En esta boda hay algo que no casa
De Bono se ha dicho con frecuencia que era el Ruiz-Gallard¨®n del PSOE. A veces se ha dicho con malicia, como queriendo significar que eran intercambiables
Llamamos ret¨®rica con salivilla a aquella que deja en los labios un dep¨®sito de espuma que contamina la prosa del hablante. La espuma es m¨¢s metaf¨®rica que verdadera, de modo que no nos estamos refiriendo a un problema de gl¨¢ndulas, sino a una cualidad de orden moral. Jos¨¦ Bono es un orador con salivilla. Quiz¨¢ ustedes no recuerden ninguna de sus declaraciones (y ha hecho miles), tal vez ninguno de sus discursos (y los ha pronunciado a cientos) aparezca jam¨¢s en los manuales de ret¨®rica, pero quien los escuch¨® recordar¨¢, si no su contenido, que era escaso, s¨ª la untuosidad con la que fueron pronunciados. La untuosidad era producto de la salivilla.
?Se puede escribir tambi¨¦n con salivilla? Sin duda, del mismo modo que se puede hablar a base de perdigonazos, morales o no. Se dice que Planeta ha comprado a Jos¨¦ Bono por una cantidad ¨¦pica seg¨²n algunos, y por una cantidad h¨ªpica, seg¨²n otros, unas memorias que cuando lleguen al p¨²blico servir¨¢n, m¨¢s que para conocer su vida, que no nos interesa, para estudiar a fondo este recurso formal basado en aderezar la sintaxis con secreciones salivales. Lo importante de una prosa no es lo que nos cuenta de la vida, sino lo que nos cuenta de s¨ª misma. Las rese?as literarias reciben tan poca atenci¨®n porque, obsesionadas por aclarar si el libro es bueno o malo, caro o barato, prescindible u oportuno, apenas dicen nada de s¨ª mismas.
En eso se diferencian de las cr¨®nicas de f¨²tbol, que no se leen para saber lo que ocurri¨® en el Real Madrid-Bar?a, que ya lo hemos visto por la tele, sino por el placer de averiguar lo que le ocurri¨® a la propia cr¨®nica desde que el redactor escribiera la primera palabra, generadora de una constelaci¨®n sint¨¢ctica en cuya lectura nos perdemos como un astronauta en el espacio. Las cr¨®nicas deportivas son un viaje, mientras que las cr¨ªticas literarias, por lo general, son un desviaje. Recuerden, por salirnos del f¨²tbol, las cr¨®nicas taurinas del gran Joaqu¨ªn Vidal, le¨ªdas en la clandestinidad por los antitaurinos con paladar literario.
Esto es lo importante de un texto, pertenezca al g¨¦nero que pertenezca, no lo que nos cuenta de la vida, sino lo que nos cuenta de s¨ª mismo al contarnos la vida. Desde esa perspectiva deber¨ªamos leerlos siempre, si se dejaran, y desde esa ¨®ptica tendremos que abordar, si se deja, el libro de memorias ¨¦pico o h¨ªpico de Jos¨¦ Bono, un hombre que en pol¨ªtica, habiendo pasado por todo, no ha llegado a nada, al contrario de su consuegro, el cantante Raphael, que, sin necesidad de haber llegado a nada, ha llegado a todo, incluso a triunfar en el Olimpia de Par¨ªs antes de emparentar con el socialismo hist¨®rico, al que un d¨ªa zahiri¨® diciendo de ¨¦l que era un partido de catetos.
Tiene m¨¦rito, en una sola vida, y habiendo salido de la nada, crear lazos de parentescos con el marqu¨¦s de Santo Floro, por un lado, y con las fuerzas del progreso por otro. Pero es que Raphael es un cantante tambi¨¦n con salivilla. Es m¨¢s, en Raphael la salivilla no est¨¢ al servicio de ocultar la pobreza de los contenidos tem¨¢ticos de sus canciones, sino al servicio de la salivilla misma. No vendo voz, vendo estilo, que dec¨ªa Sinatra. Yo no vendo historias, vendo viscosa entretejida de algod¨®n y lana. Y es tan bueno en eso que sobrevivi¨® a su militancia art¨ªstica en el franquismo (la se?ora lo adoraba) sin romperse ni mancharse.
Mientras artistas con fundamento y contenido, pero sin salivilla, como Raimon, pasaban al olvido con la llegada de la democracia, cantantes como Raphael arrasaban dentro y fuera de nuestras fronteras. Quiere decirse que la madre de todas las transiciones se hizo tambi¨¦n con salivilla, m¨¢s que con ideas. Su¨¢rez era de hecho un pol¨ªtico con salivilla. No digamos Landelino Lavilla, una aliteraci¨®n aliterativa, valga la redundancia, cuya pronunciaci¨®n pone a cien el aparataje sublingual. Cuando Raphael canta, en fin, no hay que dejarse seducir por la letra ni por la m¨²sica de sus baladas, sino por las secreciones sutiles que desprende y que flotan sobre el p¨²blico al modo de un pur¨¦ de alm¨ªbar que a los 10 minutos ha llenado de empalagosa niebla el patio de butacas. Abstenerse, diab¨¦ticos.
De Bono se ha dicho con frecuencia que era el Ruiz-Gallard¨®n del PSOE. A veces se ha dicho con malicia, como queriendo significar que eran intercambiables y que aquel podr¨ªa haber militado en el PP y este en el PSOE, porque no les importaba tanto el sitio como el lugar que ocupar¨ªan en el sitio. Con independencia de lo que esa maldad tuviera de cierto, lo que une a Bono y a Gallard¨®n, aparte de su fe, es el hecho de que tambi¨¦n Gallard¨®n es un pol¨ªtico con salivilla. Cierren los ojos, imag¨ªnenselo pronunciando un discurso y ver¨¢n c¨®mo se manifiesta enseguida el alm¨ªbar moral en la comisura de sus labios. Tanto es as¨ª que a veces parece m¨¢s un cardenal contra el aborto que un ministro a favor de la justicia. Las homil¨ªas de los prelados se caracterizan precisamente por el empalago del que venimos hablando. Cuando Reig Pla, el tristemente c¨¦lebre obispo de Alcal¨¢ de Henares, proyect¨® sus fantasmas prostibularios sobre los homosexuales de la Tierra, se le llen¨® la boca, no ya de salivilla, sino de baba, de mala baba. De la salivilla a la baba, a veces, hay un paso.
Total, que cuando Raphael y Jos¨¦ Bono se emparentaron, nos choc¨® por un lado aquella alianza entre el cantante de Linares y el pol¨ªtico socialista, que a primera vista no parec¨ªa natural. A segunda vista, en cambio, vimos en ese enlace algo intensamente coherente, incluso necesario, no como si las dos Espa?as se hubieran sentado a echar una partida de cartas, tampoco exageremos, pero nos gust¨® imaginar que la ¨²nica diferencia entre la Espa?a del cantante de derechas y la del pol¨ªtico de izquierdas fuera una hache, es decir, que una de ellas, en vez de escribirse Espa?a, se escribiera Espha?a. Bono habr¨ªa sido un gran presidente de esta Espha?a nueva, donde la estrella por antonomasia, claro, ser¨ªa Raphael.
Todo esto es pol¨ªtica ficci¨®n, incluso literatura ficci¨®n, porque el olfato de reptil, que al final es el que funciona, nos dice que, aunque haya habido boda, las cosas no terminan de casar, o sea, que la primera impresi¨®n era la buena. La relaci¨®n entre Jos¨¦ Bono y Raphael resulta imposible, digan lo que digan los dem¨¢s, no porque sean muy distintos, sino porque se parecen demasiado y lo igual, aunque finja atraerse, se repele.
Cuando juegan al p¨®quer gana Bono.
Pr¨®xima entrega, el mi¨¦rcoles: Pedro Almod¨®var / Carmen Maura
Babelia
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