Leonardo se sienta a la izquierda de Jes¨²s
El estudioso Ross King sostiene que el maestro toscano se autorretrat¨® en 'La ¨²ltima cena' La figura del ap¨®stol Santo Tom¨¢s esconde los rasgos de Da Vinci, seg¨²n el brit¨¢nico
Rafael se col¨® en su fresco tal vez m¨¢s famoso, La escuela de Atenas. El maestro de Urbino aparece a la derecha, con un gorro negro, mirando hacia el espectador. Y Miguel ?ngel tambi¨¦n figura en su obra maestra, El juicio universal de la Capilla Sixtina, aunque solo sea en una piel desecha y deformada. En el fondo, dejar algo m¨¢s que una firma para la eternidad era una opci¨®n frecuente y a la vez tentadora para los grandes creadores. Tanto que, seg¨²n sugiere el estudioso Ross King, el propio Leonardo da Vinci tambi¨¦n cay¨® presa del narcisismo: el brit¨¢nico sostiene que el maestro toscano se autorretrat¨® en La ¨²ltima cena.
King, eso s¨ª, insiste desde el principio en que la suya no es una ¡°certeza categ¨®rica¡±, sino ¡°una posibilidad¡±. Su castillo argumental se edifica principalmente sobre un fundamento algo sutil: un poema de aquel entonces de Gaspare Visconti. En sus versos, el hombre en cuesti¨®n se re¨ªa de un artista que ten¨ªa la costumbre de autorretratarse en sus cuadros. ¡°Visconti y Da Vinci eran amigos, se conoc¨ªan bastante bien. Y la broma solo ten¨ªa sentido y pod¨ªa ser comprendida si se referia a un pintor muy conocido¡±, cuenta King.
Para reforzar su hip¨®tesis el estudioso subraya que el poema fue escrito en los mismos a?os en los que Leonardo termin¨® La ¨²ltima cena (1497-98), en una ¨¦poca, adem¨¢s, en la que ambos coincidieron en Mil¨¢n a la corte de la noble familia de los Sforza.
En concreto, King cree que Leonardo escogi¨® al ap¨®stol Tom¨¢s para mostrar sus rasgos a las generaciones venideras. Primero, porque el poema de Visconti se refiere a un artista que donaba sobre todo ¡°su m¨ªmica y sus acciones¡± a sus personajes. Y ¡°el gesto m¨¢s frecuente para representar a Leonardo era el dedo apuntando¡±, justo la postura de Tom¨¢s en La ¨²ltima cena.
La segunda raz¨®n es m¨¢s bien filos¨®fica: ¡°Si Leonardo hubiera tenido que elegir un personaje, habr¨ªa sido Tom¨¢s, ya que dudaba de todo¡±. Aunque en realidad, seg¨²n King, el maestro no escogi¨® solo al ap¨®stol m¨¢s esc¨¦ptico. Santiago el menor tambi¨¦n esconder¨ªa un autorretrato de Leonardo: ¡°Ambas figuras son extremadamente parecidas. La nariz grande, el pelo¡ Creo que us¨® el mismo modelo¡±.
Dos autorretratos de Da Vinci de un golpe. Bastante como para sacudir de pol¨¦micas por en¨¦sima vez el mundo del arte. Aunque lo cierto es que en la historia de King hay muchos si (si el poema de Visconti se refiere a Leonardo, si el maestro se retrat¨® con el dedo apuntando, si Tom¨¢s y Santiago tienen el mismo modelo, etc¡) y una sola certeza: el estudioso cuenta su hip¨®tesis en un libro que va a sacar a la venta justo ahora. ?Operaci¨®n comercial? King se r¨ªe: ¡°Mire. Yo estaba en mi jard¨ªn y es usted quien me ha llamado. De todos modos, estoy interesado sobre todo en c¨®mo reaccione la gente. A lo mejor ni siquiera contesta nadie. En el fondo sobre Leonardo hay una historia nueva cada dos d¨ªas¡±.
He ah¨ª una segunda certeza. El gran artista y sus creaciones fascinan desde hace siglos expertos y aficionados. M¨¢s aun, desde que se descubri¨® una nueva Gioconda y fue restaurada otra de sus obras maestras: Santa Ana. Sin embargo una niebla de misterio sigue cubriendo su vida, su arte, y hasta su rostro. ¡°Lo m¨¢s dif¨ªcil para los que buscamos autorretratos de Leonardo es que no sabemos c¨®mo era. Se pint¨®, muy probablemente, en la Adoraci¨®n de los Magos, de los Uffizi. Y su alumno Francesco Melzi le retrat¨®, de perfil, cuando ya estaba mayor. No hay m¨¢s rastros de sus rasgos¡±, defiende King. Tal vez los haya en La ¨²ltima cena. O tal vez no. A falta de m¨¢s indicios que un poema, h¨¢ganle caso a San Tom¨¢s: duden de todo.
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