El relato, el relato
Hablamos de Francia, donde, seamos claros, si para escribir un buen libro hay que matar a la esposa, se la mata sin que acusen a uno de violencia de g¨¦nero
Strauss-Kahn y Anne Sinclair han tenido unas vidas que para nosotros las quisi¨¦ramos usted y yo, unas vidas de Boutique del gourmet de El Corte Ingl¨¦s comparadas con las vidas de Mercadona, cuando no de D¨ªa, de la mayor¨ªa de la gente; unas vidas plenas, si eso existe, tanto desde el punto de vista intelectual como desde el profesional, por no hablar de lo que han follado, que a la hora de la auditor¨ªa final tambi¨¦n cuenta. Se ve a la legua que han follado como lobos hambrientos, como linces de tama?o medio y cuerpo moteado, como felinos de osamenta flexible y pelo corto y suave. Y despu¨¦s de follar han aullado de insatisfacci¨®n o plenitud, depende, a la luz de la luna desde las ventanas de los mejores hoteles del mundo, con las botellas de Mo?t & Chandon derramadas sobre la moqueta y los restos del caviar deshidrat¨¢ndose en sus cucharitas de plata.
La formaci¨®n de ¨¦l, que va desde las ciencias pol¨ªticas a la econom¨ªa, pasando por el derecho p¨²blico, le ha permitido moverse con id¨¦ntica soltura en el mundo de la ense?anza universitaria, en el de la pol¨ªtica y en el de las finanzas. Ha sido dos veces ministro, una de ellas con Mitterrand, que cuenta el doble, y ha dirigido el FMI. Al final, la vida m¨¢s brillante y mejor follada cabe en cuatro l¨ªneas.
En cuanto a ella, Anne Sinclair, licenciada en Derecho, pero con formaci¨®n pol¨ªtica tambi¨¦n, ha ejercido un periodismo de calidad y ¨¦xito tanto en medios escritos como en la televisi¨®n, donde a lo largo de 13 a?os entrevist¨® a las personalidades m¨¢s relevantes de la pol¨ªtica y de la cultura del momento. Una estrella, en fin, que en 1991 se uni¨® a Strauss-Kahn formando entre los dos una constelaci¨®n de car¨¢cter pol¨ªtico-econ¨®mico-social con m¨¢s brillo que la V¨ªa L¨¢ctea.
Ella es millonaria. ?l no, pero procede de una familia de clase media ilustrada y masona. Se doctor¨® (?ay, el dinero!) con una tesis titulada: Econom¨ªa de familia y acumulaci¨®n patrimonial.
Viene este peque?o resumen biogr¨¢fico a colocar sobre la mesa la idea de que las personas que salen cuando les da la gana en las p¨¢ginas de sociedad, cultura o pol¨ªtica de la prensa sienten una nostalgia enorme, de la que quiz¨¢ no sean conscientes, por las p¨¢ginas de sucesos. Est¨¢ bien, en fin, que saquen un libro tuyo en la portada del suplemento literario de Le Monde, que te citen en los editoriales pol¨ªticos de The New York Times o que desayunes con tu foto en la primera de The Economist. Todo eso es magn¨ªfico, suele venderse como la realizaci¨®n de un sue?o adolescente que con frecuencia era el sue?o adolescente de tus pap¨¢s. Pero cansa. La realizaci¨®n total solo se halla en la secci¨®n de sucesos como el deseo absoluto solo se satisface con la muerte ?Hay, pues, derecho a que est¨¦ ocupada esta secci¨®n indefectiblemente por delincuentes de segunda en el pa¨ªs de la grandeur?
Estamos hablando de Francia, amigos, donde las novelas del franc¨®fono Simenon se leen como en otros lugares la Biblia. Donde Althusser, uno de sus fil¨®sofos m¨¢s internacionales, estrangul¨® a H¨¦l¨¨ne, su esposa de toda la vida, y el asunto col¨® como un crimen intelectual. No vamos a afirmar, porque no lo tenemos documentado, que la matara para escribir, ya desde el manicomio y lejos de las tensiones de la vida cotidiana, El porvenir es largo, pero lo cierto es que se trata de una autobiograf¨ªa prodigiosa, que nos habr¨ªamos perdido sin el asesinato. Estamos hablando de Francia donde, seamos claros, si para escribir un buen libro hay que matar a la esposa, se la mata sin que le acusen a uno de violencia de g¨¦nero, que es una vulgaridad. Estamos hablando de Francia, la patria de Fran?ois Villon, autor de La balada de los ahorcados, escrita en el corredor de la muerte, mientras desde la ventana de su celda observaba balancearse, movida por el viento, la cuerda de la que habr¨ªa de pender su propio cuerpo¡.
?Qu¨¦ atracci¨®n fatal poseen las p¨¢ginas de sucesos, las cr¨®nicas de Tribunales! Qu¨¦ diferencia entre una necrol¨®gica cultural, de las que dedicamos a cualquiera de los escritores que mueren cada d¨ªa de su c¨¢ncer peque?o-burgu¨¦s, o de su neumon¨ªa chiquitita, o de su infarto dom¨¦stico, o de su enfisema de mierda, qu¨¦ diferencia, dec¨ªamos, entre esas necrol¨®gicas y la cr¨®nica de sucesos que se gan¨® a pulso, por ejemplo, Pasolini, que naci¨® fuera de Francia, el pobre, por equivocaci¨®n.
El crimen, los tribunales... ?No recuerdan ustedes aquel libro magn¨ªfico, ¡°Yo, Pierre Rivi¨¦re, habiendo matado a mi madre, mi hermana, y a mi hermano¡¡±? Pues estaba escrito por Foucault, otro estructuralista franc¨¦s, muy amigo de Althusser, a quien visitaba con frecuencia en el manicomio donde lo hab¨ªan recluido para ahorrarle la c¨¢rcel. La fascinaci¨®n por las p¨¢ginas de sucesos, ya decimos, por la secci¨®n de Tribunales, la fascinaci¨®n por las zonas de la prensa donde, m¨¢s que enumerar datos, se cuentan historias. Los pol¨ªticos acaban de descubrir hace dos d¨ªas la importancia del relato y no se les cae de la boca esa palabra. El relato, el relato¡ Tenemos que construir un relato para explicar al contribuyente por qu¨¦ lo sodomizamos sin pausa.
En eso estamos todos, en la construcci¨®n de un relato. Strauss-Kahn ten¨ªa un curriculum de muerte gracias al que abr¨ªa un d¨ªa s¨ª y otro tambi¨¦n los telediarios de medio mundo. Pero no ten¨ªa una novela; sobre todo, no ten¨ªa una novela negra, una novela simenoniana, no hab¨ªa salido a¨²n en la cr¨®nica de Tribunales. No hab¨ªa llegado a nada. Hay gente que confunde el curriculum profesional con la novela personal, pero no tienen nada que ver. ?C¨®mo vas a comparar una relaci¨®n de hechos inconexos, todos de car¨¢cter legal, con una novela de cr¨ªmenes?
Y aqu¨ª es donde el hombre pone en marcha una doble vida digna de la grandeur a la que pertenece (ya se ha dicho que ha sido ministro de Mitterrand, otro tipo con un lado oscuro de cojones). Y aqu¨ª es donde coincide con Anne Sinclair, una lectora infatigable de lados oscuros que pondr¨¢ su fortuna al servicio de toda la capacidad autodestructiva de su novio primero y de su marido despu¨¦s.
Lo que pasa es que las ricas como Sinclair pueden coquetear un rato con el mal por aburrimiento, pero sin comprometerse de verdad con ¨¦l. Los ricos no necesitan relato como no necesitan sentido porque la pasta tapa todas las carencias. De modo que tras la ¨²ltima detenci¨®n de Strauss-Kahn por un presunto caso de proxenetismo, parece que ha decido abandonarle. ¡°All¨¢ t¨² con tu relato", le ha dicho para volver donde sol¨ªa.
Pero ¨¦l ya tiene su novela.
Pr¨®xima entrega, el mi¨¦rcoles: Los miembros del Gobierno
Babelia
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