¡®Querer saber¡¯
Los duros comentarios sobre la confesi¨®n de Lance Armstrong a Oprah Winfrey de su dopaje para ganar siete Tours, ridiculizan la tan norteamericana din¨¢mica de culpa y redenci¨®n. Pese al puritanismo, uno siente cierta envidia. Si escuchamos a esos escritores que ganaron el Planeta y cobraron durante a?os por ser jurados, que de pronto despotrican contra quien gana despu¨¦s de ellos y sufren una sobrevenida pureza literaria para mostrarse cr¨ªticos con el tejemaneje, comprobamos lo f¨¢cil que es la indulgencia con uno mismo y la inquisici¨®n con los dem¨¢s. Lo peor de Armstrong es que fue due?o y se?or del pelot¨®n, marginando a quien osaba contradecirle e involucrando en su corrupci¨®n a todos para liberarse de testigos inc¨®modos.
En la pol¨ªtica espa?ola sucede lo mismo. Los partidos son incapaces de aplicar a su mecanismo interior el mismo rasero que claman para que se aplique en el partido de enfrente. El problema es may¨²sculo, porque genera la impunidad por contagio. La corrupci¨®n es una plaga, imposible de erradicar mientras nadie afronte la transparencia en la financiaci¨®n de los partidos, en la proliferaci¨®n de fundaciones de los partidos, en la bolsa de empleo par¨¢sito que generan los partidos y en la deuda financiera de los partidos. No podemos olvidar que si trasciende la pestilencia del caso B¨¢rcenas no es debido a investigaciones internas y a la limpieza en casa, sino a la batalla cainita y las guerras intestinas dentro del partido.
Para entrevista demoledora, la que le hizo Gonzo en El intermedio a Jos¨¦ Luis Pe?as, antiguo concejal del PP en el territorio G¨¹rtel. No hubo l¨¢grimas ni ternura impostada, solo la percepci¨®n de que nadie quer¨ªa saber dentro del partido c¨®mo se desviaba dinero p¨²blico para intereses bastardos. Nosotros dejamos mal acabadas las redadas, enfangadas las investigaciones y preferimos contrarrestar las sospechas fundadas con ejercicios de patrioterismo y fe inquebrantable. En pol¨ªtica, en negocios y en deporte. O hacemos como con aquel esquiador al que llam¨¢bamos entra?ablemente Juanito hasta que cay¨® sobre ¨¦l el peso de la prueba y corrimos a recordar que era alem¨¢n de origen y a llamarle fr¨ªamente Johann M¨¹hlegg. Como quien dice, ese se?or no era del partido, aunque usara despacho y coche oficial hasta el mi¨¦rcoles pasado.
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