Mala suerte si eres m¨²sico
"Estamos en una guerra contra todos los m¨²sicos del mundo¡±, dicen los rebeldes
Las noticias que del norte de Mal¨ª no pod¨ªan ser peores. Una de las principales canteras musicales del planeta est¨¢ siendo acallada por la interpretaci¨®n fundamentalista de la shar¨ªa. En Niafunk¨¦, la localidad que Ali Farka Tour¨¦ puso en el mapa, resulta imposible escuchar su m¨²sica. El recuerdo de Tour¨¦, que ejerci¨® de alcalde, no conmueve a las nuevas autoridades. A pesar de que invirti¨® all¨ª todo lo que gan¨® internacionalmente, proporcionando electricidad y alcantarillas a los vecinos.
?Ahora ser¨ªa imposible que le visitaran Ry Cooder, Taj Mahal, Corey Harris y dem¨¢s admiradores, para tocar juntos a las orillas del r¨ªo N¨ªger y comprobar in situ si era cierto lo del origen maliense del blues. A Tour¨¦ le encantaba explicar que era agricultor pero que sus antecesores fueron guerreros, parte de un ejercito llamado -en castellano- Armas, enviado desde la Espa?a musulmana para controlar las rutas saharianas del oro y la sal; nuevos guerreros, los de Ansar al Dine, pretenden borrar su obra.
Un m¨®vil con un ringtone musical es confiscado inmediatamente, igual que cualquier reproductor.
Los m¨²sicos occidentales deben pens¨¢rselo si quieren acudir al Festival en el Desierto, donde se presentan los tuaregs que tocan hipn¨®ticas guitarras el¨¦ctricas (la leyenda dec¨ªa que las del grupo Tinariwen estaban pagadas por Muamar el Gadafi, generoso con los movimientos insurgentes de los pa¨ªses cercanos a Libia). Por fuerza, el Festival ha resultado una iniciativa n¨®mada: la pr¨®xima edici¨®n, del 20 al 22 de febrero, se desarrollar¨¢ en el noreste de Burkina Faso. Lo llaman ahora Festival au D¨¦sert in Exile.
Un drama ya que los creadores malienses aspiran leg¨ªtimamente al mercado global, con sus discogr¨¢ficas, sus p¨²blicos, su infraestructura. Pero igualmente ellos necesitan el contacto con la tierra, con ese p¨²blico que consum¨ªa ¨¢vidamente sus creaciones y que requer¨ªa a los m¨²sicos para ocasiones ceremoniales.
?En la actualidad, los sometidos al r¨¦gimen islamista del Azawad tienen prohibida la m¨²sica, en todas sus formas: un m¨®vil con un ringtone musical es confiscado inmediatamente, igual que cualquier reproductor. S¨®lo tomando precauciones, con auriculares y en la intimidad del hogar, se atreven a escuchar a sus favoritos.
?No existe la profesi¨®n de m¨²sico; da lo mismo que toquen instrumentales o que canten las glorias del pasado. La vocalista Khaira Arby cuenta que los radicales invadieron su casa de Tombuct¨² y, frustrados por no encontrarla, destrozaron discos e instrumentos. Cuando cayera en sus manos, avisaron, el castigo consistir¨ªa en cortarla la lengua.
?Con semejantes amenazas, todos sus colegas han puesto p¨ªes en polvorosa. Refugiados en Bamako, lanzan canciones y videos para recordar al d¨¦bil gobierno central su situaci¨®n. El rapero Kissima ha popularizado su exigencia de ¡°Liberar el norte¡±; el llamado Colectivo de Artistas del Norte (CAN) insiste en su mensaje: ¡°Mal¨ª es indivisible¡±. Comparte sus afanes una de las m¨¢ximas estrellas del pa¨ªs, Rokia Traor¨¦: ¡°sin m¨²sica, Mal¨ª dejar¨¢ de existir¡±.
?No hay posibilidad de entendimiento. Un periodista del Washington Post logr¨® comunicarse con Omour Ould Hamaha, comandante rebelde. Sus pronunciamientos fueron categ¨®ricos: ¡°la m¨²sica es contraria al Islam. En vez de cantar ?por qu¨¦ no leen el Cor¨¢n? No estamos ¨²nicamente en contra de los m¨²sicos de Mal¨ª; estamos en una guerra contra todos los m¨²sicos del mundo¡±.
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