Sin teor¨ªa, sin ropa interior
De lo muy poco que cabe celebrar en estos tiempos malvados, una penuria m¨¢s, la carencia de teor¨ªas, se alza como una bendici¨®n.
Todo periodo que, en lo econ¨®mico, lo pol¨ªtico o lo art¨ªstico, se llen¨® de escuelas, movimientos y sus correspondientes manifiestos han sido tanto menos libres como m¨¢s aburridos. Si se refiere a la pol¨ªtica econ¨®mica o a la econom¨ªa pol¨ªtica, cada una acab¨® echando las cosas a perder siguiendo unos u otros preceptos sagrados. Desde el liberalismo al comunismo, desde el equilibrio presupuestario al keynesianismo llenaron la intelectualidad de certezas y redujeron la complejidad social a un garabato. Y no se diga ya si se trata de movimientos art¨ªsticos.
Nada m¨¢s tedioso en un museo que entrar en una sala consagrada al cubismo, otra destinada al impresionismo, otra al expresionismo, y as¨ª hasta la consecuencia de que el arte, en vez de ser una autor¨ªa personal, era como una obra oficial gobernada por una superautoridad oficializada.
Esa autoridad o moda imperante disfrutaban de tal poder a que impon¨ªa, aun sin quererlo, las formas de expresarse y hasta el contenido de la dicci¨®n. Los motivos, los colores, las formas, los efectos, los temas, el estilo en general se hallaban a la orden de una determinada "escuela". Y nada parece hoy m¨¢s deprimente que ver a cohortes de artistas atados como en una cuerda de reos, presos de la ¨¦poca y de su est¨¦tica capital.
Cada cual ha recobrado una extra?a porci¨®n de libertad. Como artista, ciudadano o consumidor
?Manifestarse personalmente? Para eso estaban los manifiestos conjuntos. ?Exponerse libremente? Para eso estaban todas las muestras clasificatorias desde Viena a Nueva York, desde el Albertina al MoMa, que mandaban sobre el orden de la inspiraci¨®n.
?La inspiraci¨®n? La inspiraci¨®n, efectivamente. Porque la manera en que se concibe y se realiza una obra dentro de una escuela boyante era como el producto de un vasallo subordinado al mejor patr¨®n.
Los tiempos de ahora son intempestivos pero no menos que el de los estruendos rapaces del aufkl?rung. Son tiempos crudos pero en parte m¨¢s interesantes que los dulces escarchados del impresionismo franc¨¦s. Son hoy, tiempos de pesadilla, pero incomparablemente menos cursis que todo el sue?o surrealista, desde Magritte o Dal¨ª.
En suma, esta ¨¦poca tiene a su favor no estar incluida en ninguna otra. Es decir, algo deb¨ªa de tener para que pudiera ser. Y es, en especial, su condici¨®n de tiempo nuevo, tan duro y cruel como virtualmente lib¨¦rrimo. Tan propicio al?austericidio y al suicidio individual como propenso a la inauguraci¨®n de un momento en el que todav¨ªa la sociedad no ensay¨® vivir.
?Teor¨ªas? Todas las teor¨ªas se han hundido como tambi¨¦n todas las modas han pasado de moda, han pasado de ser rid¨ªculos mandatos a ser motivos de desobediencia civil.
Cada cual ha recobrado as¨ª una extra?a porci¨®n de libertad. Sea como artista, como ciudadano, como consumidor o como activista se halla en mejores condiciones para desarrollar su manera de estar.
Y la Red es el ejemplo m¨¢ximo de c¨®mo el manifiesto de una vanguardia se haya carcomido ahora por la manifestaci¨®n de heterog¨¦neos puntos de vida y vista. ?La colectividad? Lo que importa no es hoy la colectividad sino la comunidad. La reuni¨®n de lo diverso, la coexistencia de lo distinto, el ejercicio de lo mejor sin haberse alistado o poseer el carnet de socio o de partido. Los artistas, como los dirigentes, deben ser juzgados en cuanto a su m¨¦rito y no por su adhesi¨®n.
Los l¨ªderes pol¨ªticos, si siguen existiendo ma?ana, deben ser elegidos, juzgados y demolidos por los ciudadanos; no por hallarse afiliados a una formaci¨®n.
Sin teor¨ªas, pens¨¢bamos, no se puede pensar, pero lo cierto es que el pensamiento fue siempre anterior a la teor¨ªa, que no vino a ser otra cosa sino una ¡°racionalizaci¨®n¡± del pensamiento presente y anterior.
S¨¦ es esto o aquello. Nos salvaremos o nos hundiremos no por un teorema a fuerte sino por la flexible inteligencia aplicada a la complejidad de la situaci¨®n. "A largo plazo", dec¨ªa Keynes, "todos muertos". Pero hoy, a medio plazo, terminaremos beneficiados, sin duda, por la ausencia de un diktat que nos encierre, como anta?o, en un herrumbroso campo de concentraci¨®n.
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