Humor, talento y clase. O sea, Caine
De los actores legendarios que siguen vivos habiendo cruzado los 80 a?os entre los aut¨¦nticamente grandes solo queda en activo Caine
Este se?or rubio de mirada descre¨ªda (debido probablemente a su ancestral miop¨ªa) y sonrisa ir¨®nica llamado Michael Caine, que para ventura de cualquier espectador con paladar educado sigue coloc¨¢ndose delante de la c¨¢mara y enamor¨¢ndola, cumpli¨® ayer ochenta a?os. Si haces agradecida memoria de los actores legendarios que siguen vivos habiendo cruzado esa edad definitivamente invernal, descubres que Sean Connery y Gene Hackman hace tiempo que decidieron jubilarse, que entre los aut¨¦nticamente grandes solo nos queda en activo Caine. En jugosos papeles secundarios como el sabio y elegante mayordomo de Batman o aceptando el protagonismo en la sombr¨ªa y excelente Harry Brown,interpretando a un anciano vengador en una s¨®rdida y violenta barriada de Londres.
Caine ha hecho pel¨ªculas grandiosas, comedias memorables y tambi¨¦n cine irrelevante, pero en mi caso, verle y o¨ªrle siempre ha justificado el precio de la entrada. Es vers¨¢til, puede meterse en la piel de gente muy distinta, se mueve con id¨¦ntica credibilidad y atractivo en el drama y en la comedia, pero su estilo interpretativo siempre representa una marca, seducci¨®n, garant¨ªa de calidad, voz propia, aunque est¨¦ al servicio de lo que le exigen sus directores y sus personajes.
Caine pertenece a una generaci¨®n gloriosa de actores ingleses, apadrinados en su trabajo por Richard Burton y con la misma afici¨®n que este a los goces et¨ªlicos y a los placeres de la carne. Los colegas de Caine en el trabajo y en la fiesta llevan los gloriosos nombres de Richard Harris, Robert Shaw, Peter O¡¯Toole, Terence Stamp, gente as¨ª, con contrastado talento para la interpretaci¨®n y para exprimir la vida.
Caine, cockney de nacimiento y de vocaci¨®n, nunca ha tenido problemas en la pantalla para hacernos creer que pertenece a la aristocracia inglesa de toda la vida. Se me ha difuminado el argumento de Zul¨² y de Ipcress, sus primeras pel¨ªculas, pero la presencia de Caine como un r¨ªgido militar y como el cin¨ªco agente del contraespionaje Harry Palmer me dej¨® huella. Ten¨ªa algo muy poderoso, no era un actor normal. Jam¨¢s me ha decepcionado y en varias ocasiones me ha dejado con la boca abierta. Lo hizo en La huella, enfrent¨¢ndose con toneladas de clase pero tambi¨¦n de coraje a un reto tan dif¨ªcil como enfrentarse sin complejos durante dos horas y media en el ¨²nico escenario de una mansi¨®n victoriana a alguien tan intocable como lord Laurence Olivier, en un juego a muerte y un retrato de la lucha de clases magistralmente orquestado por Mankiewicz. Tambi¨¦n en la maravillosa pel¨ªcula de Huston El hombre que pudo reinar, interpretando junto a Connery a dos imborrables p¨ªcaros que alcanzan poder y riqueza, la pierden, recobran la dignidad y la lucidez en su fracaso. Y c¨®mo no recordar con una agradecida sonrisa a Caine en Hannah y sus hermanas, a ese hombre que tiene una existencia razonablemente feliz con la mujer que le conviene, pero que se vuelve loco por su sensual cu?ada. Y me emociono cada vez que escucho en Las normas de la casa de la sidra al medico abortista, adicto al ¨¦ter y a las enfermeras, protector de ni?os huerfanos, o abandonados, o a los que nadie quiere, despedirse cada noche de estos, despu¨¦s de haberles le¨ªdo unas p¨¢ginas de Dickens, con estas palabras: ¡°Felices sue?os, pr¨ªncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra¡±.
Caine no solo es una de las cosas grandes que le han ocurrido al cine. Su libro de memorias Mi vida y yo es tan inteligente como divertido. Y espero con ansiedad el segundo The Elephant to Hollywood. Gracias por todo, se?or Caine. Y que viva usted el tiempo que desee.
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