª esta evoluci¨®n me recuerda al Calder que visit¨® el estudio de Mondrian a comienzos de la d¨¦cada de 1930 y, fascinado, imagin¨® la r¨ªgida pintura ortogonal de este, que aprisionaba planos de colores homog¨¦neamente saturados, danzando o volando libremente por el espacio. En cualquier caso, el propio Stella ha explicado esta dicotom¨ªa personal de una manera muy gr¨¢fica, calific¨¢ndola como la de un ¡°clasicismo pragm¨¢tico¡±, al afirmar que su obra ¡°est¨¢ hecha a medias a partir de la experiencia adquirida en Nueva Inglaterra y de predisposiciones mediterr¨¢neas heredadas inconscientemente¡±.
Con un ojo muy sagaz para desentra?ar la urdimbre material de la pintura no solo del presente ¡ªcomo lo puso de manifiesto en sus penetrantes an¨¢lisis del ensayo titulado A Common Complaint, donde a partir de los cuadros terribles El desollamiento de Marsias (1570), de Tiziano, y David y Goliat (1605-1606), de Caravaggio, hace una revisi¨®n de lo pict¨®rico como ¡°costra¡± y ¡°superficie¡±, donde desfilan estos y otros maestros del pasado y el arte contempor¨¢neo, desde Rubens a Kandinsky, Picasso o Pollock¡ª, se puede decir que Stella apur¨® el c¨¢liz del formalismo hasta las heces para luego dar rienda libre a la ebriedad danzante. En cierta manera, su trayectoria compendia a la perfecci¨®n ese abismo abrupto que se abre entre las cimas m¨¢s elevadas, que es la historia del arte de nuestra ¨¦poca.
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