Los criterios del Nobel
Se supone que el veredicto del Nobel de Literatura (no el de la Paz, aunque entre los pacifistas consagrados se hayan producido bromas tan macabras y surrealistas como la de conced¨¦rselo a Kissinger), el certificado a perpetuidad de que esa escritura est¨¢ m¨¢s all¨¢ del bien y del mal, se concede en funci¨®n de la incontestable belleza y trascendencia de esa obra, no de sus progresistas o reaccionarias ideas pol¨ªticas del autor, ni de sus ortodoxos o pervertidos h¨¢bitos sexuales, ni de su conducta ejemplar o de su afici¨®n a delinquir, ni de su vocacional integraci¨®n en el sistema o de su militancia en la transgresi¨®n y en el malditismo.
No he le¨ªdo a Mo Yan. Solo ten¨ªa noticias de ¨¦l como el autor de Sorgo rojo, que adapt¨® al cine Zhang Yimou. No s¨¦ si ese desconocimiento es problema de las editoriales que no han traducido a un genio tan incontestable o de mi nulo olfato como rastreador de la hermosura literaria. Pero mi ignorancia es un defecto muy extendido ya que conozco a m¨²ltiples cr¨ªticos literarios que empiezan a sudar cada vez que otorgan el Nobel a alguien del que solo posee referencias la gente de su pueblo. Tambi¨¦n sabemos que el af¨¢n internacionalista y democr¨¢tico del jurado les obliga a otorgar cada a?o el premio en funci¨®n de las m¨²ltiples nacionalidades de los que dedican su talento al noble empe?o de comunicar sentimientos y contar historias mediante la palabra impresa. O sea, este a?o toca un chino, el pr¨®ximo un egipcio, el siguiente un ingl¨¦s y as¨ª... Es grotesco.
Como es irritante y escandaloso para la gran literatura que Proust, Kafka, Tolst¨®i, Celine, Fitzgerald, Pessoa, Joyce, Nabokov, Valle-Incl¨¢n, Borges y Cort¨¢zar se largaran al cementerio sin que los justos y sabios responsables del para¨ªso decidieran que eran dignos de acceder a ¨¦l.
Y, por supuesto, me parece necio y asqueroso que Borges considerara aut¨¦nticos caballeros a las bestias de la Junta Militar argentina y a Pinochet. O que Celine tuviera la maldita vocaci¨®n de denunciar jud¨ªos y ofrecer su entusiasta colaboraci¨®n al gobierno de Vichy. ?Pero que culpa tienen El Aleph y Viaje al fin de la noche de que sus maravillosos creadores tuvieran una lamentable actitud vital. Los disidentes chinos llaman canalla al nuevo Nobel y el r¨¦gimen aplaude. Ser¨ªa terrible que le hubieran concedido el premio en funci¨®n de su comportamiento y no de su arte.
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