Un espect¨¢culo sobrio y l¨²cido
El Teatro Real de Madrid estrena 'Cos¨¬ fan tutte', con Michael Haneke como director teatral
El azar, la necesidad y una extra?a coherencia esc¨¦nica han coincidido en la nueva producci¨®n de Cos¨¬ fan tutte que present¨® este s¨¢bado el Teatro Real. El azar viene de la elecci¨®n de Michael Haneke como director teatral, justo en un momento de reconocimiento art¨ªstico en varios frentes gracias a su pel¨ªcula Amor. La necesidad de un ¨¦xito por todo lo alto flotaba en el ambiente en torno al Real. Se esperaba gracias a la expectaci¨®n que hab¨ªa generado este espect¨¢culo, como lo prueba la multitudinaria asistencia con sobradas muestras de admiraci¨®n que provoc¨® esta semana la concesi¨®n de la Medalla de Oro del C¨ªrculo de Bellas Artes al director. La coherencia esc¨¦nica era una inc¨®gnita dada la falta de informaci¨®n sobre el montaje que Haneke hab¨ªa impuesto, algo muy diferente a la otra ¨®pera de Mozart que hab¨ªa dirigido en 2006 en Par¨ªs, Don Giovanni, donde hizo una descripci¨®n detallada de las caracter¨ªsticas de cada personaje en su tratamiento teatral. En esta ocasi¨®n pidi¨® que el propio espectador se enfrentase sin explicaciones previas a lo que ve¨ªa en escena. El resultado ha sido realmente estimulante.
Cos¨¬ fan tutte
De W. A. Mozart. Director musical: Sylvain Cambreling. Director de escena: Michael Haneke. Con Anett Fritsch, Paola Gardina, Juan Francisco Gatell, Andreas Wolf, Kerstin Avemo y William Shimell. Coproducci¨®n con el teatro La Monnaie de Bruselas. Sinf¨®nica de Madrid, Coro Intermezzo. Teatro Real, 23 de febrero.
Obvio es recordar que el ideal de ¨®pera en el siglo XXI ¨Cy en los dem¨¢s- supone la conjunci¨®n de valores vocales, instrumentales y teatrales. En este Cos¨¬ fan tutte es evidente que el protagonismo principal ha correspondido a Haneke, lo cual no ha supuesto un abandono de los valores m¨¢s espec¨ªficamente musicales. Al contrario. Todo ha funcionado con un gran nivel de integraci¨®n, algo nada f¨¢cil de conseguir en una ¨®pera tan compleja como ¨¦sta. De entrada Haneke, tanto en el cine como en sus incursiones en la ¨®pera, otorga una importancia fundamental a la direcci¨®n de actores. En ese sentido su trabajo en Cos¨¬ ha sido excepcional. Es clave lo que se dice -de ah¨ª la atenci¨®n primordial a los recitativos que desemboca inevitablemente en una lentitud del desarrollo que contagia a la orquesta-, pero tambi¨¦n el gesto, el movimiento y la creaci¨®n de atm¨®sferas gracias a la iluminaci¨®n. El sello cinematogr¨¢fico Haneke se nota en eso, y tambi¨¦n en la existencia de un sentimiento tr¨¢gico y conceptual de los valores morales, salt¨¢ndose las coordenadas realistas al pie de la letra.
El personaje de Despina, pongamos por caso, deja de ser una criada ingenua y p¨ªcara, como normalmente se representa, para convertirse en una joven que se las sabe todas, con un sentido del humor en segundo plano. La vitalidad de los personajes de esta comedia perversa queda marcada por unos pasos de baile y poco m¨¢s. Lo que queda claro es la condici¨®n humana y la fragilidad de los sentimientos. Hay un factor que posee un m¨¦rito especial: la fidelidad absoluta a Mozart desde una sobriedad sabia. Y un peligro, sobre todo en la primera parte: la dosificaci¨®n de las emociones por un control exhaustivo del ritmo esc¨¦nico, que puede llevar a una sensaci¨®n de distanciamiento por momentos.
En cualquier caso el trabajo es de una gran coherencia, en su combinaci¨®n de los siglos XVIII y XXI desde el vestuario, en la implicaci¨®n social gracias al papel del coro y en la capacidad como actores de los cantantes. Puede ser que algunas arias o conjuntos pasen m¨¢s desapercibidos de los deseable pero, en cualquier caso, el equipo vocal es compacto y la orquesta se mueve con pericia y sensibilidad con el tratamiento de tempo elegido. Recuerda, por su compromiso de profundidad humanista en las relaciones entre los personajes, Haneke m¨¢s a Strehler, e incluso a Ch¨¦reau, que a otros directores de cine que han afrontado esta obra como el iran¨ª Abbas Kiarostami. La velada transcurri¨®, en l¨ªneas generales, a un buen nivel musical. Sin voces superlativas, pero con cantantes-actores que transmit¨ªan la complejidad intelectual de los sentimientos.
Con todos estos valores puestos en juego el gran triunfador de la noche no fue Haneke sino Mozart, algo que debe satisfacer plenamente al director muniqu¨¦s nacionalizado austriaco. La m¨²sica de Mozart dio alas al drama teatral, llegando donde solamente la m¨²sica puede llegar. En ese aspecto de integraci¨®n teatral-textual-filos¨®fico-conceptual-pl¨¢stico-musical la representaci¨®n de Cos¨¬ fan tutte tuvo un gran poder de seducci¨®n. Y eso se debe a Haneke m¨¢s que a nadie. Por saber dejar a un lado la aspiraci¨®n a una versi¨®n personal, como en Don Giovanni, y poner toda su inteligencia al servicio de la m¨²sica de Mozart m¨¢s que a su exhibici¨®n personal. En los d¨ªas previos ¨¦l mismo dec¨ªa que una ¨®pera de Mozart siempre lleva al fracaso en una medida u otra. Su dise?o esc¨¦nico ha permitido acercarse a Cos¨¬ fan tutte con una sensibilidad de nuestros d¨ªas, pero no ha cerrado el campo ni mucho menos. Al contrario. Ha subrayado que Mozart sigue siendo nuestro contempor¨¢neo.
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