Ins¨®lita, racial y est¨¦tica Blancanieves
La pel¨ªcula de Pablo Berger, muda y en blanco y negro, no se merece el h¨¢ndicap que supone ¡®The artist¡¯. Pero ah¨ª est¨¢
Cuentan que Alejandro Amen¨¢bar flip¨® (y no precisamente de gozo) cuando, sin poseer referencias sobre su argumento, vio El sexto sentido, aquella sorprendente pel¨ªcula protagonizada por muertos que ignoran su condici¨®n. ?l se dispon¨ªa a rodar Los otros. Alguien hab¨ªa tenido su misma idea, se hab¨ªa anticipado a ¨¦l en la consecuci¨®n de su proyecto, el estremecido p¨²blico lo hab¨ªa bendecido en la taquilla, Los otroscorr¨ªa el peligro de ser despreciada por los espectadores ante el rumor de que les iban a ofrecer m¨¢s de lo mismo, que sus expectativas sobre muertos vivientes ya estaban plenamente colmadas con lo que hab¨ªa creado el inquietante director M. Night Shyamalan. Nadie ten¨ªa la culpa de poseer una obsesi¨®n com¨²n. En principio, mala suerte para el que lleg¨® tarde. Afortunadamente, la historia entre l¨ªrica y terror¨ªfica de Nicole Kidman y sus desamparados ni?os en aquel caser¨®n victoriano sigui¨® poseyendo im¨¢n para atraer a un p¨²blico masivo y amortizar una inversi¨®n muy cara para el cine espa?ol.
Imagino que el estupor inicial de Amen¨¢bar ante El sexto sentido debe ser comparable al que sinti¨® Pablo Berger, director de Blancanieves, un proyecto que se le hab¨ªa ocurrido en el a?o 2007 y en el que estaba volcando dedicaci¨®n exclusiva desde entonces, al enterarse de que un director franc¨¦s llamado Michel Hazanavicius hab¨ªa rodado una pel¨ªcula muda y en blanco y negro titulada The artist. El resultado de ese arriesgado y hermoso experimento lo conocemos todos. Nos divirti¨® y conmovi¨® a casi todos cuando se estren¨® en el Festival de Cannes. El privilegiado olfato de los hermanos Weinstein percibi¨® que esa rareza pod¨ªa arrasar en los Oscar y gustar al espectador de cualquier parte. Consecuentemente, se volcaron en la promoci¨®n de lo que consideraban un caballo ganador. Todo dios disfrut¨® con The artist. Lo agradecieron la risa y la emoci¨®n de los espectadores, las finanzas de los productores, distribuidores y exhibidores, el prestigio de su creador.
Blancanieves, de la que alguna gente fiable me hab¨ªa hablado con fascinaci¨®n incondicional, a m¨ª no me provoca la felicidad que sent¨ª con The artist, pero le deseo lo mejor, que se acerque a ella un p¨²blico numeroso y sin prejuicios ante ese experimento similar al de Hazanavicius y que tanto les hizo disfrutar. Es una pel¨ªcula con est¨¦tica poderosa, con im¨¢genes deudoras en su composici¨®n del mejor cine mudo y del expresionismo alem¨¢n pero que inequ¨ªvocamente hablan de una reconocible y racial Espa?a. Su originalidad tiene causa, todos sus elementos revelan el mimo y la pasi¨®n que le ha dedicado su creador, es una pel¨ªcula con sabor y olor. Pablo Berger imagina que ese cuento tan triste de una criatura a la intemperie que es puteada estrat¨¦gica y sistem¨¢ticamente por su s¨¢dica y odiosa madrastra, pudo haber sucedido en la Sevilla de 1920, entre toreros y enanos, rituales y s¨ªmbolos, sentimientos nobles y podredumbre moral, mediante actores y actrices que manifiestan cre¨ªblemente lo que sienten sus personajes aunque estos no dispongan de voz. Me encanta la espontaneidad y la gracia de la Blancanieves ni?a. Y me da mucho miedo esa excelente actriz llamada Maribel Verd¨², alguien que puede expresar mod¨¦licamente lo que le d¨¦ la gana con su rostro y sus movimientos. Es una pel¨ªcula ins¨®lita en su planteamiento, audaz, sentida y bonita, pero no tengo la sensaci¨®n de haber visto una obra maestra. Y por supuesto, no me importa que el cine mudo y en blanco y negro se ponga de moda. A condici¨®n de que tenga algo interesante que contar y que lo haga con el lenguaje adecuado. Blancanieves no se merece el?h¨¢ndicap que supone The artist. Pero ah¨ª est¨¢.
Autor junto a Matt Damon del muy interesante guion de El indomable Will Hunting, siempre me ha sorprendido que el muy limitado actor (siendo piadoso) Ben Affleck se gane la vida interpretando, aunque reconozco que va ganando un poquito con el tiempo. Sin embargo, no tengo dudas de que es un director m¨¢s que eficiente, con cierto estilo. Lo demostr¨® en la turbia y desasosegante Adi¨®s, peque?a, adi¨®s, en su atractiva incursi¨®n en el cine negro en The town y en el conseguido suspense que crea la interesante Argo, exhibida en la secci¨®n oficial de un festival que hasta ahora parece estar enemistado con el muermo. Cruzo los dedos para que contin¨²e as¨ª, aunque imagino que tendr¨¢ que pagar en alg¨²n momento la absurda y fatigosa cuota del sinsentido.
Affleck se sit¨²a en el Ir¨¢n de 1979, con el asalto de los seguidores de Jomeini a la Embajada de Estados Unidos, para contar el inaudito plan que urde un agente de la CIA para sacar del pa¨ªs a seis funcionarios norteamericanos que buscaron clandestino refugio en la Embajada canadiense. Ese plan consiste en buscar la ayuda de Hollywood para hacer creer a sus perseguidores que estos forman parte del equipo que va a rodar una pel¨ªcula en Ir¨¢n. Affleck logra mantener aceptablemente el suspense y dispone en papeles breves de actores que siempre inyectan vida y credibilidad a sus personajes, como los admirables John Goodman, Alan Arkin y el camale¨®nico Bryan Cranston. A este ¨²ltimo, el qu¨ªmico canceroso que fabrica metanfetamina pensando en el porvenir de su familia en la indispensable serie Breaking bad, no logro identificarle hasta que veo su nombre en los t¨ªtulos de cr¨¦dito finales. Me ocurri¨® lo mismo con ¨¦l en Drive. Es un actor con infinitos registros, un lujo de actor.
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