Siete horas de Wagner¡ s¨ª. Per¨®n, no
La versi¨®n recortada de ¡®El Anillo del nibelungo¡¯ triunfa en el Teatro Col¨®n, pero el p¨²blico abuchea una puesta en escena con referencias al Che, al peronismo y a las abuelas de la Plaza de Mayo
El espect¨¢culo era de por s¨ª extraordinario y pol¨¦mico. Pero se volvi¨® m¨¢s pol¨¦mico en los minutos finales. El Teatro Col¨®n de Buenos Aires estren¨® ayer una versi¨®n recortada de las cuatro ¨®peras que componen El anillo del nibelungo, de Richard Wagner. La obra, expresamente creada para el teatro porte?o y bautizada como Col¨®n-Ring, hab¨ªa generado gran expectaci¨®n por saber c¨®mo acoger¨ªa un p¨²blico de tradici¨®n wagneriana lo que muchos podr¨ªan considerar un sacrilegio. El tijeretazo al libreto, a cargo del compositor alem¨¢n Cord Garben, dejaba en 7 horas las m¨¢s de 14 que dura la tetralog¨ªa. En lugar de racionar la obra a lo largo de cuatro jornadas, como suele hacerse con la versi¨®n ¨ªntegra, el p¨²blico entrar¨ªa a las dos y media de la tarde, descansar¨ªa en tres intervalos y saldr¨ªa a las once y cuarto de la noche. La amputaci¨®n gozaba del permiso y la colaboraci¨®n de la biznieta del m¨²sico Katharina Wagner, quien firm¨® el contrato como directora de escena. Pero cuando apenas faltaba un mes para el estreno, Wagner peg¨® un portazo digno de las mejores espant¨¢s flamencas. La direcci¨®n del Col¨®n recurri¨® entonces a la argentina afincada en Espa?a y miembro de la Fura del Baus, Valentina Carrasco, para que intentara salvar el proyecto.
Y el proyecto se salv¨® ayer con grandes ovaciones. El p¨²blico aplaudi¨® de buena gana la primera ¨®pera amputada, El oro del Rin. En los ¨²nicos momentos donde la gente parec¨ªa inc¨®moda o algo tensa fue en los descansos, a la hora de hacerse un hueco en las colas donde se repart¨ªa canap¨¦s. Concluida la Walkira, tras m¨¢s de tres horas sentados, los espectadores que ocupaban las primeras filas y padec¨ªan la desgracia de no saber alem¨¢n ejercitaban poderosamente el cuello tratando de mirar sin perder detalle a las ninfas del Rin y a los subt¨ªtulos situados en lo alto del escenario. Tras cinco horas de ¨®pera y siete de permanencia en el teatro, el Sigfrido levant¨® m¨¢s ovaciones que ninguna de las piezas anteriores. ¡°El p¨²blico este no entiende mucho¡±, comentaba la alemana Paedschke Brigilda, quien se hab¨ªa desplazado desde Berl¨ªn con un grupo de 25 wagnerianos. ¡°La ¨²nica cantante que se salva es Linda Watson (Brunilda)¡±. En mitad de la funci¨®n, una orquesta fue reemplazada por otra. Pero Linda Watson continuaba cantando tras cinco horas, como si acabara de llegar al escenario.
Algunos extranjeros tal vez se perd¨ªan los gui?os que Valentina Carrasco le hab¨ªa hecho a la historia reciente de Argentina. En vez de lingotes, el oro del Rin estaba representado por beb¨¦s, en clara alusi¨®n a los ni?os robados durante la dictadura argentina (1976-1983). El dios Wotan, con parche en el ojo, aparec¨ªa ataviado con el traje militar de cualquier dictador latinoamericano. El corresponsal para Suram¨¦rica de la radio alemana ARD, Julio Segador, comentaba que algunas de las personas mayores a las que entrevist¨® se quejaban de esas alusiones a la dictadura. Pero las im¨¢genes m¨¢s pol¨¦micas a¨²n estaban por llegar.
Valentina Carrasco hab¨ªa advertido que la mejor versi¨®n, sin duda, era la ¨ªntegra. Pero esta otra permit¨ªa disfrutar de otra manera. ¡°La magia de no salir del teatro es como convivir, como respirar esta atm¨®sfera wagneriana de cuento de hadas todo el tiempo. (¡) Buenos Aires es una ciudad muy wagneriana. Hay wagnerianos de toda la vida, un poco como pasa en Barcelona. Y esa gente se despeina cuando oyen hablar de esto. Pero es que en realidad le est¨¢n dando muy poco cr¨¦dito a Wagner. No se preocupen, que a Wagner no lo puedo matar ni yo, ni Katharina Wagner, ni nadie¡±, hab¨ªa advertido durante una entrevista con este peri¨®dico.
La gente se meti¨® de lleno con sus trajes y sus corbatas en las siete horas de traiciones, espadas que solo una persona pod¨ªa arrancar de un tronco, p¨®cimas m¨¢gicas, enanos, gigantes y dioses. Muy pocos temieron por la integridad de Wagner. ¡°Yo ven¨ªa con curiosidad por saber cu¨¢nto tiempo iba a ser capaz de aguantar¡±, comentaba un pol¨ªtico del Ayuntamiento de Buenos Aires durante el ¨²ltimo descanso, tras siete horas en el teatro. ¡°Y ahora estoy encantado de seguir aqu¨ª. No s¨¦ qu¨¦ pensar¨¢n los cr¨ªticos. Ellos que hagan su trabajo, que yo me ocupar¨¦ de seguir disfrutando¡±.
Y lleg¨® El ocaso de los dioses, la ¨²ltima ¨®pera de la tetralog¨ªa. Cuando, v¨ªctima de una traici¨®n, mor¨ªa Sigfrido, el h¨¦roe ¡°m¨¢s puro¡± a tenor de lo que se?alaba su esposa Brunilda, sobre un tel¨®n semitransparente aparecieron v¨ªdeos de Teresa de Calcuta, del Che Guevara, las abuelas de la Plaza de Mayo y del 17 de octubre de 1945. Ese fue el d¨ªa en que decenas de miles de pobres acudieron a la Plaza de Mayo para pedir la liberaci¨®n de Juan Domingo Per¨®n, apresado por varios compa?eros militares. Sigfrido yac¨ªa al fondo, la m¨²sica solemne de Wagner envolv¨ªa el Col¨®n y el p¨²blico callaba. Antes del final, el oro regresaba al Rin y decenas de ni?os corr¨ªan alegres hacia los brazos de sus padres, que se quedaban en silencio sobre el escenario mirando al patio de butacas. La met¨¢fora con el reencuentro de los 107 nietos de la dictadura recuperados hasta ahora por las Abuelas saltaba a la vista. El p¨²blico callaba.
Y al bajar el tel¨®n, despu¨¦s de nueve horas y cuarto en el teatro, el Col¨®n se rindi¨® ante esta versi¨®n recortada de la tetralog¨ªa. Decenas de personas en el patio de butaca aplaudieron en pie entre gritos de bravo, bravo, bravo. Los mayores aplausos se los llevaron el director de la orquesta, el austriaco Ricardo Paternostro, y sobre todo, la cantante Linda Watson. Pocas veces se tiene la oportunidad de disfrutar de una cantante de ese talento a lo largo de tantas horas. Los aplausos no cesaban. Pero cuando subi¨® al escenario la directora de escena, una parte del p¨²blico empez¨® a abuchearla. ¡°Son los oligarcas de siempre¡±, se quejaba Gustavo Perell¨®, cr¨ªtico musical de El d¨ªa de la Plata. ¡°En el Col¨®n la gente que entiende de m¨²sica suele venir a los pisos de arriba, los m¨¢s baratos. Y las butacas de la platea la ocupan los oligarcas de toda la vida, que no entienden nada de m¨²sica. Si bien es verdad que esta puesta en escena est¨¢ demasiado politizada, ellos pitan porque son antiperonistas. Y no soportan ver esas im¨¢genes del 17 de octubre¡±.
El cr¨ªtico de la agencia oficial T¨¦lam destac¨® todas las ausencias de forma y contenido en la obra. Pero subray¨® que Cord Garben supo mantener el ¡°esp¨ªritu grandilocuente de Wagner¡±. Y sin colar ¡°una sola nota agregada sobre la partitura¡±. ¡°Los puentes musicales entre los segmentos se conciliaron con compases de la propia obra¡±, indicaba la agencia.
La pr¨®xima y ya ¨²nica funci¨®n del Col¨®n-Ring se podr¨¢ ver el viernes. A partir de entonces, quien pretenda disfrutar de ella tendr¨¢ que esperar a verla por televisi¨®n el pr¨®ximo a?o, cuando se conmemore el bicentenario del nacimiento de Richard Wagner.
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