El Schindler portugu¨¦s
El filme ¡®El c¨®nsul de Burdeos¡¯ reivindica la figura de Aristides de Sousa Mendes, cuya firma salv¨® a 30.000 personas de los nazis. La dictadura de Salazar le conden¨® al desprestigio y la miseria
Corr¨ªa junio de 1940. Los alemanes hab¨ªan ocupado Par¨ªs el 14 de ese mes tras arrollar a las tropas francesas, provocando a la vez un ¨¦xodo de miedo y turbaci¨®n en toda Europa. Las carreteras galas que apuntaban al sur se llenaron de desesperados que trataban de huir del terror nazi. En Burdeos confluyeron miles de desplazados en busca de una salida a la ratonera mortal en la que se estaba convirtiendo esa parte del mundo. Un portugu¨¦s miraba las calles atestadas de miserables desde su ventana. Lo que vio ¡ªlo que supuso que le iba a pasar a esa gente¡ª le desat¨® una crisis ¨¦tico-depresiva que le at¨® a la cama dos d¨ªas y de la que despert¨® convertido en un h¨¦roe. Se llamaba Aristides de Sousa Mendes, era c¨®nsul de Portugal en Burdeos y salv¨® a 30.000 personas, entre ellos 10.000 jud¨ªos, al expedir visados a mansalva y sin permiso que se convirtieron en salvoconductos hacia la vida. Posteriormente fue expulsado del cuerpo diplom¨¢tico portugu¨¦s y muri¨® en la miseria y en el olvido. Sus hijos tuvieron que emigrar, y sus nietos, ya sesentones, se esfuerzan ahora por rehabilitar en Portugal y en el resto del mundo la figura del abuelo. Ahora, una pel¨ªcula luso-espa?ola, El c¨®nsul de Burdeos, que se ha estrenado ya en algunos festivales y que en oto?o llegar¨¢ a las salas portuguesas, recuerda la vida de esta suerte de Schindler portugu¨¦s.
Aristides de Sousa Mendes naci¨® en julio de 1885 en Cabanas de Viriato, un peque?o pueblo del centro del pa¨ªs, en el seno de una acomodada familia cat¨®lica de la aristocracia portuguesa. Junto a su hermano gemelo, C¨¦sar (que lleg¨® a ser ministro de Asuntos Exteriores), estudi¨® derecho y se enrol¨® en la carrera diplom¨¢tica. Fue c¨®nsul en Tanzania, San Francisco y Vigo, entre otros destinos, antes de llegar a Burdeos. Se cas¨® en 1908 con una prima, representante tambi¨¦n de las buenas familias lusas de la ¨¦poca, y tuvo con ella 14 hijos. Hasta junio de 1940, todo en la vida de Sousa Mendes discurri¨® como estaba previsto en un miembro de su clase social. Hasta la ma?ana de junio de 1940, con Par¨ªs ocupado, en que se agolparon debajo de la ventana de su consulado de Burdeos el aluvi¨®n de refugiados en busca de visado portugu¨¦s.
El c¨®nsul lleg¨® a viajar hasta Hendaya para firmar visados en la calle. Unos 10.000 jud¨ªos escaparon con su ayuda
Ant¨®nio de Oliveira Salazar, el h¨¢bil y astuto dictador portugu¨¦s empe?ado en mantener a su pa¨ªs en una neutralidad interesada, hab¨ªa sido claro al respecto: quedaba prohibido inmiscuirse, quedaba prohibido dar visados, quedaba prohibido intervenir.
Sin embargo, despu¨¦s de la citada crisis de conciencia y atormentado por las dudas morales sobre c¨®mo proceder en ese tiempo convulso, Sousa Mendes baj¨® hasta el vest¨ªbulo principal del edificio, reuni¨® a su personal y les transmiti¨® una orden terminante para la que no hab¨ªa vuelta atr¨¢s. El diplom¨¢tico sab¨ªa mejor que nadie lo que significaba desobedecer a alguien como Salazar, que jam¨¢s olvidaba un desplante. Temi¨® por su futuro y el de sus hijos. A pesar de eso, dijo:¡ªDaremos visado a todo el que lo pida, sin importarnos de d¨®nde venga, qui¨¦n sea y la raza a la que pertenezca.
Durante dos d¨ªas y sus noches, el consulado de Portugal en Burdeos se convirti¨® en una f¨¢brica delirante de emitir pasaportes. Con ellos en el bolsillo, todo un ej¨¦rcito de atormentados parti¨®, a trav¨¦s de Espa?a, hacia Lisboa, desde donde se desperdig¨® por el resto del mundo libre.
¡°Normalmente, los h¨¦roes van armados de una espada. Pero el ¨²ltimo h¨¦roe portugu¨¦s solo iba armado con su bol¨ªgrafo. Con ¨¦l salv¨® a la gente¡±, recuerda Jos¨¦ Mazeda, productor de la pel¨ªcula.
Tras esos dos d¨ªas fren¨¦ticos en los que, incluso, Sousa Mendes viaj¨® hasta Hendaya (Francia) para firmar visados en la calle, la noticia de la peque?a rebeli¨®n del consulado franc¨¦s llega a o¨ªdos del todopoderoso Salazar, que ordena invalidar los pasaportes con la firma de Sousa Mendes (afortunadamente, demasiado tarde), destituir de inmediato al infractor y obligarlo a regresar a Lisboa a toda prisa.
Aqu¨ª termina la pel¨ªcula. Con la imagen de un hombre apartado de su trabajo, pero a¨²n entero, seguro, consciente de que ha obrado bien. La vida de Sousa Mendes, sin embargo, continu¨®, para su desgracia.
Salazar le despoj¨® de su cargo, de su sueldo y de su salida profesional. Por medio de una artima?a legal, el c¨®nsul de Burdeos fue obligado a jubilarse sin pensi¨®n. Sousa Mendes, por entonces de 54 a?os, regres¨® a su vieja casa solariega de Cabanas de Viriato, donde se recluy¨® a tratar de sobrevivir con los hijos que a¨²n depend¨ªan de ¨¦l. Dos de ellos, nacidos en EE UU cuando era c¨®nsul en San Francisco, saltaron a Londres y se alistaron en el ej¨¦rcito estadounidense. Participaron en el desembarco de Normand¨ªa. El resto de la prole asisti¨® al progresivo e irrecuperable declive econ¨®mico de la familia.
¡°Fueron malvendiendo cosas: las tierras, el piano, los muebles. Un pariente m¨ªo encontr¨® en una taberna algunas de las sillas que utilizaba la familia en el comedor de gala. Las compr¨®. A mi abuelo solo le ayud¨® un fondo de caridad israel¨ª que no daba mucho. Com¨ªa porque ten¨ªa una cuenta abierta en una tienda de alimentos donde le fiaban¡±, recuerda Ant¨®nio de Sousa Mendes, nieto del exc¨®nsul. Ant¨®nio, junto a su primo ?lvaro de Sousa Mendes, tambi¨¦n nieto de Aristides, son el alma de una fundaci¨®n, Aristides de Sousa Mendes, dedicada a la memoria de su abuelo. En la sede, en un peque?o piso de la Alfama lisboeta atiborrado de carteles y fotos de su antepasado ilustre, los dos primos se?alan que el primer objetivo de su asociaci¨®n es el de rehabilitar la casa se?orial en la que naci¨® y muri¨® Aristides, ahora casi derruida por los efectos del paso del tiempo y la dejadez. La historia reciente de la mansi¨®n, relatada por ?lvaro, tambi¨¦n es significativa y resume bien todo el recorrido del diplom¨¢tico: ¡°A la muerte de mi abuelo, se present¨® en el juzgado el due?o de la tienda de alimentos con la hoja donde llevaba anotadas todas las cantidades que le adeudaba nuestra familia. As¨ª que la casa se subast¨®, y se la qued¨® el tendero, dejando a los Sousa Mendes sin nada. Los hijos emigraron, a ?frica, a EE UU, a Lisboa¡ En 2001, la memoria de mi abuelo fue rehabilitada, y tambi¨¦n su estatus. Y nos pagaron los meses de sueldo o de pensi¨®n que Salazar le quit¨®. Con ese dinero, la fundaci¨®n adquiri¨® la casa en ruinas. Ahora queremos convertirla en museo. Sabemos que es dif¨ªcil, porque el pa¨ªs est¨¢ como est¨¢, pero no vamos a dejar de intentarlo¡±.
La dictadura portuguesa le despoj¨® del cargo y le jubil¨® sin pensi¨®n. A su muerte, el tendero que le fiaba se qued¨® con la casa
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