La carne y el esp¨ªritu
Hjalmar S?derberg dijo adi¨®s a la literatura con una fascinante novela sobre el amor y el destino
Se?ores: ?les agradar¨ªa escuchar una bella historia de amor y fatalidad? As¨ª, parafraseando el comienzo de Trist¨¢n e Iseo, me gustar¨ªa animar al lector a la lectura de esta novela fascinante. De Hjalmar S?derberg, autor sueco nacido en 1869 y fallecido en 1941, solo conoc¨ªamos otra novela excepcional: Doctor Glas, editada primero por Carlos Barral en traducci¨®n del gran poeta Gabriel Ferrater y hace dos a?os por Alfabia con la misma traducci¨®n. En ambas ocasiones, Doctor Glas tuvo una salida t¨ªmida, pero tras la segunda mereci¨® entrar en el cuadro de honor de los diez libros del a?o 2011 en Babelia.
Estamos ante una escritura nada ret¨®rica, propia de un escritor realista que hace de la concisi¨®n su mejor arma y que pasea por las vivencias y el tiempo que toca vivir a sus protagonistas con una mirada tan transparente como queda el aire despu¨¦s de una tormenta; una mirada que selecciona y se detiene en todo lo que es significativo porque aqu¨ª la transparencia no es sino precisi¨®n. S?derberg nos cuenta la historia del dilema moral y vital de Arvid Stj?rnblom y de su amor por Lydia Stille. Arvid es un joven de condici¨®n modesta que se instala en Estocolmo con la intenci¨®n de buscar su lugar en la sociedad. Est¨¢ enamorado de la joven Lydia, hija de un pintor, pero no se decide a llegar a un compromiso con ella, por no comprometer su libertad, y aduce su escasez de medios para evitar el matrimonio. En la duda, un d¨ªa se entera de que Lydia se ha casado con un hombre mayor; el golpe que recibe es bien duro, pero lo soporta como puede y su vida toma otro rumbo. Trabaja como redactor de un peri¨®dico y entabla relaci¨®n con una muchacha, Dagmar, quien le acabar¨¢ convenciendo para que se case con ella. Arvid lo hace sin amor, pero lleva una existencia relativamente feliz y tiene dos hijas. Unos a?os despu¨¦s, Lydia vuelve.
El dilema moral de Arvid es la imposibilidad de elegir frente al destino. ¡°T¨² no eliges tu destino, del mismo modo que tampoco eliges a tus padres o a ti mismo: tu fuerza f¨ªsica, tu car¨¢cter, el color de tus ojos o las circunvoluciones de tu cerebro. Todo el mundo lo sabe. Tampoco eliges a tu esposa ni a tu amante ni a tus hijos. Los consigues, los tienes y posiblemente los pierdes. ?Pero no los eliges!¡±. Pero Arvid est¨¢ atado: por su amor a Lydia, a la que pierde, a la que recupera, a la que se entrega, a la que pierde otra vez. Su problema es que el destino no lo trata como ¨¦l hubiera deseado, pero tambi¨¦n es cierto que no eligi¨® cuando Lydia y ¨¦l se amaban como dos j¨®venes libres y enamorados. El destino es, para ¨¦l, la incomprensi¨®n: la boda de Lydia con un hombre mayor y rico, su alejamiento, los sucesos que sacuden su amor recuperado, la negativa de Dagmar a concederle el divorcio, la traici¨®n¡ Un d¨ªa confiesa que lo que le gustar¨ªa es ser ¡°el alma del mundo¡±, entenderlo todo, comprenderlo todo. Es un anhelo imposible: de ah¨ª que se estrelle contra el muro de la vida.
El positivismo, el determinismo, est¨¢n presentes en esta novela que incorpora elementos de la realidad hist¨®rica como referente en la vida de Arvid (el caso Dreyfus, la guerra ruso-japonesa, la guerra hispano-estadounidense¡). S?derberg prescinde casi por completo de hacer elaboradas im¨¢genes expresivas en favor de una descripci¨®n escueta, pero certera, de situaciones. Tambi¨¦n est¨¢ presente como tel¨®n de fondo la ciudad de Estocolmo, un escenario muy bien recreado.
T¨² no eliges tu destino. Tampoco a tu esposa ni a tu amante ni a tus hijos. Los consigues, los tienes y posiblemente los pierdes
El propio autor est¨¢ presente en sus novelas, que tienen bastante de autobiogr¨¢ficas porque expresa por medio de sus personajes no solo los problemas morales que lo afectaron directamente sino tambi¨¦n los personales, pues sus mejores obras se anudan en torno a los a?os m¨¢s duros de su vida. Cuando, destrozado por dos relaciones contrapuestas y desgraciadas, huye a Copenhague, all¨ª escribe, primero, su obra teatral Gertrud, que da lugar a la obra maestra de Carl T. Dreyer del mismo t¨ªtulo. Luego, El juego serio. Despu¨¦s, como si hubiera exorcizado todos sus fantasmas, abandona la literatura.
La novela abunda en escenas extraordinarias. Es memorable la del reencuentro con Lydia en el Hotel Continental, de una sencillez y delicadeza dif¨ªcilmente superables. S?derberg escribe siempre con distancia, una distancia que lo aleja de las efusiones l¨ªricas y le permite guiar los sentimientos de sus personajes en un alarde de sutileza ejemplar. Lo mismo puede decirse del encuentro de ambos en Estocolmo, en el piso nuevo de Lydia. Es tambi¨¦n admirable la gradaci¨®n con que muestra el fatalismo que va deshaciendo la relaci¨®n. ¡°Creo en el deseo de la carne y en la irremediable soledad del esp¨ªritu¡±. Esta frase impresionante formula el nudo de la existencia de Arvid, es el meollo de su pensamiento y a ella responde esta historia de serena intensidad y luminosa belleza.
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