El tesoro de la Duquesa
Cayetana de Alba habla con El Pa¨ªs Semanal sobre la exposici¨®n en Madrid de su colecci¨®n Las obras se podr¨¢n visitar, durante cuatro meses, en el Centro Cibeles de Cultura y Ciudadan¨ªa
Ca¨ªan chuzos de punta en Madrid a las puertas del palacio de Liria. Una vez traspasada la verja de ese islote detenido en el tiempo en pleno centro, era mejor esperar a que escampara para acercarse a la entrada. Menos mal que Luis, el mayordomo, con uniforme azul y botones quiz¨¢ dorados o puede que plateados ¨Cla memoria y la luz tenebrosa de la tarde no alcanzan a fijar el dato¨C, acudi¨® al rescate con un paraguas XXL que serv¨ªa de sobra para resguardarnos a los dos. El recorrido por el camino de piedra resulta como el cruce al otro lado del espejo. Tras los portones queda la realidad. Dentro, una desconcertante fantas¨ªa. La de la casa de Alba: con sus m¨¢s de 500 a?os de historia.
La oscuridad de la tormenta no ayudaba. Y tal como dec¨ªa Manuel Vicent en su m¨¢s que brillante retrato de Jes¨²s Aguirre ¨Csegundo marido de Cayetana de Alba¨C, lo que m¨¢s cuesta en Liria es encontrar los interruptores. La luz est¨¢ dada, y por ah¨ª pululan quienes durante meses han organizado la exposici¨®n de los tesoros de la familia que se exhibir¨¢ desde el 30 de noviembre hasta el 31 de marzo en la sede del ayuntamiento madrile?o dentro de un espacio llamado Centro Cibeles de Cultura y Ciudadan¨ªa.
En la puerta, un tanto inquieto por el chaparr¨®n, est¨¢ Carlos Stuart, como ¨¦l mismo se presenta, duque de Hu¨¦scar y primog¨¦nito de la casa de Alba, el mayor de los seis hijos de la duquesa. Ofrece agua y caf¨¦, y recibe en el despacho de la entrada. Es un lugar ordenado, con biblioteca victoriana de caoba y l¨¢mparas brillantes adquiridas por sus padres en Londres en los a?os cincuenta. Sobre la mesa de trabajo hay lupas, papeles y carpetas. Pero ning¨²n ordenador: ¡°Soy torpe¡±, admite, bromeando. ¡°Aunque domino Google y voy a comprarme una tableta¡±.
Menos mal que uno escucha t¨¦rminos como Google y tableta. Nos devuelven de golpe al mundo global y en parte al que hemos dejado afuera de la verja con su implacable chaparr¨®n de agua y desahucios, de protestas y recortes. Es entonces cuando el duque de Hu¨¦scar relata que dispone de un lugar m¨¢s acorde con los tiempos para trabajar: ¡°Tengo un saloncito, con mi ordenador, pero es un espacio m¨¢s privado¡±.
Es entonces cuando caes. Existe un t¨²nel del tiempo constante en la casa. Un perpetuo transbordo de sus habitantes entre el pasado y el presente al que Carlos Stuart, que ha vivido all¨ª desde ni?o, lo mismo que sus hermanos, no es ajeno. Ha crecido con ¨¦l, dentro del mismo, tratando de hallar cierta naturalidad entre una vivienda normal y una especie de museo, o unos jardines donde guardan un espacio generoso para las tumbas de sus perros con leyendas y dedicatorias llenas de cari?o: ¡°A Lady¡±, ¡°Pancho, Panchito¡±, ¡°Willy, perro fiel de Liria, que vino de Holanda¡±, ¡°Cartucho, tucho, tuchito, perro de Jes¨²s, muri¨® a los 16 a?os¡±¡
Porque eso es en gran parte el palacio de Liria. Un museo con el sello emotivo, pese a sus imponentes balaustres de m¨¢rmol, de la familia que lo habita y que nos muestra encantado el comisario de la muestra, Pablo Melendo Beltr¨¢n. Un lugar al que se accede bajo la sombra de un lema de Cicer¨®n que alude precisamente a eso, a conservar el legado de los antepasados, como introducci¨®n a los espacios donde cuelgan de las paredes grecos, zurbaranes, goyas, riberas, tizianos, mengs, chagalles, zuloagas, rubens y rembrandts¡ Todos ordenados en sus propias salas tem¨¢ticas, la de los flamencos, la italiana, la de Goya¡
O una biblioteca de lujo y consulta obligada para historiadores de varias disciplinas en la que se hallan desde primeras ediciones de El Quijote hasta las cartas de navegaci¨®n que Crist¨®bal Col¨®n utiliz¨® en su viaje a Am¨¦rica. Todo eso y m¨¢s es lo que los Alba dejan salir de Liria para esta exposici¨®n. La m¨¢s completa sobre el legado de una dinast¨ªa que data del siglo XIV, cuando la instaur¨® en la familia de los ?lvarez de Toledo, originaria de Alba de Tormes, el rey Enrique II de Castilla, y que ha sido crucial en la historia europea a lo largo de los siglos.
Pero el actual linaje llega desde algo despu¨¦s, con el de los Fitz-James Stuart, duques de Berwick, unidos a los Alba en el siglo XIX. Ahora quieren abrirse y compartir el disfrute de lo suyo con la sociedad. Pero abrirse en c¨®digo Alba resulta algo m¨¢s complicado. He ah¨ª lo contradictorio.
¡°A que nos va usted a dejar bien¡¡±, sugiere el duque de Hu¨¦scar. ?Por qu¨¦ habr¨ªan de quedar mal?, se pregunta uno, cuando ponen los tesoros a disposici¨®n de la capital y los ciudadanos. Si la misma historia ha sido testigo de su papel y es a los estudiosos de la misma a quienes corresponde juzgar.
El mundo de hoy es otra cosa. Los medios de comunicaci¨®n, la gula general por las exclusivas de papel cuch¨¦ y programas rosas de las que son permanentemente objeto tambi¨¦n les proporcionan su raci¨®n de gloria y desgracia posmoderna. L¨ªos de familia, desencuentros, las aventuras de la duquesa, los guirig¨¢is de algunos de los hijos¡ Pero eso son otros cantares que no ocupan lo que ahora interesa: la exposici¨®n titulada El legado de la casa de Alba, con una idea fuerza: el mecenazgo al servicio del arte.
El problema es que la duquesa, que de lo que guarda en su casa sabe hasta el ¨²ltimo detalle, resulta ahora de dif¨ªcil acceso. Prefieren mantenerla lejos de esta cuidada estrategia de imagen de la casa porque en el discurso oficial lo que impera es cierta cerraz¨®n. De Espa?a y la lealtad al Rey es dif¨ªcil sacarles. No son bien recibidas preguntas sobre sus bienes patrimoniales ¨Ctres empresas agr¨ªcolas que explotan las 34.000 hect¨¢reas de terreno que poseen en toda Espa?a¨C m¨¢s all¨¢ de los art¨ªsticos que aparecen en el cat¨¢logo de la muestra.
"Luce mucho m¨¢s en una exposici¨®n que vi¨¦ndolo aqu¨ª, en casa, todo apelotonado", dice el duque de Hu¨¦scar
¡°Luce mucho m¨¢s en una exposici¨®n que vi¨¦ndolo aqu¨ª, en casa, todo apelotonado¡±, comenta el duque de Hu¨¦scar. A ¨¦l le preocupa dejar patente el papel de la aristocracia en la sociedad de hoy, as¨ª como el constante esfuerzo de conservaci¨®n del patrimonio de la familia para mantenerlo en las mejores condiciones. ¡°Nuestro deber es centrarnos en la administraci¨®n de un pasado y mantenerlo en las mejores condiciones para legarlo¡±, asegura el duque.
En cuanto al papel de la aristocracia, o al menos de la casa de Alba como una de las cabezas visibles con m¨¢s t¨ªtulos? nobiliarios del mundo, la trayectoria para el heredero es clara: ¡°Son tres las caracter¨ªsticas: ejemplaridad, servicio al pa¨ªs y a la corona¡±. Un conjunto de deberes que se aprecia, seg¨²n el duque, en la Espa?a actual, aunque su clase se encuentre, seg¨²n sus palabras, ¡°diluida en la sociedad¡±. Diluida, pero prestando un servicio: ¡°Existen nobles en el ej¨¦rcito, en la pol¨ªtica, en la diplomacia, en las profesiones liberales¡¡±. Siempre, seg¨²n el duque, cumpliendo un papel. Y conservando una impecable l¨ªnea geneal¨®gica resultado, seg¨²n Jos¨¦ Manuel Calder¨®n, asesor hist¨®rico de la exposici¨®n y profesor de la Universidad de Alcal¨¢ de Henares, de ¡°una excelente pol¨ªtica de casamientos¡±.
Entre ese cometido, en lo que toca a los Alba, est¨¢ el de su patrimonio. No el de grandes propietarios agr¨ªcolas, del que prefieren no hablar. ¡°Tenemos tres empresas¡ Pero esta entrevista es para tratar sobre la exposici¨®n¡±, avisa. No viene a cuento. ?Y empleados en Liria? ¡°Unos 25 debe de haber¡¡±. Redondeando.
A lo que vamos, la colecci¨®n, el legado art¨ªstico. ?Qui¨¦nes fueron los Alba coleccionistas? ¡°El primero, el marqu¨¦s del Carpio, al que debemos 32 cuadros de los que tenemos actualmente, adquiridos o encargados por ¨¦l en el siglo XVII¡±. Un mecenas puro que lleg¨® a tener en su poder la Venus del espejo, de Vel¨¢zquez, que hoy queda en la colecci¨®n de la National Gallery de Londres y que la familia perdi¨® al quedar en manos de Godoy.
¡°Pero quien realmente impuls¨® todo fue Carlos Miguel, decimocuarto duque de Alba¡±, prosigue su descendiente, ¡°amigo de Rossini, a principios del siglo XIX, gran amante de la m¨²sica, que compr¨® casi todo; y ya, finalmente, mi abuelo, don Jacobo, y mi madre¡¡±.
A ellos se debe, sobre todo, la obra tit¨¢nica de la reconstrucci¨®n del palacio de Liria, arrasado por los bombardeos dirigidos al cuartel del Conde Duque durante la Guerra Civil. Todo qued¨® en pasto de las llamas. Se perdieron muchos vol¨²menes de la biblioteca y gran parte de la colecci¨®n de pintura se salv¨® porque fue evacuada de la ciudad junto a los tesoros del Prado en un ¨¦xodo ¨¦pico hacia los Pirineos.
Los cuadros sufrieron todo tipo de vicisitudes. Por eso, a?os m¨¢s tarde, Jes¨²s Aguirre, ya casado en segundas nupcias con Cayetana, se empe?¨® en restaurar la colecci¨®n. Para ello acudi¨® a la mano de Rafael Alonso, conservador del Museo del Prado, que desde el a?o 1978 se ha ocupado personalmente de ir cuidando los lienzos legendarios de la casa. ¡°La colecci¨®n est¨¢ en tus manos¡±, le dijo en su d¨ªa Aguirre. Hasta tal punto confiaba en ¨¦l que se neg¨® a que fuese ayudado por colaboradores. Y mont¨® un taller para que trabajara dentro del palacio sin limitaci¨®n de tiempo o medios. All¨ª, con la paciencia de un monje, Alonso, previo diagn¨®stico, opera las obras de arte: ¡°Cada una tiene su propio tratamiento¡±, afirma. Hoy, este conservador es uno de los pilares principales de la exposici¨®n por el estado m¨¢s que saludable en que llegan las pinturas.
La reconstrucci¨®n del palacio fue otro cantar. Un empe?o de la joven Cayetana, que no tuvo m¨¢s remedio que coger el testigo que le cedi¨® su padre, muerto en 1953. Aquella mujer no se parec¨ªa a ninguna. De personalidad fuerte y lib¨¦rrima, entre otras cosas, renunci¨® a posar como modelo para Picasso, pero s¨ª lo hizo para Zuloaga, que la inmortaliz¨® de ni?a subida a un poni. De rompe y rasga se mostr¨® siempre. Y lo sigue siendo a sus coquetos 87 a?os. Inicialmente no iba a participar en nada que tuviera que ver con la promoci¨®n de este hito en la casa, pero, insistiendo, insistiendo, accede a dejarse fotografiar en el palacio sevillano de Due?as y contestar algunas cosas por correo electr¨®nico.
Parece como si temieran dejarla hablar. Esa franqueza, ese ponerse el mundo por montera, cuando en realidad ser¨¢ quien m¨¢s visitantes atraiga a la muestra como verdadera estrella del foco medi¨¢tico por su propia y nada afectada excentricidad.
El problema es que se trata de una cita importante y no quieren malos entendidos. El guion del pacto es como sigue. As¨ª respondi¨® por escrito. Luego se produjo el encuentro.
¨C?Qu¨¦ supone para la casa de Alba una exposici¨®n como la que se inaugura en Madrid?
¨CUna oportunidad ¨²nica de dar a conocer a los madrile?os y a los dem¨¢s visitantes de nuestra querida ciudad algunas de las obras de arte de la colecci¨®n Casa de Alba, una cuidada selecci¨®n de pintura, escultura y grabados, que habitualmente no pueden contemplarse por encontrarse en espacios privados.
¨C?Cu¨¢l ha sido el papel de la casa de Alba en la historia de Espa?a a trav¨¦s de los siglos? ?Cu¨¢l es su rasgo fundamental?
¨CLa casa de Alba ha estado al servicio de la Monarqu¨ªa espa?ola a lo largo de m¨¢s de seis siglos de historia familiar, desde el lejano siglo XIV, y para caracterizar su rasgo fundamental, sin duda, habr¨ªa que hablar de fidelidad.
¨C?Cu¨¢l cree que es la inspiraci¨®n y el carisma de las mujeres en la casa de Alba que ha marcado la diferencia con otras casas aristocr¨¢ticas?
¨CSu temperamento, su espa?olismo, su generosidad, su patriotismo, su monarquismo y su servicio siempre al Rey y a la Monarqu¨ªa.
¨C?Cu¨¢l es el papel que debe desempe?ar la aristocracia en la sociedad actual?
¨CEl que ha hecho siempre con toda generosidad para Espa?a y su Rey.
Impecable y sin fisuras. Impenetrable en su obsesi¨®n por la lealtad mon¨¢rquica, la casa de Alba quiere abrirse a la sociedad, pero cierra filas en su discurso. Les invade una especie de temor. M¨¢s ahora, cuando todo, hasta la Corona, es como nunca vulnerable a las redes sociales, a los comentarios a escala global y al juicio p¨²blico.
Una vez en Due?as, la cosa cambia. Luce el sol en una ma?ana digna de la inspiraci¨®n que llev¨® a Machado a escribir: ¡°Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla y un huerto claro donde madura el limonero¡±. Unas l¨ªneas que salieron de aquel espacio habitado ahora por Cayetana y su actual esposo, Alfonso D¨ªez, un hombre muy atento y correcto que se ocupa de no dejar defraudar a su esposa en el posado.
¡°Tengo muy poco tiempo¡±, advierte la duquesa en la sala sometida a la penumbra donde nos recibe. Pero, una vez metida en faena, planta el pie sobre la mesa y consiente en responder o ampliar lo que hab¨ªa mandado por escrito sin l¨ªmites, relajada.
¨CNos gustar¨ªa que nos hiciera m¨¢s hincapi¨¦ en esa visi¨®n de las mujeres a lo largo de su dinast¨ªa. Tuvieron car¨¢cter. ?A cu¨¢l de ellas se parece usted?
¨CTodas fueron diferentes. De mi madre, lo poco que recuerdo es que era guap¨ªsima y muy cari?osa, gran deportista. Mi abuela, lo mismo. La emperatriz Eugenia de Montijo ¨Cesposa de Napole¨®n III¨C ten¨ªa un car¨¢cter fuerte, gran personalidad, se vest¨ªa maravillosamente y adoraba Espa?a y Francia. Cayetana, la que pint¨® Goya, era muy personal, hac¨ªa lo que sent¨ªa y lo que le daba la gana. Pero yo no me parezco a ninguna por mucho que digan.
Anda un poco revirada por un titular que la extrajeron sobre Catalu?a ¨C¡°Lo que pasa all¨ª es muy poco patriota¡±, dijo¨C y que ha incendiado las redes sociales. Quiere matizar su amor hacia aquella tierra.
¨CAdoro Catalu?a y a los catalanes y Barcelona, les admiro por su capacidad de trabajo y por c¨®mo sacan adelante las cosas; solo porque crea que es una pena que se separen no quiere decir que no les valore. Eso se ha interpretado muy injustamente; yo soy patri¨®tica y mon¨¢rquica, pero aprecio especialmente a Catalu?a por c¨®mo llevan sus asuntos.
Prefiere ahondar en eso que hablar de la exposici¨®n. Pero toca recordarle el tema porque, si no, se desliza sobre otros asuntos sobre los que le interesa m¨¢s hablar.
¨CSe va a poder ver todo en cuatro meses, todo lo que vale la pena, pero no se va a desvalijar la casa, eso no.
¨CLa reconstrucci¨®n del palacio de Liria fue un empe?o suyo. Una labor de vida.
¨CMi padre me dijo que empezaba si yo me ocupaba. Le dije que s¨ª y qued¨® todo el trabajo para m¨ª. Pero yo no me achico en lo que vale la pena.
¨CY de todo lo que se va a poder contemplar, ?hay algo especialmente querido para usted?
¨CCosas sueltas, recuerdos con los que me han ido obsequiando toda la vida. Pero quiz¨¢ La Virgen de la granada, de Fra Angelico, es lo que m¨¢s me gusta.
¨CNos queda claro lo del servicio a la Corona, pero, aparte de lo que se supone, ?cu¨¢l debe ser el papel de la aristocracia en una sociedad como la de hoy?
¨CYo soy mon¨¢rquica por los cuatro costados, y muy honrada de serlo. Me bautizaron en el Palacio Real y mis padrinos fueron los reyes. La Monarqu¨ªa en Espa?a es el mejor modo de Gobierno, porque este es un pa¨ªs muy dif¨ªcil, no es f¨¢cil. La ¨²nica gloria de Espa?a es la Monarqu¨ªa. Une mucho m¨¢s y se evitan pugilatos y facciones que tiran todo por la borda. La culpa de lo que ocurre hoy en Espa?a la tiene¡
Es entonces, en mitad de la conversaci¨®n, cuando salta la voz de don Alfonso:
¨CBueno, ya est¨¢, Cayetana, se acab¨®.
En fin, que nos quedamos con estos puntos suspensivos.
¨CLa culpa la tiene ese que todo el mundo sabe qui¨¦n es, pero que anda escondido¡
Alfonso vuelve a terciar:
¨CTodos han cometido sus errores, tanto dentro como fuera de Espa?a.
Cayetana zanja:
¨CNo estoy de acuerdo.
Alfonso nos define:
¨CSi es que ya veis, ella es tan natural, que ven¨ªs aqu¨ª y os trata como si fuerais amigos de toda la vida, y yo le digo: ¡°Cayetana, no son amigos¡ son periodistas¡±.
¨CBuenos d¨ªas, muchas gracias. Nosotros nos vamos.
Y salimos de Due?as. Con foto, entrevista y ese suspense final que dejamos a gusto del lector.
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