Sublime rid¨ªculo

¡°El sentimiento de lo bello degenera cuando le falta completamente lo noble, y entonces se dice que es rid¨ªculo¡±. La cita la escribi¨® Inmanuel Kant, en 1764, pero parece concebida para El atlas de las nubes, una de esas elefanti¨¢sicas obras que desde su base tienen el objetivo de explicar todo, la vida, la humanidad, nuestra historia y nuestro interior, en may¨²sculas, y que, por la fuerza de lo innoble, aunque tambi¨¦n de lo superficial y de lo indolente, acaban convirti¨¦ndose en rid¨ªculas.

La dificultad de llevar a cabo proyectos como 2001: una odisea del espacio, El ¨¢rbol de la vida, La fuente de la vida o Las vidas posibles de Mr. Nobody trae como consecuencia que, en el fino alambre que separa a veces lo sublime de lo rid¨ªculo, unas caigan de un lado y otras (casi) de otro. El atlas de las nubes, ambientada en seis ¨¦pocas, entre los siglos XIX y XXIV, y basada en la novela de David Mitchell, se hunde en toda su extensi¨®n.

En tres extenuantes horas, la pel¨ªcula se rodea de una espiritualidad de pandereta y de un misticismo new age carente de fondo, con los que se nos viene a decir que las almas de los personajes se desplazan por la existencia como las nubes en el cielo. Madre de dios. El que busque verdadera complejidad se partir¨¢ de risa; los que busquen entretenimiento no entender¨¢n nada, no por dif¨ªcil, sino por vacuo y farragoso. Y aunque en la creaci¨®n siempre sean arriesgadas las explicaciones basadas en la vida real, no resulta dif¨ªcil recordar el reciente cambio de sexo de Larry Wachowski, uno de los directores (junto a su hermano Andy y Tom Tykwer), convertido desde hace unos a?os en Lana Wachowski, cuando se hace una expl¨ªcita apolog¨ªa de la alteraci¨®n del llamado orden natural.