Tras el rastro del rap en Madrid
El Club de los Poetas Violentos, La excepci¨®n y Chojin, a trav¨¦s de lugares claves de sus carreras
La m¨²sica nace, crece e, incluso muere. Sin embargo ni todos los grupos, ni los estilos brillan con la misma intensidad. En el caso del rap, su llegada a Madrid fue relativamente r¨¢pida. Entr¨®, o quiz¨¢s ser¨ªa mejor decir sali¨®, de la base militar estadounidense de Torrej¨®n de Ardoz. Empez¨® como tendencia minoritaria, en salas peque?as con capacidad para unas 250 personas. Las bases y la m¨¦trica han madurado, han calado en el p¨²blico, y esta cultura representa una opci¨®n s¨®lida con un circuitos propio fuerte y perspectivas de crecimiento aun mayores. Los conciertos hoy re¨²nen a miles de personas.
Pero hubo una ¨¦poca en la que no todo fue f¨¢cil. Un tiempo en el que hab¨ªa lugares puntuales, que se pod¨ªan contar con los dedos de la mano, en los que comprar m¨²sica, ropa o ver de los grupos en concierto. El hip-hop, que siempre se ha encontrado c¨®modo haciendo vida en la calle, encontr¨® un problema adicional en el Madrid de los ochenta y, muy especialmente, los noventa con el auge de la violencia neonazi, que nuestros entrevistados a¨²n recuerdan.?
Analizando las carreras de forma geogr¨¢fica con un mapa delante, el rap en la Comunidad de Madrid nunca se ha prodigado por el centro, salvo alg¨²n concierto puntual o tienda -desaparecida en el caso de Tiempo libre-. As¨ª, el hip hop se ha abierto paso desde la periferia desde el remoto Alcorc¨®n hasta Pan Bendito, pasando por San Blas o Torrej¨®n de Ardoz. Consultamos a algunos de sus protagonistas y con sus recuerdos hemos trazado un mapa. Es el primero de una serie, que recorrer¨¢ en pr¨®ximas semanas
El Club de los Poetas Violentos, cuando Alcorc¨®n era el centro
La intensa carrera de El Club de los Poetas Violentos -tambi¨¦n conocidos como CPV- comenz¨® en distintos barrios de Madrid y encontr¨® a finales de los ochenta dos lugares atrayentes cerca de la calle mayor de Alcorc¨®n: las ya extintas salas Sapo azul y la Anagrama. "En Anagrama conoc¨ª a Frank T, a dj Zeta y Cowboy, etc. All¨ª se hicieron las primeras fiestas de hip hop y ven¨ªa gente de todo Madrid", recuerda El Meswy (Zaragoza, 1972), uno de los cantantes, desde su residencia neoyorkina. De hecho, no muy lejos de all¨ª el grupo produjo su primer disco,?Madrid zona bruta (1993), en lo que antes fue una carnicer¨ªa. Cerrada, dentro de un mercado tradicional de barrio, se convirti¨® en el humilde local de unos 6 metros cuadrados que vio nacer el disco. "Estaba abandonado y nos metimos a reformarlo. All¨ª ten¨ªamos todo el equipo y uno de nosotros dorm¨ªa all¨ª para que no nos lo robaran. Ten¨ªa un cierre met¨¢lico cl¨¢sico. ?Estaba to' guapo!",
Otro de los lugares por los que pasaron y les dej¨® huella fue la bodega La S¨¢nchez en la calle Gutierre de Cetina 71 (Ascao), un local en el que el grupo se juntaba con amigos para beber, planear conciertos y, principalmente, hacer rimaderos en c¨ªrculos. Con el paso de los a?os, la bodega cerr¨® y pas¨® a ser la florister¨ªa La flor de Ascao.
El primer concierto de CPV lleg¨® ese mismo a?o, en 1993, en la sala Aire, situada en la calle Cea Berm¨²dez 8, espacio que ocupa hoy una oficina bancaria. "Era una zona dura. Ah¨ª nos fund¨ªamos con los nazis, aunque algunos d¨ªas solo correr detr¨¢s de ellos". Para atraer a gente CPV rod¨® un v¨ªdeo con los escasos medios que ten¨ªan y que se proyectaba semana a semana en la sala. "Grabamos un v¨ªdeo promocional cutre con m¨²sica de Jesucristo Superstar, donde llev¨¢bamos a un colega de Valencia muerto en un carro por el mercado con velas y calaveras. Nos daban ataques de risa mientras lo hicimos", confiesa El Meswy.
Casi 16 a?os despu¨¦s el parecido con los inicios es escaso. "En 2009 dimos un concierto en el auditorio [municipal Parque Juan Carlos I] de Pinto en pleno agosto, cuando no hay nadie en Madrid, y a¨²n as¨ª se pet¨®", afirma el rapero.
La excepci¨®n, asados en el polideportivo de Pan Bendito.
Con esp¨ªritu de barrio, La excepci¨®n, el grupo encabezado por Juan Manuel Montilla, El Langui (Madrid, 1979), y Antonio Moreno, Gitano Ant¨®n (Barcelona, 1978), comenz¨® sus andaduras en el polideportivo de Pan Bendito, al sur de Madrid capital. "Aqu¨ª nos pas¨¢bamos el d¨ªa: ve¨ªamos el f¨²tbol, baloncesto, hac¨ªamos nuestras papas asadas, escuch¨¢bamos rap y hasta caz¨¢bamos ratas. No sal¨ªamos del barrio, ¨¦ramos unos jediondos", explica El Langui.
Su primera oportunidad lleg¨® en 1998 en un concierto en la sala El grito de Fuenlabrada -ubicada en la plaza del huerto del cura-, que termin¨® con un sabor agridulce. "Cuando ¨ªbamos a subir a tocar, Locus [Duo k¨ªe] dijo: 'Todos a vuestra casa. Esto se ha acabado'. Hab¨ªa venido nuestra pe?ita desde el barrio y negociamos con la sala para que nos dejara tocar. Al final aceptaron sacar dos platos", recuerda.
Meses despu¨¦s, se present¨® un segundo concierto que, esta vez no desaprovecharon en la sala Savat, un local en los exteriores de la cubierta de Legan¨¦s. "Era un mi¨¦rcoles por la noche pero a la gente le llam¨® la atenci¨®n ver un grupo de Pan Bendito en el c¨¢rtel. Vinieron el m¨ªtico se?or rojo y y la gente del fanzine Serie B, que nos dijeron de hacer una entrevista. Les dijimos: 'Vale pero venios al barrio que os hacemos un asado", dice El Langui, "as¨ª trat¨¢bamos a todos los que ven¨ªan".
El grupo no par¨® de moverse por Madrid y de participar en sesiones de micro abierto, menos habitual hoy en d¨ªa. "?ramos unos chicos muy formales y calladitos y siempre se nos colaban. Cuando ¨ªbamos a cantar uan vez en la Caracol dijeron que se hab¨ªa acabado", rememora. "Yo era muy chuletero y con? lo que me hab¨ªa costado subir las escaleras no me cort¨¦ y grit¨¦: 'Dj, ponte una base, ?no?'. Arranqu¨¦ con mi t¨ªpico 'buenas noches, ?qu¨¦ tal familia? y esto sorprendi¨® a la gente,? acostumbrados a '?qu¨¦ pasa cabrones?", a?ade el de Pan Bendito.
Casi una d¨¦cada despu¨¦s el grupo despeg¨® con el proyecto radiof¨®nico Radio Tarask¨¢ -en la v¨ªa Lusitana 130 posterior- que a¨²n existe. "Era una antigua pescader¨ªa y viene gente de todos lados para hacerse una foto o una visita. Recuerdo a un t¨ªo que vino desde Bilbao solo para verme porque se hab¨ªa muerto un amigo suyo y dijo que mi libro le hab¨ªa ayudado mucho".
El Chojin, la memoria de Torrej¨®n de Ardoz
Domingo Antonio Edjang Moreno, hijo de un ecuatoguineano y una extreme?a, es, en realidad m¨¢s conocido como el Chojin (Madrid, 1977). Su comienzos se remontan a su Torrej¨®n de Ardoz natal en el que su primer acercamiento al rap le vino de un local llamado Stones que, subraya con ¨¦nfasis, ha sido clave para quienes escuchaban rap. "Yo he crecido ah¨ª, era mi casa. Igual que San Mam¨¦s es la catedral del f¨²tbol, este local era la meca del hip hop", argumenta. Lo especial de esta discoteca consist¨ªa en que se convert¨ªa semana a semana en el punto de encuentro de los estadounidenses de la base militar norteamericana de Torrej¨®n de Ardoz. "Aqu¨ª sonaba rap justo cuando fue el boom. Cada vez que paso ahora por ah¨ª se me cae el alma a los pies porque ahora es un almac¨¦n de maderas", se lamenta el rapero.
Pero la vida en torno al hip hop tiene un gran componente de calle que Chojin encontr¨® en el denominado parque la fuente de los colores junto a la calle los curas. "Rape¨¢bamos, escuch¨¢bamos m¨²sica...Nos tir¨¢bamos ah¨ª la vida. Y sino, a casa a escribir. Claro, mi madre flipaba, un chaval encerrado en ese plan". As¨ª pasaban los d¨ªas y el rapero se prepar¨® la primera actuaci¨®n que tuvo lugar en la discoteca light Big Bang, en la parte baja de un hostal de la calle de la estaci¨®n. "Lo pas¨¦ un poco mal porque se imitaba la pose en Estados Unidos con los brazos cruzados y la mirada clavada. Pero poco a poco vi que asent¨ªan con la cabeza y mov¨ªan el pie al ritmo", sonr¨ªe con alivio.
Uno de los lugares claves en la carrera de Chojin est¨¢ relacionado con la plaza mayor de Torrej¨®n de Ardoz, cerca de donde grab¨® una maqueta en casa de su amigo Antonio. "Lo grab¨¦ para mi y mis colegas con mucha ilusi¨®n pero nunca pens¨¦ que saldr¨ªa de ah¨ª, como mucho, para impresionar a alguna chica", comenta mientras rompe a re¨ªr. De vuelta en la plaza, el rapero recuerda un concierto dentro de un concurso que, en 1991, logr¨® reunir a mucha gente que le aplaudi¨® a rabiar. "Me sorprendi¨®. Me pidieron otra y yo la verdad que no quer¨ªa bajarme de ah¨ª. Gan¨¦ el primer premio que fueron 25.000 pesetas (150 euros) que invert¨ª sabiamente en unas Nike", r¨ªe.
El antes y el despu¨¦s lo marco la grabaci¨®n de Mi turno con Phono music en Ciudalcampo, una urbanizaci¨®n de alto nivel econ¨®mico a 35 kil¨®metros al norte de Madrid capital. "Hab¨ªa un sofa, un t¨¦cnico que sab¨ªa de lo que hablaba y una mesa que costaba 12 millones de pesetas (72.121 euros). Me pagaron un mes de estudio, antes las cosas se hac¨ªan de otra forma. Yo flip¨¦", se sorprende a¨²n Chojin.
Gracias a discos como este, Chojin pudo participar en festivales tan emblem¨¢ticos en la escena dcomo Cultura urbana en el a?o 2007 junto a gente como Tote, SFDK y Ja rule. "Deb¨ªa de haber como 35.000 personas. Me sent¨ª como un triunfador porque a Ja Rule le abuchearon pero a mi no", recuerda orgulloso.
Y si queremos m¨¢s Chojin, no tenemos m¨¢s que esperar hasta mayo cuando se publique su nuevo disco I.R.A. (Instinto Raz¨®n Autobiograf¨ªa), que le llevar¨¢ a ampliar a¨²n m¨¢s su mapa.
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