De platino y oro
?Menudo recorrido dram¨¢tico tiene Segismundo en su interpretaci¨®n! Ha tenido que ser una mujer qui¨¦n nos muestre cu¨¢n fr¨¢gil e ignorante de la vida es
Agua clara, pensamiento en acci¨®n. Rosaura y Clar¨ªn, descabalgados, entran rodando por los aires, y Segismundo, deslumbrado por la belleza de Estrella, primera mujer que se cruza en su vida, la muerde para comprobar de qu¨¦ est¨¢ hecha (como Nanuk el esquimal muerde el, para ¨¦l, asombroso disco parlante en el hist¨®rico documental de Robert Flaherty), pero cada verso que dicen resulta sugerente y conmovedor.?C¨®mo los dicen! La Rosaura de Marta Poveda es una casa llena de viento a punto de reventar las contraventanas; la Estrella de Pepa Pedroche, un cruce entre altiva princesa Austria y venenosa madrastra de Blancanieves. De Blanca Portillo en el papel de Segismundo, hablamos luego.
Este montaje de La vida es sue?o, llevado por Helena Pimenta a velocidad de crucero, se despe?a en cascadas vertiginosas y espectaculares, se remansa quedamente y, cuando menos lo esperamos, vuelve a lanzarse por la torrentera. Nos tiene en vilo. Sus protagonistas se fajan como si les fuera la vida en ello, y sus figurantes de lujo, coreografiados con cron¨®metro suizo por Nuria Castej¨®n, insuflan a las transiciones temperatura, aliento ¨¦pico y un vigor pl¨¢stico a tono con la escenograf¨ªa corp¨®rea de factura alemana y el vestuario escurialense.
Todo suma en esta ocasi¨®n, m¨²sica en vivo, versi¨®n de Juan Mayorga, luz catedralicia de G¨®mez Cornejo¡ Es dif¨ªcil decidir a que escena quedarse. ?Con la entrada arrolladora de Rosaura y Clar¨ªn (gracioso que lo es de veras porque David Lorente, su int¨¦rprete, no intenta serlo a toda costa)? ?Con el fant¨¢stico cara a cara entre ella y su padre (un Clotaldo tallado con emoci¨®n pura por Fernando Sansegundo), mientras su espada compartida se cimbrea entre ella y ¨¦l, clavada en las tablas de un golpe certero? ?Con el oper¨ªstico tr¨ªo de despechados en torno al retrato que Rosaura regal¨® a Astolfo (sorprendente, el giro en marcha que a su personaje le pega Rafa Castej¨®n)?
Puestos, escoger¨ªa el tercer acto completo, fulgurante desde el asalto de los rebeldes a la torre en cuyas entra?as se descompone Segismundo. Si prodigioso es en boca de la Portillo el mon¨®logo del pr¨ªncipe (¡°Si este d¨ªa me viera/ Roma en los triunfos de su edad primera¡±), a¨²n suben el envite la respuesta de Clar¨ªn (vislumbrando, catalejo en mano, la cabalgada de Rosaura), la polvareda emocional que levanta la Poveda cuando dispara sin respiro su arrollador mon¨®logo, y la r¨¦plica de la Portillo, cincelada a hachazos secos en el coraz¨®n del bosque conceptual de la pieza: ¡°?Ah, pero esto era lo que ese pasaje quiere decir!¡±, descubre uno escuch¨¢ndola.
?Menudo recorrido dram¨¢tico tiene su Segismundo! Ha tenido que ser una mujer quien nos muestre cu¨¢n fr¨¢gil e ignorante de la vida es este pr¨ªncipe que: inquirido por el rey Basilio (un brioso Joaqu¨ªn Notario) sobre el asesinato que acaba de cometer, le responde con la contrici¨®n del ni?o malcriado a qui¨¦n hubieran pillado infraganti. Y encadenado de nuevo, reacciona al rev¨¦s que la vida le da haci¨¦ndose adulto de sopet¨®n. No hab¨ªamos visto un Segismundo con tantos matices, ni trabajo tan descomunal de tan gran actriz.
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