Tocar poder
Tocar poder es algo que excita a los profesionales de la pol¨ªtica y hace amigos contranatura
Ser jefe de la oposici¨®n es mucho m¨¢s complicado que ser presidente. Esto lo sabe cualquiera. Y el primero Rajoy, que tuvo ocho a?os para conocer en propia carne la fragilidad del apoyo de sus compa?eros de partido cuando iban mal dadas. Al presidente, cuando llega a serlo, le protege un pararrayos llamado poder. Imaginen que el se¨ªsmo B¨¢rcenas hubiera afectado a Rajoy cuando solo era jefe de la oposici¨®n. Si ahora le resulta posible desligar su destino de la letra de B¨¢rcenas, se debe al movimiento de enroque que te concede ostentar el poder, manto protector, muros dentro de los cuales fortificar tus silencios. Rubalcaba, en cambio, como todos los jefes de la oposici¨®n, transmite la sensaci¨®n de tratar de llenar una piscina acarreando agua en un colador.
El ¨²ltimo agujero se destap¨® en Ponferrada, con la moci¨®n de censura al alcalde, donde el elemento necesario para que los socialistas alcanzaran el poder era el antiguo regidor popular, ahora verso libre, condenado por acoso sexual a una colaboradora. Tocar poder es algo que excita a los profesionales de la pol¨ªtica y hace amigos contranatura. Si no, que le pregunten a Tamayo y S¨¢ez, por evocar una sociedad limitada que dio sus frutos. Pero abramos un par¨¦ntesis. El zurr¨®n de votos que recibi¨® en las urnas un personaje as¨ª nos obliga a reconocer que la sociedad est¨¢ habituada a culpar a los pol¨ªticos de todos sus males, pero olvida a menudo que esos males y esos pol¨ªticos fueron religiosamente votados por la misma sociedad, que los habilita y los introduce en la aritm¨¦tica del poder.
La confusi¨®n podr¨ªa llevarnos a considerar la ¨¦tica como una cuesti¨®n de ideolog¨ªa. Si los socialistas rectifican en su acci¨®n ha sido por la indignaci¨®n general de sus simpatizantes. Esto honra a sus simpatizantes. Pero la experiencia demuestra que esa influencia se reduce cuando el partido alcanza el poder. Todo lo cual nos obliga a concluir con una ecuaci¨®n bastante transparente.
Para mantenerse en el poder vale todo. Para alcanzar el poder, no. Porque el votante es entonces un sujeto al que a¨²n falta seducir. Y el votante puede que acepte un presente sucio, pero sue?a con un futuro limpio.
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