Aquel cine de Semana Santa
La Semana Santa de mis a?os de infancia est¨¢ asociada a la terror¨ªfica imagen de gente encapuchada que se mueve acompa?ada de la m¨²sica de bandas militares en medio de las procesiones, pero tambi¨¦n de gozosos estrenos de pel¨ªculas que supon¨ªan un acontecimiento, con metraje interminable, colas enormes y reventas, en salas muy grandes y siempre abarrotadas para un recuerdo que tal vez no se corresponda con la realidad, con obligado intermedio y la recomendaci¨®n en la pantalla de ¡°visite el ambig¨², visite nuestro bar¡±. La tem¨¢tica de ese cine era obligadamente religiosa y conveniente tono ¨¦pico, rememorando generalmente los grandes momentos del cristianismo y de la Biblia, con el sello del Hollywood m¨¢s espectacular.
Imagino que fue una moda duradera, que este tipo de cine se hizo antes y despu¨¦s de mi ni?ez, pero no tengo dudas de que viv¨ª su esplendor, de que entre finales de la d¨¦cada de los cincuenta y mitad de los sesenta se estrenaron en Semana Santa Quo Vadis, Los diez mandamientos, La t¨²nica sagrada, Rey de reyes, Barrab¨¢s, Ben-Hur, La caida del Imperio romano, El Cid (aqu¨ª no aparec¨ªa Cristo, pero era id¨¦ntico el aroma pretendidamente ¨¦pico al narrar las guerras entre los heroicos cristianos y los moros infieles), La Biblia... No tengo claro si me gustaron o me aburrieron, pero s¨ª que mis padres sal¨ªan conmovidos de ellas y que yo intentaba identificarme con su arrobo y su admiraci¨®n ante el tratamiento presuntamente grandioso que ofrec¨ªa Hollywood de las penalidades, milagros y actos sublimes que presidieron el nacimiento del cristianismo y los hechos que describen los Testamentos.
Debido a la pereza o por temor al desencanto siempre he huido de revisar esas pel¨ªculas, pero al regalarme la versi¨®n en Blu-ray de Ben-Hur compruebo, m¨¢s all¨¢ de mi memoria infantil, que contiene un cine extraordinario, que es aut¨¦nticamente emotiva la historia de ese pr¨ªncipe jud¨ªo al que acorrala su antiguo amigo (?y algo m¨¢s?) romano, que es admirable la lucha de cu¨¢drigas que film¨® la segunda unidad dirigida por el legendario Yakima Cannut, que la m¨²sica de Rozsa te toca el alma, que Heston (s¨ª, el de la Asociaci¨®n Nacional del Rifle, el gran reaccionario, el responsable de que Welles y Peckinpah pudieran rodar Sed de mal y Mayor Dundee) pose¨ªa algo verdaderamente ¨¦pico, que William Wyler fue algo m¨¢s que un buen artesano, con todo el respeto y la admiraci¨®n que siento por ese concepto.
Sin embargo, descubro que la ancestral afici¨®n del cine de gran presupuesto a retratar la vida y la muerte de Cristo no ha tenido continuidad con la representaci¨®n de Dios en la sufrida tierra. Hay pocas pel¨ªculas sobre papas y ninguna me ha dejado perdurable huella. Del que m¨¢s me acuerdo es de Julio II en El tormento y el ¨¦xtasis, interpretada por el gran Rex Harrison, un papa guerrero y cabr¨®n, empe?ado en doblegar la voluntad de Miguel Angel. Anthony Quinn interpretaba a un ¨ªntegro superviviente de un campo de concentraci¨®n sovi¨¦tico, que ante su estupor es elegido Papa en Las sandalias del pescador. Todo era tan humano, incluidas sus tiernas escapadas para observar a la entra?able gente de Roma, como previsible. Tambi¨¦n se mezclaba an¨®nimamente con el pueblo aquel hombre l¨®gicamente acojonado por la responsabilidad y el miedo al ser elegido Papa que interpretaba Piccoli en Habemus papam, una pel¨ªcula tan interesante en su arranque como edulcorada y nada cre¨ªble en su desarrollo. Y poco m¨¢s.
La Semana Santa ya no es lo que era. Consultas los estrenos de la cartelera y compruebas que Hollywood ha desechado desde hace muchos a?os la idea de hacer negocio en estas fechas con enaltecedoras historias sobre el cristianismo. Y Hollywood se equivoca pocas veces en eso tan prosaico de la oferta y la demanda.
Babelia
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