El melanc¨®lico e inteligente adi¨®s de los Rivera
En poco menos de una semana, el mundo de los toros se ha quedado hu¨¦rfano de los hermanos Rivera Ord¨®?ez, Cayetano y Francisco, que han decidido decir adi¨®s o hasta luego a la profesi¨®n de toreros, a la que tanto deben. Y lo han hecho en silencio, como de tapadillo, en un at¨ªpico protocolo de despedida ¡ªme voy, pero no me ausento¡ª, y con la divinidad como redentora y jueza: ¡°Si Dios quiere¡±, dec¨ªa el hermano mayor.
En poco menos de una semana se ha puesto fin, ¡ªde momento¡ª a dos trayectorias taurinas deslumbrantes tiempo ha, y que se han ido apagando en beneficio del auge de dos personajes p¨²blicos que han conseguido jubilar a los toreros.
Pero son listos estos dos hermanos, y han demostrado que, adem¨¢s de un porte elegante, les funciona la cabeza fuera de los ruedos. Se han ido en silencio, sin anuncios previos, sin besos a las arenas de las plazas, sin emociones que alegran m¨¢s la cuenta corriente que el coraz¨®n¡ Y sin corte de coleta, esa ceremonia tan ¨ªntima como expresi¨®n p¨²blica de que hasta aqu¨ª hemos llegado. Cayetano se ha retirado de manera temporal, y Francisco lo deja en manos de Dios. Es decir, que uno por razones temporales y el otro por espirituales dejan la puerta abierta para volver cuando los genes despierten y una buena oferta lo demande.
Y se van cuando uno y otro son una sombra de lo que fueron; cuando se ha roto el encanto del poder¨ªo de Francisco y el empaque de Cayetano, cuando son m¨¢s interesantes fuera que dentro de la plaza, cuando la afici¨®n les ha pasado p¨¢gina, y ping¨¹es negocios reclaman su atenci¨®n.
Porque los dos hermanos tienen vida m¨¢s all¨¢ de los ruedos. Cayetano, modelo de alta costura y perfumes, ha saboreado el glamour de la pasarela de Mil¨¢n y estampa su cara bonita en los anuncios que salpican las paradas de autobuses. Francisco es empresario con intereses en el textil, el inmobiliario, la agricultura, la ganader¨ªa, la restauraci¨®n y las plazas de toros.
Y ambos son dos personajes p¨²blicos en el sentido m¨¢s ca?¨ª de la palabra. Nacieron famosos y toreros por imposici¨®n gen¨¦tica. No es posible una familia m¨¢s taurina y popular que la suya, una curiosa coctelera en la que se mezclan los m¨¢s puros mimbres del toreo con la cima del coraz¨®n medi¨¢tico.
Y los dos se han creado un perfil propio, novedoso y diferente, estrat¨¦gicamente dise?ado al gusto de la modernidad. Elegante Cayetano, con ese atractivo aire entre la melancol¨ªa, la tristeza y la timidez; parco en palabras, pero de voz grave y solemne. Descarado Francisco, huidizo o no seg¨²n las circunstancias, arisco y mujeriego, religioso y pele¨®n, con ese punto agridulce de soberbia del que presume el guaperas canalla. El bueno y el malo, y sin lugar para el feo.
Francisco y Cayetano, dos toreros creadores de ilusi¨®n. El mayor lleg¨® a Sevilla el 23 de abril de 1995, se hizo matador de toros de la mano de Espartaco y puso el toreo boca abajo. Tal fue su exhibici¨®n de poder¨ªo t¨¦cnico, capacidad, valor e inteligencia natural ante la cara del toro, que el ni?o de Paquirri y protegido del abuelo Ord¨®?ez se convirti¨® en un torerazo de la noche a la ma?ana. Y as¨ª se pase¨® por las principales ferias durante varios a?os, como digno sucesor de sus mayores.
Cayetano fue el contrapunto. Naci¨® a los toros ya mayor, cuando otros dormitan ya en su cortijo. Se visti¨® de luces cuando comprendi¨® que la pantalla del cine no iluminar¨ªa su futuro, y dijo ser un torero diferente, cuajado de empaque y personalidad. No tuvo suerte con su apoderado, Curro V¨¢zquez, quien m¨¢s que su representante ha sido su ¨¢ngel de la guarda protector, y lo convirti¨® en matador de becerros y no toros. Lo cuid¨® tanto que lo descafein¨®, y Cayetano se hizo una caricatura de s¨ª mismo. O, quiz¨¢, nunca tuvo la ambici¨®n necesaria.
Cayetano se ha ido en el momento justo, castigado por los toros, sin asumir el compromiso que hace grandes a los toreros, y m¨¢s admirado en la pasarela que en el ruedo.
A Francisco hace tiempo que se le rompi¨® el amor con el toro. Se cans¨® de llevar sobre sus espaldas la enorme responsabilidad de figura y prefiri¨® ser uno m¨¢s, al abrigo del cotilleo nacional sobre su ascendencia, su fallido matrimonio de alta alcurnia y sus amor¨ªos de quita y pon. Uno m¨¢s, pero desde la atalaya privilegiada de su enorme popularidad que le permit¨ªa estar en los primeros puestos del escalaf¨®n sin causa para ello. Nunca m¨¢s fue ya el torero poderoso que deslumbr¨® en sus primeros a?os.
Cayetano y Francisco se han marchado y hacen bien. En silencio y sin alharacas, como corresponde a quien se ve empujado a decir adi¨®s porque nada ni nadie le retiene.
En la hora de este melanc¨®lico e inteligente adi¨®s, quede en la balanza la ilusi¨®n aportada por los dos hermanos, herederos de la m¨¢s pura savia taurina. Por encima de su obra quedar¨¢ el peso de sus apellidos; y quedar¨¢ la agridulce sensaci¨®n de que sus personajes han devorado a los toreros. Cosas de la vida¡
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