De la Tate Modern a La Gallinera
Del centro del mundo al centro de la tierra y de uno mismo. As¨ª es el viaje de vuelta de Vicente Todol¨ª desde el resplandor de la Tate Modern en Londres, coraz¨®n del arte contempor¨¢neo, hasta la sencillez de la sierra alicantina, hasta La Vall de la Gallinera, donde creci¨® y ahora se refugia
Tiene una peque?a motocicleta sobre la que anda por estos caminos, desde Beniali, su pueblo m¨¢s cercano, hasta que llega a un kil¨®metro de su casa, situada en lo m¨¢s alto de la sierra de La Vall de la Gallinera, en Alicante. A partir de ah¨ª, el terreno es pedregoso y seco, y Vicente Todol¨ª lo hace a pie firme, dando zancadas grandes. Por el camino saluda al vecino; un poco m¨¢s arriba la soledad es absoluta, no hay nadie; a veces viene un artista italiano, que tiene otra casa, pero aqu¨ª est¨¢ Todol¨ª solo casi todo el tiempo, a?os de soledad all¨¢ arriba. Ah¨ª se descubri¨® en 1992, y hasta 10 a?os m¨¢s tarde no cumpli¨® el sue?o de estar solo.
Esa soledad ¨¦l la comparte con los ¨¢rboles frutales que ha ido plantando, con los olivos, con los nogales. Va tocando los troncos, los frutos, y se va aprovisionando de peras, de manzanas en forma de pera, de brevas, comprueba que el nogal ya est¨¢ maduro, y a cada pieza que toca o que arranca le atribuye una historia, como si ah¨ª estuviera no solo la biograf¨ªa del alimento, sino su propia esencia, su raz¨®n de ser, que es el tiempo. Las frutas, dicen, se toman su tiempo, y este es exacto, y mirarlas hacerse es mirar el tiempo de la naturaleza, que es m¨¢s sabio que el tiempo de los hombres. Dentro de la casa, una modesta construcci¨®n de piedra, hay un jerg¨®n en el que duerme, una cocina que funciona como un c¨¢mping gas, y el agua que usa aparece gracias a la m¨¢s rudimentaria de las maniobras: con una manivela que acciona con notable pericia, pues es un ejercicio cotidiano.
Pod¨ªa decirse que es un eremita, o un anacoreta, pero ¨¦l ataja enseguida cualquier mitificaci¨®n de su deseo de estar solo. ¡°Para ser anacoreta me falta vocaci¨®n y tiempo¡±. ?l est¨¢ all¨¢ arriba tan solo el tiempo preciso para recargar pilas. ¡°Por as¨ª decirlo, estoy aqu¨ª el tiempo en que caduca un yogur¡±. Luego se va, a cualquier punto de Espa?a o del mundo. Dej¨® hace dos a?os la Tate Modern, que dirigi¨®, y cambi¨®, durante siete a?os. ¡°Cre¨ªan que no iba a cumplir el plazo, que me iba a quedar. Pero a los siete a?os les dije: ¡®Ah¨ª os qued¨¢is¡¯. Y me vine a La Vall de la Gallinera¡±. Sin remordimientos ni malos rollos, se fue porque se fue. La actividad la lleva en la sangre. La desarroll¨®, con Carmen Alborch, en el IVAM de Valencia; se forj¨® como director en Oporto y luego lo llamaron de Londres. Era un puesto grande, y ¨¦l le confiri¨® grandeza. Ahora apoya museos, da ideas, le consultan, y eso le mantiene lejos de aqu¨ª el tiempo justo. ¡°Despu¨¦s regreso. Esta es mi base, mi campamento¡±.
Estaba enfermo de im¨¢genes, que son
solo el brillo que protectan los cuerpos.
La tierra me dice que tengo que ir m¨¢s all¨¢
y llegar a las ra¨ªces
Fue ¡°una decisi¨®n radical¡±. Radical, esa es la palabra que m¨¢s usa. Para referirse a la decisi¨®n que tom¨® para dejar todo aquello ¨Clas reuniones, los compromisos, las conversaciones sin sustancia, ¡°las majader¨ªas, la ch¨¢chara¡±¨C y para decir qu¨¦ piensa hacer con la vida que tiene por delante. ¡°Si no eres radical te comen por los pies. Tienes que ponerte a ti mismo condiciones radicales, y debes cumplirlas radicalmente. Estar aqu¨ª arriba es una de esas condiciones¡±. Todol¨ª naci¨® al pie de esta monta?a donde resuelve sus nudos en el mundo y sale limpio, ¡°dispuesto a afrontar lo que sea¡±. En el pueblo, Palmera, ha decidido cultivar c¨ªtricos. Arriba, fruta y aceite; abajo, c¨ªtricos. Su vida est¨¢ dividida entre esa actividad doblemente buc¨®lica y el otro punto de apoyo, el arte, que no ha conseguido abandonar, ¡°quiz¨¢ porque tampoco me abandona ¨¦l a m¨ª¡±. No, no es un anacoreta, ni un misionero contemplativo que se haya retirado a las monta?as para meditar. Ah¨ª, en esa piedra que tiene la forma de una espalda, hace la siesta y piensa, claro, ¡°no se puede estar ni un segundo sin pensar¡±, pero no lo hace sin puntos de apoyo. Hace a?os subrayaba cada l¨ªnea de los libros que le¨ªa, ahora sigue leyendo con la misma avidez con la que habla, pero ya no subraya tanto. O al menos los libros que tiene junto al jerg¨®n est¨¢n ¡°muy fatigados¡±, como dice Borges de los libros que han sido bien le¨ªdos, y lo mismo sucede con la biblioteca que guarda junto a la cama en Palmera. Su madre, que a¨²n vive, y que es la destinataria de esos frutos que ahora baja de los ¨¢rboles, le dec¨ªa de chico: ¡°Tanto leer. ?Eso es estudiar?¡±. ¡°S¨ª, madre, como ir al cine. Todo es estudiar¡±.
Habla como una ametralladora, exactamente. Como si Todol¨ª dispusiera de una longitud de onda que a los dem¨¢s nos fuera ajena; ¨¦l habla como si estuviera subrayando y tachando a la vez un libro que tuviera en la mente y que no es exactamente el libro de su vida, sino el libro del futuro de su vida. La gente se pregunta por qu¨¦ ha hecho esto, por qu¨¦ lo dej¨® todo y se fue como si se lo llevara el diablo a este lugar tan apartado. Es su base, s¨ª, pero decidir tener una base tan lejana expresa un deseo muy concreto de huida, o de hartazgo. ¡°Son flases, te dan flases¡±. Y tuvo uno de sus flases hace muchos a?os, la primera vez que subi¨® a un monte. ¡°Aqu¨ª se te abre un proceso de concentraci¨®n que es imposible en la llanura, junto a la gente y sus ruidos. Aqu¨ª vives golpes de memoria, iluminaciones, flases, sensaciones¡±.
La primera vez que fue atravesaba, dice, un momento cr¨ªtico, y ah¨ª hall¨® una paz que se qued¨® en su memoria. ¡°No sab¨ªa ad¨®nde pertenec¨ªa. Quise ir al principio de las cosas, anularme y quedarme con la esencia de lo que soy. Aqu¨ª lo he encontrado otra vez¡±.
As¨ª que subi¨®, y se qued¨®, se hizo la casa, con la ayuda del padre, que ya muri¨®, y est¨¢ a un minuto de ser un anacoreta. ¡°Estaba enfermo de im¨¢genes y ah¨ª fue donde empec¨¦ a depurarlas y a percibir que las im¨¢genes son solo el brillo que proyectan los cuerpos. Pero la tierra me dice que tengo que ir m¨¢s all¨¢ de las im¨¢genes y llegar hasta las ra¨ªces, hasta el n¨²cleo¡±.
El ritmo de sus palabras no remite a la paciencia que le viene de dentro, pero as¨ª es Todol¨ª, as¨ª se expresa, como si dijera dos cosas distintas y superpuestas cada vez que emite una sentencia. Es su ritmo, el ritmo de Todol¨ª, el casi-anacoreta. ¡°S¨ª, todo es cuesti¨®n de ritmo. Cuando trabajas con im¨¢genes, el ritmo puede ser vertiginoso¡ Dicen que cuando tienes la muerte cerca ves toda tu vida. Pues en esta situaci¨®n en la que vivo ocurre todo lo contrario. Cuando plantas un ¨¢rbol no lo est¨¢s plantando solo para ti, sobre todo cuando no son ¨¢rboles frutales. Cada ¨¢rbol tiene su ritmo, puedes retrasarlo si no lo cuidas bien, pero si lo dejas ir, cada planta desarrolla su propio ritmo interno. Y te ayuda a aportar tu propio ritmo, de modo que no sea el tuyo el que defina el mundo, sino que sean diversos ritmos inspirados por los diferentes momentos del mundo¡±.
Es como dejar el cuerpo y la vista en silencio; es una venganza contra las im¨¢genes que pasan, como su propia manera de hablar, a una velocidad que nadie puede controlar. ¡°Pero no es ¨²nicamente el ritmo. Es la limpieza de la mirada y esa especie de desintoxicaci¨®n de los sentidos en un mundo en el que estamos agredidos por millones de im¨¢genes, por millones de palabras. Cuando aumentan y crecen los silencios, los descansos, los momentos muertos contribuyen a leer el mundo con una partitura m¨¢s variada y m¨¢s equilibrada, no solo con orejeras. Si te quitas las orejeras, miras con 360 grados, eres un testigo privilegiado, pero ya no eres el protagonista, el protagonista son los ritmos que adquieres¡±.
?l adquiere los ritmos aqu¨ª arriba. Sube hasta la piedra donde halla la horma de su espalda y muestra el camino de mar que va hasta Ibiza, y all¨¢ donde acaba la monta?a explica la mitolog¨ªa de La Foradada, el hueco por el que entra el sol a La Vall de la Gallinera. M¨¢s all¨¢, su hermano tambi¨¦n construy¨® una casa, pero viene poco, y delante unos amigos han decidido plantar un huerto. Cuando ¨¦l volvi¨® al lugar donde hall¨® la paz en un momento cr¨ªtico fue con su padre, y el padre fue quien le ayud¨® a hacer la casa, a preparar el terreno para este retiro en la cima del mundo, al menos en la cima (y en el centro) de su mundo.
El padre, le digo. Parece como si todo lo hiciera para volver al padre, que fue un gran experto en cultivos, un maestro de los naranjos. Es como un im¨¢n el padre, ?no? ¡°Los s¨¢bados, los hermanos le ¨ªbamos a ayudar al campo. Y nos pagaba. Como no conoc¨ªamos la t¨¦cnica, hac¨ªamos los trabajos m¨¢s duros. Yo odiaba todo aquello. Como tambi¨¦n hab¨ªa rosales, a veces cantaba aquella canci¨®n de Pi de la Serra: ¡®Las rosas son para olerlas el que no sabe trabajar¡¡¯. Ve¨ªa el trabajo de la tierra como una esclavitud que te obligaba a madrugar los s¨¢bados. Y yo me consideraba un urbanita¡±. Se fue a Nueva York, y volvi¨® a los naranjos y a los rosales, ¡°y paseaba entre ellos con chaqueta; casi sent¨ªa que el traje era como de cristal, que se pod¨ªa romper si lo rozaba una ramita¡±.
En ese momento Vicente Todol¨ª padeci¨® la primera crisis existencial. ?Qui¨¦n demonios soy, a qu¨¦ pertenezco? ¡°No encontraba mi lugar, no pod¨ªa volver a Nueva York, Valencia no ten¨ªa nada que ver con Nueva York, y me qued¨¦ flotando. Y, f¨ªjate, la soluci¨®n la ten¨ªa al lado: consist¨ªa simplemente en volver a mirar aquello de lo que te hab¨ªas distanciado porque te lo hab¨ªas tomado como una imposici¨®n¡±.
Cuando compr¨¦ la finca en ruinas fue como si mi padre dijera: 'Ahora eres uno de los nuestros'.
Yo fui su proyecto, y
esta tierra, mi destino
Y volvi¨® al campo, a La Gallinera. ¡°Hab¨ªa una semilla plantada en m¨ª, la plant¨® mi padre¡, y volv¨ª a subir montes¡±. A subir montes¡ lejos de Nueva York, al lado de su casa, donde su padre plantaba naranjos. ¡°Cuando hablaba, mi padre miraba siempre al horizonte con los naranjos por medio. Ten¨ªa la visi¨®n como la de un ¨¢guila flotando. Ahora estos recuerdos se traducen en sentimientos, como en los s¨ªntomas de una decisi¨®n que se fue forjando con la pujanza de una idea o de un proyecto. Cuando compr¨¦ la finca en ruinas creo que fue cuando mi padre adivin¨® que me conven¨ªa regresar adonde ¨¦l quer¨ªa que estuviera. Como si dijera ¡®ahora eres uno de los nuestros¡¯. Le parec¨ªa bien que estuviera en grandes ciudades y en museos extraordinarios, pero ¨¦l me quer¨ªa en la tierra; en ese sentido, yo fui su proyecto, y esta casa, este terreno, las huertas, el ojo de La Foradada, era el destino que me estaba buscando para decir, al fin, ¡®ahora has probado que sigues siendo de los nuestros¡±.
Todol¨ª era a¨²n el director del museo de arte moderno m¨¢s importante de Europa. Y el padre lo oblig¨®, otra vez, a madrugar los s¨¢bados. ¡°Y me dijo: ¡®?Aprende!¡¯. No se pod¨ªan hacer estas huertas de la nada, ni la casa se pod¨ªa hacer de la nada. ?l me condujo. Me cost¨® mucho porque hay cosas muy dif¨ªciles de aprender. La poda, por ejemplo, que es algo esencial¡±.
Es posible que sea igual de concienzudo contando una exposici¨®n y los montajes delicad¨ªsimos de las muestras de las que ha sido responsable. Pero la poda la explica con el detalle de quien se maravilla ante un arte que lleva siglos instalado en la mente de campesinos como su padre.
¨CUsted est¨¢ ahora ac¨¢ arriba, muy lejos de aquellas responsabilidades que le juntaron con lo m¨¢s exquisito de la cultura. Y vive en el silencio m¨¢s absoluto. ?Qu¨¦ siente?
¨CMe quit¨¦ de la ch¨¢chara. Pero ya lo hac¨ªa. De vez en cuando, en medio del ruido me marchaba y me ven¨ªa aqu¨ª. La finca la plant¨¦ en 1992. Entonces ya ten¨ªa idea de parar. Me dije que cuando cumpliera los 50 parar¨ªa y que este ser¨ªa el sitio en el que me dedicar¨ªa a conocer otras cosas. Pero cuando recib¨ª la oferta de la Tate Modern me conced¨ª una pr¨®rroga. All¨ª estuve siete a?os, y esto me estaba esperando. La finca fue un refugio, el lugar donde mis ra¨ªces se parten en dos: la Tate era la realidad que se me daba, y esto era lo que yo buscaba. Si quedaba reducido a escombros morales ten¨ªa que volver. Esto es lo fundamental. Ahora puede haber otras cosas, las hago, no tengo inconveniente en bajar de la base, pues esta es mi base, y asesorar a fundaciones o a museos; pero aqu¨ª vuelvo, esto es lo fundamental, el regad¨ªo, el secano, las pruebas con las ciruelas o con el albaricoque, la salud de los nogales, los olivos, el sol que entra por La Foradada, el aire.
¨CUna decisi¨®n tan radical implica un pensamiento previo, un estudio, no se puede concebir la espantada¡ ?Habr¨¢ habido un momento en concreto cuando decidi¨® acercarse alg¨²n d¨ªa a la vida del anacoreta?
¨CS¨ª, hubo ese instante. Cuando se abri¨® el Museo Serralbes, en Oporto, que yo dirig¨ª. Tuve que volver a empezar, con una presi¨®n tremenda porque si no consegu¨ªa que llegara al primer nivel, mis amigos podr¨ªan utilizarlo para decir que hab¨ªa sonado la flauta por casualidad. Me lo jugu¨¦ todo a una carta en un lugar perif¨¦rico, de tercer nivel, y eso supone una presi¨®n tremenda, que me imped¨ªa dormir muchos d¨ªas. Pensaba: si la presi¨®n me puede, ser¨¦ incapaz de tener una mirada clara, ser¨¦ incapaz de analizar, las fuerzas se me ir¨¢n en la angustia del proceso y no en conseguir los objetivos.
¨CY cuando se inaugur¨® el museo hab¨ªa conseguido lo que quer¨ªa¡
¨CFue cuando tuve claro que ya no ten¨ªa que demostrar nada y que era libre, o lo que yo cre¨ªa que era ser libre. Me empec¨¦ a encontrar en paz y a pensar en mi vida, pero no como actividad, sino como la vida que nos lleva adentro, a la lectura, al disfrute del mundo, sin ch¨¢chara alrededor.
Entonces vislumbr¨® su espacio. Aqu¨ª, debajo de La Foradada, en La Vall de la Gallinera. No tiene luz, un juego de espejos y velas le permite leer por las noches. Se ba?a en una especie de alquer¨ªa que est¨¢ enfrente de la casa. Y no hay un tel¨¦fono m¨®vil, no puede haberlo, demasiado lejos de lo que est¨¢ tan cerca¡
No le fue dif¨ªcil marcharse de la Tate. Lo hab¨ªa anunciado. Me ir¨¦ en torno al 15 de junio de 2010. Eso dijo, y eso hizo. Tozudo y mediterr¨¢neo, al d¨ªa siguiente empaquet¨® lo que ten¨ªa en su piso de Covent Garden y se march¨® al lugar al que pertenece, a cultivar aceite, frutas y c¨ªtricos, a mirar hacia el ojo por el que viene el sol a su casa. ¡°Me preguntaron por qu¨¦ no me quedaba hasta septiembre o noviembre, y les dije que no, que quer¨ªa irme con la luz de frente y no de espaldas. Si me voy el 21 de junio, lo hago con la luz alarg¨¢ndose; si me voy despu¨¦s, el d¨ªa se va acortando. Para m¨ª era importante esa met¨¢fora lum¨ªnica. He aprendido que la luz es esencial, cada d¨ªa es diferente y uno no puede ignorar que esas diferencias son muy significativas en la vida de un hombre. Fue una sensaci¨®n de liberaci¨®n, estuve seis meses flotando completamente, en un estado beat¨ªfico.
¨C?Haciendo qu¨¦?
Cuandome march¨¦ de
la Tate fue una especie
de liberaci¨®n. Fue
viajar hacia atr¨¢s
en vez de hacia
delante. Un ejercicio
de libertad absoluta
¨CEn una especie de limbo-spa¡ Es el momento en el que una vida alcanza la velocidad de crucero¡ No oyes ning¨²n ruido, pero est¨¢s en un vuelo sin motor. Estuve mucho tiempo aqu¨ª y tambi¨¦n en Italia. Los meses anteriores ya hab¨ªa venido bastante porque quer¨ªa sembrar, y de golpe, meterme aqu¨ª, con el ritmo que hab¨ªa llevado, resultaba peligroso. Durante esos meses de readaptaci¨®n iba recibiendo flases, golpes de luz, olores, un tipo de nube, sensaciones que me remit¨ªan a tiempos de mi infancia. Hab¨ªa cambiado un poco el paisaje, pero cada vez que ven¨ªa notaba como si de repente algo se renovara dentro de m¨ª, como si me cambiaran las bater¨ªas. Fue viajar hacia atr¨¢s en vez de hacia delante. Fue una limpieza y un ejercicio de libertad absoluta, porque mi idea era: no quiero depender de nadie ni que nadie dependa de m¨ª. Y a eso me dediqu¨¦. Nunca m¨¢s aquello. Pas¨¦ de liberto a hombre libre.
Un paso grande para un hombre, sin duda. Pero hay un lastre enorme que tiene el hombre libre: la vanidad, el recuerdo del poder, el enorme peso que el poder pone en la parte mezquina del alma. Le pregunto a Todol¨ª c¨®mo se salv¨®, o c¨®mo se est¨¢ salvando, de ese despojo. ¡°Con la tierra¡±, dice. ¡°El primer d¨ªa que subes ah¨ª arriba la tierra desaparece ante tus pies, caes en el abismo. Era placentera, pero a la vez un poco angustiosa porque no sabes qu¨¦ hay detr¨¢s, casi casi es como si volvieras al ¨²tero. Ese proceso de ca¨ªda es profundamente autocr¨ªtico, te puede producir angustia. Pero al final te das cuenta de que no es nada comparado con procesos que duran millones de a?os. Se trata de poner las cosas en su sitio. Y a m¨ª la tierra me puso en mi sitio¡±.
Por el ojo de La Foradada ha pasado un ¨¢guila. ¡°?Ves su vuelo perfecto? Eso es una obra de arte, que ella hace con el aire¡±. Todo recomienza. Uno solo debe levantarse para comprobar c¨®mo la naturaleza le va dando verdadero sentido al tiempo si no se le empuja. En realidad, Todol¨ª construye su soledad, huye del ruido, se reencuentra con la naturaleza como quien regresa a los brazos del padre, que muri¨® hace nueve a?os. Y vuelve a casa, donde la madre espera que Vicente, que ya tiene 54 a?os y naci¨® aqu¨ª, la abrace como antes.
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