Espa?a se anima

Las apariencias enga?an. Comienza Las aventuras de Tadeo Jones, nueva apuesta internacional de la animaci¨®n espa?ola, y hay sensaci¨®n de pel¨ªcula grande. La t¨¦cnica, el colorido, el dise?o de los personajes, su movimiento, todo indica que estamos ante el gran salto. Y estamos ante un salto, pero a¨²n no ante el definitivo. Quiz¨¢ s¨ª en lo comercial, no en lo art¨ªstico, en lo expositivo. Acaba la secuencia inicial y pronto nos caemos del guindo al comprobar que su esencia, su concepto narrativo y humor¨ªstico, est¨¢ sacado de otra secuencia de arranque: la de Toy story 3.

Y as¨ª ocurre durante casi toda la pel¨ªcula, impecable en el apartado t¨¦cnico; brillante, incluso. Sin embargo, siempre hay un detalle (casi en todo momento de guion) que acaba bajando los humos: un chistecillo de andar por casa, al borde del sonrojo; el hecho de que el personaje principal sea tan deudor de Indiana Jones; la estructura narrativa, calcada de la saga de Steven Spielberg; el nombre de la empresa que paga a los malvados piratas: ?Odisseus!, una oda a la sutileza. Las aventuras de Tadeo Jones est¨¢ demasiado pendiente del pasado y del m¨¢s inmediato presente, ese que pronto se habr¨¢ quedado antiguo, y muy poco del futuro. A lo que se unen un par de detalles menores, pero nunca pasajeros: primero, la dif¨ªcil justificaci¨®n del dise?o del escote de la camiseta (y lo que va dentro) de la chica protagonista, una arque¨®loga con los labios eternamente pintados de rojo pasi¨®n; y segundo, el hecho de que el ¨²nico lugare?o andino que sale en la pel¨ªcula hable y se comporte seg¨²n el estereotipo del gitano espa?ol.

Pero, seamos justos, en su tercera aproximaci¨®n al personaje tras dos cortos en 2006 y 2007, ambos galardonados con el Goya en su categor¨ªa, el vallisoletano Enrique Gato demuestra un implacable poder¨ªo visual que convierte su pel¨ªcula en un producto impensable hace poco dentro de la industria espa?ola, y en una poderosa apuesta comercial internacional. Aunque, como ya le ocurr¨ªa a Planeta 51, demasiado pendiente del reciclaje, en lugar de apostar por la originalidad.