Los ectoplasmas y yo
T¨² me aseguras que no tendr¨¦ que hablar con la Merkel, Jos¨¦ Manuel? Chico, es que me agarra de la manga y venga a decirme cosas en ingl¨¦s, que cuando dice Cameron y Monti bien est¨¢, pero el resto ya me dir¨¢s¡
¡ªNo te preocupes, Mariano, que yo no me muevo de tu lado y ya sabes que mi ingl¨¦s es, sin ¨¢nimo de presumir, francamente extraordinario, contestaba Garc¨ªa Margallo.
¡ªTambi¨¦n yo estar¨¦ all¨ª, presidente, que es cierto que tu english es fluently, Margallo, pero reconocer¨¢s que el m¨ªo tiene ese punto que te da moverte en los Hedge Fund, que forzosamente te relacionas con una private equity firms¡ Vamos, en Lehman, uy, perd¨®n¡
¡ª???Luis, cu¨¢ntas veces te he dicho que ni mencionar la bicha!!!
Total, que el jefe se iba para Bruselas, hac¨ªa un d¨ªa de primavera que era un lujo, a m¨ª no me apetec¨ªa viajar y mont¨¦ la kerm¨¦s en un suspiro. Por cierto, eso s¨ª que se me da bien. Lo de suspirar, digo. Los fantasmas tenemos una facilidad innata para el suspiro, es verdad, pero a m¨ª se me da especialmente bien. Como a los Pujol lo de quejarse, pero en esa comparaci¨®n yo ser¨ªa el molt honorable. As¨ª que reun¨ª a todos los ectoplasmas, robamos unas cosillas en la cocina para picar, que no crean que fue f¨¢cil, que ahora tienen contadas hasta las aceitunas con anchoa. Por lo de los recortes, que primero se hace un caf¨¦ y si alguien repite le dan el recuelo. Nos tuvimos que llevar las olivas de gordal, que esas a¨²n est¨¢n por la libre. Y nos echamos al jard¨ªn. Que a m¨ª, y al de Felipe, por lo de los bonsais, nos gusta mucho ese lujo de cedros, chopos y acacias, por citar unos poquitos.
Porque somos invisibles, que si no ya les contar¨ªa yo el espect¨¢culo que ofrec¨ªamos. A ver. Alguna precisi¨®n de arranque, que todav¨ªa no les he explicado c¨®mo convivimos los ectoplasmas y un servidor. No nos liemos, que aqu¨ª el baranda soy yo. Un fantasma es el s¨²mmum de las especies incorp¨®reas, les saca varios cuerpos ¡ªes una broma que nos gastamos entre nosotros¡ª a los dem¨¢s entes, tal que los ectoplasmas. A partir de este hecho sin posible discusi¨®n, todo se desarrolla de forma fluida. Y es que los ectoplasmas son poca cosa, que andan por aqu¨ª y por all¨¢ pero casi nunca se puede tener una conversaci¨®n seguida con ellos, que es como si hablaras por Skype. Son difusos, borrosos e imprecisos, si bien llevan como adheridos a la piel que no tienen las m¨¢s conspicuas caracter¨ªsticas de aquellos cuyos cuerpos abandonaron el d¨ªa que salieron de La Moncloa. En general. En particular son a¨²n m¨¢s complicados. Yo solo tengo cuatro y ya me dan bastante guerra, que no quiero ni pensar lo que debe sufrir el fantasma de Downing Street, el de la Casa Blanca o, si me apuran, el del Eliseo.
Por ejemplo, Fito, que est¨¢ en un estado intermedio entre ¨¢nima y ectoplasma. Yo le llamo Fito ¡ªde Adolfito¡ª para que vea que le aprecio. El pobre se va diluyendo, sabedor de que su destino en primera instancia es extinguirse cuando definitivamente lo haga su personaje, aunque es consciente de que renacer¨¢ cuando se produzca el momento irreversible, que los ectoplasmas rehacen su vida cuando la de su par, finalmente, se apaga. Bragado y resuelto en sus comienzos, cuando yo le conoc¨ª, ahora apenas si es algo m¨¢s que un suave viento, una presencia m¨¢s presentida que advertida. Saben los ectoplasmas, como Roy Batty en Blade Runner, que ¡°Todos aquellos momentos se perder¨¢n en el tiempo como l¨¢grimas en la lluvia¡±. Pero fueron importantes, muy importantes, y m¨¢s para m¨ª, y tengo a Fito en palmitas, que siempre le dejo en alguna piedra a su alcance una tortilla a la francesa y un caf¨¦ solo. Nada prueba, pobre, pero lo agradece.
Tampoco es sencillo sacar al jard¨ªn a Ecto, que se qued¨® as¨ª como a la mitad, cortado a la altura del vientre. Lo llevamos en un carrito que se usaba para dar de desayunar a los hijos de Leopoldo. ?C¨®mo eran tantos! Menos mal que como tiene un depurado sentido del humor, gusta de ponerse unos collares de hojalata y unas ensaimadas en las orejas para hacernos una broma que nos gusta mucho: ¡°?Verdad que me quedo igualito que la Dama de Elche?¡±. Toca raro el piano, el pobre, que sin pedales no es lo mismo. Ecto lo dice mucho: es que Liszt sin pedales¡
Los dem¨¢s ya me los trajino mejor. Con sus cosas. El de Felipe ¡ªPor Consiguiente, le llamamos¡ª solo tiene dos problemas. El primero es que no se calla jam¨¢s, nunca, bajo ninguna circunstancia. Que digo yo y dale y vuelta. El otro es de m¨¢s f¨¢cil soluci¨®n, que siempre va mirando para atr¨¢s por si viene Alfonso. Ese cedro, hay que avisarle para que no tropiece. Pero est¨¢ bien Por Consiguiente, que es un poquito m¨¢s animado que los que le siguen, que vaya tela.
Al de Aznar le fren¨¦ en seco, que fue tener mayor¨ªa absoluta en la segunda legislatura y venirme con aires de superioridad:
¡ªOye, Leandro¡, me dijo sin mover la boca.
¡ªPara ti don Leandro, Aznar L¨®pez. Que solo eres un ectoplasma.
A ¨¦l le llamaba Aznar L¨®pez pero cuando no estaba me refer¨ªa a ¨¦l por Azor¨ªn. Por las Azores, claro. Tiene una tendencia natural a darte bufidos y mandarte a hacer algo. Cualquier cosa, da igual. Tambi¨¦n intenta sub¨ªrseme a la chepa, y como siempre lleva el peso de Ana Botella ¡ª¡°eso ni se te ocurra¡±, le dec¨ªa Ana muchas veces¡ª resultaba un poco molesto. Un poco, digo, porque como no tengo chepa, ni espalda, ni nada, cada vez que lo intentan se dan una costalada de mucho re¨ªr. ?Y con el sentido del humor que se gasta el gach¨®! Lo peor cuando ven¨ªa Ana es que siempre quer¨ªa que nos qued¨¢ramos en en la Fuente del Amor, con sus bojs y sus granados, que es el sitio m¨¢s cursi de toda la Moncloa. ¡°Aqu¨ª estuvieron Antonio Machado y Guiomar¡±, dec¨ªan. Por Consiguiente le met¨ªa m¨¢s marcha: ¡°?Y se quer¨ªan mucho? A ver, cuenta, cuenta, Josemari, que eso me interesa una barbaridad¡±. Un cachondo, ya les digo.
Al ectoplasma de Zapatero tard¨¦ mucho en encontrarle nombre. Es que no sab¨ªa c¨®mo llamarle. Y cuidado que llevo tiempo con ¨¦l. Le miro, me mira. Le saludo y me saluda. No nos llevamos mal, que conste. Es un buen tipo. Lo que ocurre es que debe de tener mucha vida interior. A los ectoplasmas ¡ªya les he dicho que son como incorp¨®reos y m¨¢s bien imprecisos en sus contornos¡ª la vida interior como que se les escapa y eso siempre les trae un poco retra¨ªdos. De nombres, prob¨¦ con Talante, que era el obvio, pero no me son¨® bien, que parec¨ªa as¨ª como de risa. Luego, lo intent¨¦ con Zen y Feng Sui. Tampoco. Al final no tuve m¨¢s remedio que llamarle Om. Me resist¨ªa. Por cursi. Pero es que le veo c¨®mo mira al infinito cuando el ectoplasma de Azor¨ªn le insulta, le ara?a y hasta le tira del pelo, que es que no lo puede ni ver. Y mientras, esos ojos tan claros fijos en las nubes. ?C¨®mo no llamarlo Om?
Sorteamos a quien le toca hablar, que uno es un dem¨®crata y les deja que se suelten. Criaturas. Si ya no pueden hacer casi nada. Lo peor de esto es cuando le llega el turno a Azor¨ªn y quiere contarnos, otra vez, la boda de Anita.
¡ª???Basta!!!! Le gritamos a coro.
O lo de las Azores.
¡ª???Eso tampoco!!!
O lo del rancho de Bush.
¡ª???Ni se te ocurra!!!
Hoy el palito m¨¢s corto lo ha sacado Por Consiguiente. Sin problemas: hemos tra¨ªdo almohadas y hasta sacos de dormir. Que no se preocupe Rajoy en volver. Puede dar hasta la vuelta al mundo que aqu¨ª seguiremos:
¡ª¡Y le dije a Kohl, mira t¨ªo, mon uncle, ya sabes, que siempre habl¨¢bamos en franc¨¦s¡
Ma?ana, siguiente cap¨ªtulo: El irreprimible llanto de F¨¢tima.
Babelia
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