Un premio con vocaci¨®n de jaleo
El artista Paul Noble es el gran favorito para la 28? edici¨®n del Turner, que se falla esta noche
La Tate Britain londinense, gran galer¨ªa nacional del arte brit¨¢nico, suele fascinar e irritar por partes iguales al exhibir cada temporada los candidatos al Premio Turner. Pero esta edici¨®n, que anuncia hoy su ganador, es un desaf¨ªo a la concepci¨®n misma de lo que es (o sol¨ªa ser) un museo.
La pol¨¦mica y la capacidad de fijar tendencias han definido los 28 a?os de este galard¨®n, que se concede a la producci¨®n anual de un artista menor de 50, nacido o que trabaje en Reino Unido. El Turner abraz¨® en su d¨ªa el arte conceptual hasta afianzarlo en un mercado que procura cotizaciones millonarias a Damien Hirst o el escultor Kapoor. Hoy se decanta por el videoarte y muestra renovado inter¨¦s por la performance, una apuesta que cobra sentido cuando la Tate Modern de Londres (el museo de arte contempor¨¢neo m¨¢s visitado del mundo) est¨¢ habilitando un imponente espacio dedicado a las instalaciones audiovisuales y actuaciones, bautizado como Los Tanques. ?Por qu¨¦ la pel¨ªcula del director Luke Fowler, uno de los cuatro finalistas del Turner, se exhibe en un museo y no en un cine? Un sector de la cr¨ªtica ha planteado la cuesti¨®n, incluso valorando el filme sobre la figura del psiquiatra y escritor R. D. Laing (1927-1989). El jurado considera que no se trata de un documental porque su autor expresa la fascinaci¨®n que en ¨¦l ejerce su personaje y arrastra la narraci¨®n hacia lo personal, conduciendo a la audiencia hacia las cuestiones que a ¨¦l le interesan.
La divisi¨®n de opiniones se replica en otra sala que exhibe una instalaci¨®n de v¨ªdeo en alta definici¨®n firmada por Elizabeth Price. The Woolworth¡¯s Choir of 1979 es el heterodoxo relato sobre una tragedia acaecida ese a?o en unos grandes almacenes de Manchester, donde hubo un incendio con v¨ªctimas. La artista explora nuestra compleja relaci¨®n con los objetos y la cultura del consumo sirvi¨¦ndose de material de archivo en el que inserta im¨¢genes de arquitectura eclesial g¨®tica y un sonido machac¨®n como banda sonora. Los jueces destacan el cuidadoso montaje, que adem¨¢s opera un indiscutible efecto dram¨¢tico.
El recorrido depara una cierta confusi¨®n a los visitantes, pero tambi¨¦n grandes dosis de entretenimiento. La originalidad de Spartacus Chetwynd comienza por su nombre de pila, que cambi¨® hace seis a?os (en realidad se llama Lali) coincidiendo con la mete¨®rica propulsi¨®n de su carrera como artista de performance. Ella misma concibe sus actuaciones en vivo, entre ellas una disfrazada de payasa, y recreando con unos mu?ecos ¡°la historia de Jesucristo y Barrab¨¢s¡±. Es un retorno a los or¨ªgenes de la performance en los sesenta, tan en auge entre los j¨®venes artistas brit¨¢nicos.
Aunque muy complejos en su concepci¨®n, solo los dibujos al carboncillo de Paul Noble responden a un formato tradicional entre los finalistas. Bajo el trazo preciso, minucioso y t¨¦cnico que delinea ciudades de ficci¨®n, el artista retrata un universo apocal¨ªptico, como ilustra ese id¨ªlico invernadero que flota en el mar pero que, mirado de cerca, aparece como el escenario de un desastre ecol¨®gico. El autor es el favorito de las quinielas para el premio, porque su obra complace a conservadores y rupturistas, pero el galard¨®n depara casi siempre sorpresas. Quienes lo defienden esgrimen su osad¨ªa a la hora de abrir nuevos territorios. Los esc¨¦pticos consideran que supone, en palabras de un cr¨ªtico, ¡°el triunfo del mercado frente al sentido com¨²n¡±.
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