¡°Somos p¨¢ginas bien escritas de un libro que no existe¡±
Con ¡®Mr Gwyn¡¯, Alessandro Baricco trata el adi¨®s de un autor a la literatura
Lo dijo Val¨¦ry: todo comienza con una interrupci¨®n. En el caso de Jasper Gwyn, con la de su vida de brillante escritor de ¨¦xito. A sus 40 a?os, tras regresar un d¨ªa de un paseo por Regent¡¯s Park en Londres, decide que nunca m¨¢s volver¨¢ a escribir un libro. Nadie, ni sus fans ¨¢vidos de novedades, ni las llamadas hist¨¦ricas de su desesperado editor, le convencer¨¢n de lo contrario. Con esta determinaci¨®n se enfrenta al resto de su vida el protagonista de Mr Gwyn (Anagrama), la pen¨²ltima novela de Alessandro Baricco (Tur¨ªn, 1958), quien niega que esa sea su forma de anunciar que planea abandonar la escritura. ¡°Se trata de una historia sobre este oficio, llena de fe y mucho amor al acto de escribir¡±, afirma el autor italiano, que visit¨® recientemente Barcelona.
Amor al oficio que, tanto en Jasper Gwyn como en el propio Baricco, se manifiesta en una incapacidad cr¨®nica de despojarse de ¨¦l. En el segundo, este apego queda m¨¢s que patente en su fertilidad en los campos de la novela ¡ªes autor de Seda, Sin sangre, Oc¨¦ano mar y Ema¨²s, entre otros¡ª, el ensayo, la dramaturgia y el guion cinematogr¨¢fico. ¡°Al acabar Mr Gwyn comprend¨ª que a¨²n ten¨ªa ganas de escribir y en tres meses termin¨¦ Tres veces al amanecer [a¨²n sin publicar en Espa?a]¡±, explica, alejando a¨²n m¨¢s las posibles sospechas de su abandono literario.
Hay que dar con la distancia justa de aquello que se va a contar¡±
Por otro lado, Jasper Gwyn, que siente un enorme alivio despu¨¦s de dar portazo al enjambre de editores, periodistas y dem¨¢s piezas del circo medi¨¢tico que le rodea, descubre con horror que tampoco puede dejar de relatar. Abatido por sucesivas crisis, intenta abordar el vac¨ªo que le deja la escritura con absurdos rituales diarios o zafios autoenga?os. ¡°Conozco muy bien su sufrimiento. Yo, que llevo 20 a?os escribiendo¡±. Pero Jasper Gwyn no se rinde y, lejos de arrastrarse de nuevo hacia la denostada vida del escritor de fama, decide adoptar un nuevo y dign¨ªsimo oficio: el de copista. Y, sin desanimarse por lo difuso del t¨¦rmino, entra por la puerta grande inaugurando una nueva variante del mismo: ser¨¢ copista de personas, esto es, escribir¨¢ retratos. ¡°Es su forma de llevarlos de regreso a casa¡±, resume Baricco, para quien ¡°todas las personas somos historias, p¨¢ginas muy bien escritas de un libro que no existe, que nadie ha escrito jam¨¢s¡±.
Jasper Gwyn observa a la gente que va a retratar con algo del esp¨ªritu de un voyeur y con id¨¦ntica determinaci¨®n a la del veterano de la luz. Apenas habla con ellos. ¡°Hay que encontrar una distancia exacta, prudencial, respecto a aquello que se va a contar¡±, apostilla Alessandro Baricco, a quien la idea de los retratos escritos le sobrevino en una galer¨ªa de arte, de igual modo que a su personaje. Su forma de alejarse de esta novela, por otra parte, fue situ¨¢ndola en la capital brit¨¢nica, lejos de su Tur¨ªn natal. ¡°Ya lo hice con Seda, que ocurre en Francia. Me ayuda a tomar distancia¡±, alega.
Una distancia que le ha servido al autor, afirma, para construir ¡°un libro transparente, de cristal¡±. Para ser m¨¢s exactos: ¡°Uno que hac¨ªa tiempo que so?aba con escribir¡±.
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