Una coreograf¨ªa s¨¢dica
La pel¨ªcula juega imaginativamente con la pantalla partida y culmina en puro arrebato fant¨¢stico
Al ver la secuencia de cr¨¦ditos iniciales, uno recuerda esa boutade de Jes¨²s Franco seg¨²n la cual hab¨ªa m¨¢s cine en los t¨ªtulos de cr¨¦dito de Agente 007 contra el Dr. No (1962) que en todo Bergman. Afirmaci¨®n que hoy hay que poner en cuarentena, pero que, en su d¨ªa, supuso una irreverente apuesta por un cine del placer que encuentra su eco en el debut como director del cr¨ªtico y guionista Antonio Trashorras. Esa coreograf¨ªa de Ana de Armas que pasa del pop a lo g¨®tico para desembocar en el delirio tiki supone, en el actual cine de g¨¦nero espa?ol, una tonificante insolencia. De hecho, la cita de Edward Gorey que abre la pel¨ªcula, el montaje de im¨¢genes desconcertantes y esa cabecera asumen casi el esp¨ªritu de un manifiesto cifrado: una toma de postura por un placer nunca culpable y por el potencial on¨ªrico y la irracionalidad est¨¦tica del cine de subg¨¦neros, formulada sin la distancia y las coartadas te¨®ricas que uno podr¨ªa esperar de un cr¨ªtico que pasa al otro lado.
En El callej¨®n, una empleada de hotel tiene que hacer uso de una solitaria lavander¨ªa, en plena noche, para limpiar el vestido que lucir¨¢ en una prueba de casting. No tardar¨¢ en ser acosada por un turbio personaje. Trashorras parte, pues, de una situaci¨®n sint¨¦tica, pero las variaciones que se aplican sobre ella se encuentran lejos de lo obvio. La pel¨ªcula juega imaginativamente con la pantalla partida y culmina en puro arrebato fant¨¢stico. Que El callej¨®n parezca una rareza en el nuevo cine de terror espa?ol no habla tanto de su excentricidad, sino de hasta qu¨¦ punto el g¨¦nero ha claudicado ante las exigencias de mercado y los dogmas de manual de guion. El callej¨®n es una reivindicaci¨®n de las esencias: un ejercicio de libertad donde Antonio Trashorras se afirma como esa perfecta pareja de baile de Ana de Armas que el arranque de la pel¨ªcula situaba fuera de campo.
Babelia
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