The end
El jueves, a ¨²ltima hora de la tarde y en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando se celebr¨® un acto entra?able: la presentaci¨®n del libro Jos¨¦ Luis Borau. La vida no da para m¨¢s.
Acudieron por el cupo femenino las hermosas In¨¦s Par¨ªs, directora del Instituto Bu?uel, y Soledad Pu¨¦rtolas, acad¨¦mica; don Jos¨¦ Manuel Blecua, director de la Real Academia de la Lengua, don Manuel Guti¨¦rrez Arag¨®n y don Basilio Ca?ada, el editor, aparte, naturalmente del autor Bernardo S¨¢nchez y don Fernando Ter¨¢n, secretario de la instituci¨®n que nos acog¨ªa.
Como p¨²blico est¨¢bamos sentados un nutrido grupo de alumnos, bi¨®grafos, amigos y amigas del hoy desaparecido.
En el acto, los presentadores glosaron ampliamente las m¨²ltiples facetas de Borau, como creador cinematogr¨¢fico y literario¡ Se habl¨® de su talante pedag¨®gico, de su sentido del humor, de su generosidad como productor, de su socarroner¨ªa de cascarrabias en la que envolv¨ªa la ternura del ni?o que siempre fue¡ Su independencia y su capacidad ¡ªo su tozudez¡ª para llevar adelante proyectos propios y ajenos¡
Sin rimbombancias se fue hablando de sus pel¨ªculas, no s¨®lo las que dirigi¨® o produjo, sino en las que intervino como actor. Se adorn¨® la velada con un fragmento de un documental en el que Borau ofreci¨® a los presentes sus melindres de int¨¦rprete.
Borau conferenciante, cr¨ªtico de cine, exquisito degustador de todas las artes menos la m¨²sica, ensayista, historiador del cine y de la pintura¡ Pero nada de lo que all¨ª se explic¨® sonaba a acad¨¦mico, ni a subrayado, ni a gratuito. Cuando alguno de los testimonios de la mesa se exced¨ªa en el elogio, aparec¨ªa otro ponente para dar el toque aragon¨¦s, para someter el acto a disciplina. No s¨®lo la faceta aragonesa sino tambi¨¦n la internacionalidad de Borau, fueron tenidas en cuenta.
Se habl¨® mucho, eso s¨ª, de cine. Del cine cl¨¢sico americano, de las fin¨ªsimas comedias en blanco y negro, del prisionero de Zenda y los westerns, de Diana Durbin, uno de sus ¨ªdolos y probablemente la culpable de que no volviera a cultivar la afici¨®n musical, en un acto de idolatr¨ªa monog¨¢mica, pero sobre todo del cine espa?ol. De las queridas se?oritas, los cr¨ªmenes de doble filo, los furtivos que van r¨ªo abajo, las camadas negras¡
Hasta de L¨®pez V¨¢zquez y de Imperio Argentina. Y c¨®mo no, de don Luis, el paisano¡ Porque conservaba m¨¢s de quinientas cajas repletas de afiches, recortes, fotograf¨ªas¡
Luego hubo un refrigerio. Todos los asistentes conoc¨ªamos el grado de deterioro f¨ªsico en el que se encontraba el protagonista de la noche, pero nadie hizo el menor comentario. Dominaban las sonrisas. Pero¡
El t¨ªtulo del libro: La vida no da para m¨¢s era lo suficientemente premonitorio. Y supongo que Jos¨¦ Luis, como riguroso guionista que era, al no poder estar presente decidi¨® cerrar el acto a su manera, con un cl¨ªmax, para hacernos m¨¢s inolvidable su figura.
O sea, como en sus comedias americanas: The End. Esta vez el final no era feliz, pero s¨ª narrativo.
Descanse en paz el maestro.
Babelia
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